Los productos audiovisuales generan ingresos más allá de la pantalla en la que se emiten
En este post resumo el segundo y tercer capítulo del libro Convergence Culture (La cultura de la convervencia) de Henry Jenkins, el sociólogo estadounidense que definió en 2006 el término Transmedia, una nueva forma de entender la comunicación en la Edad de la convergencia de los medios o, como la llamó Pierre Lévy antes que Jenkins, la era de la inteligencia colectiva.
Aunque en mi primer post sobre este resumen de la obra más conocida de Jenkins dije que escribiría una entrada en mi blog sobre cada uno de los ocho capítulos (realmente son seis, más unas conclusiones y un apéndice) del libro, he decidido fundir el segundo y el tercero, por ser el segundo una introducción sociológica del tercero. Además, el autor hace, desde mi punto de vista periodístico con poco interés en la industria del entretenimiento televisivo, demasiado hincapié en explicar todos los detalles, personajes y acciones individuales y colectivas que hicieron de los dos programas de televisión en los que se basa para hacer sus definiciones sociológicas: “Survivor” y “American Idol”, las versiones estadounidenses de “Supervivientes” y “Operación Triunfo”.
Capítulo 2: cuando los fans se convierten en expertos capaces de reventar una superproducción de televisión
El reality Survivor fue uno de los primeros ejemplos de inteligencia colectiva de la era digital
Así, en el capítulo “Spoiling Survivor: The Anatomy of a Knowledge Community”, Jenkins hace mucho hincapié en el formato estadounidense del reality show que en España se llamó Supervivientes y de cómo una serie de chalados llamados spoilers, que estaban obsesionados con el programa, se convirtieron en verdaderos expertos y oráculos de todo aquello que ocurría en el programa.
De esta manera, generaron una Inteligencia Colectiva que suponía una red de información que generan unos “consumidores” de media anónimos y que se retroalimenta gracias al conocimiento de todos los usuarios. Por usar una de las múltiples anécdotas que usa Jenkins en este capítulo, un descerebrado llamado ChillOne se recorría medio mundo en busca de la localización real de la isla de los supevivientes para anticipar en su blog donde se estaba grabando (aunque es un reality, se emitía en diferido y postproducido) para “reventar” su emisión.
El concepto de inteligencia colectiva, que fue enunciado por Pierre Lévy, señala que se trata de una habilidad que tienen las comunidades virtuales de sacar provecho de la experiencia combinada de sus miembros, de tal manera que lo que los individuos no son capaces de conocer por sí mismos de forma individual, pueden llegar a conocerlo a través de una experiencia colectiva.
En este sentido, emergen nuevas formas de comunidades humanas basadas en una definición voluntaria, temporal y de afiliación táctica, que se reafirman a través de un necesidades intelectuales y emocionales. En ellas los miembros pueden cambiar de un grupo a otro a medida que sus intereses y necesidades evolucionan. Además, no tienen por qué pertenecer a un solo grupo, sino que pueden pertenecer a varios e ir cambiando de uno a otro si que ésto les afecte socialmente.
Son, por explicarlo de otra manera, comunidades que se mantienen vivas a través de la mutua producción e intercambio recíproco de conocimiento, que permite que el colectivo pueda obtener todo el conocimiento específico sobre algo en un momento exacto.
Capítulo 3: Cuando los contenidos generan más dinero por el Transmedia que por la publicidad tradicional
American Idol, una verdadera franquicia transmedia que conjuga diferentes formatos y formas de obtener beneficios
El tercer capítulo de “Convergence Culture” se centra en otro caso de éxito televisivo para demostrar la evolución sociológica que supone la interacción con los contenidos audiovisuales desde otros dispositivos.
Aquí, Jenkins hace especial mención a la monetización u obtención de retorno de la inversión (ROI) por medio de contenidos audiovisuales que fluyen de forma ordenada en diferentes soportes, dando lugar a una mayor fidelización a las marcas de los anunciantes por parte de los consumidores y a los propios contenidos audiovisuales, que se convierten en franquicias transmedia, capaces de generar ingresos de diferentes formas, en distintos formatos y a través de canales que no forman parte de los medios de comunicación de masas (mass media).
En este caso, se fija en el éxito que supuso el programa American Idol, la versión americana de Operación Triunfo, que supuso una entrada de nuevos “jugadores” en el mercado de la producción audiovisual.
Jenkins llama a esta nueva realidad la “economía de la afectividad” en la que los espectadores dejan de querer ser “impresionados” para “expresarse” e interactuar con los contenidos que consumen.
Así, con las votaciones a los nominados, los estadounidenses se volvieron literalmente locos a mandar mensajes de texto, los ya antiguos SMS, con lo que las operadoras telefónicas obtuvieron jugosísimos resultados en un mercado que jamás habían explorado.
Además, de abrir el mercado del entretenimiento a sectores aparentemente lejanos a esta industria como el de la telefonía móvil, American Idol generó un fenómeno fan mucho más fuerte que ninguno hasta el momento que se hubiera generado por medio de la televisión.
Por otro lado, American Idol supuso una verdadera franquicia transmedia, que generó contenidos exclusivos para cada formato. Así, mientras el programa de televisión obtenía ingentes ingresos por medio de la publicidad y de los SMS de los concursantes, las canciones se vendían como churros en las tiendas de discos mientras alcanzaban los números uno de las listas radiofónicas. Al mismo tiempo, se empezó a vender un libro sobre los concursantes de American Idol y los cantantes hicieron una gira de conciertos mulitmillonaria.