El escritor no existe, como profesión, según Hacienda española.
Antonio Iturbe, en su web Lubrújula, escribe que, según Hacienda, la profesión de escritor no existe: “Dijo Larra que en este país, escribir es llorar. Larra era un cenizo. Aquellos eran otros tiempos, no como este siglo de las luces, aunque sean Led. Mi mejor amigo es escritor, o lo intenta. Después de estar años en una empresa de embutidos cárnicos, le han dado morcilla. A la calle. Pero le dicen que le hacen un favor, que así se hará emprendedor, que es lo que se lleva en este país. Ser autónomo en España te garantiza una absoluta seguridad: es posible que no ingreses un céntimo en todo el mes, pero con absoluta seguridad tendrás que pagar tu cotización el día 1, a partir de 270 euros. ¡Qué envidia me dais los autónomos! te dicen los del Régimen General ¡Qué bonito vivir sin jefes! Precioso. Antes tenías un jefe 40 horas a la semana, ahora lo tienes siete días a la semana porque tu jefe es la angustia. Bueno, pues mi amigo se va a hacer autónomo y para darse de alta ha de tener un número de código del IAE (Impuesto de Actividades Económicas). Lo acompaño a una de esas oficinas de la Agencia Tributaria que ha decorado el padre de la Familia Munster”.
Iturbe insiste en que hay cientos de profesiones tipificadas en el listado de actividades económicas: reproductor de pavos, faisanes y palmípedas, cunicultura, intermediarios de préstamos, elaboradores de sopas preparadas… “Entiendo que les den un epígrafe a los fabricantes de ataúdes, profesión muy necesaria y con la clientela asegurada, pero este país tiene tal desprecio institucionalizado por la creación literaria que la profesión de escritor para Hacienda no existe. Me cuesta de creer y, por fin, doy con el grupo de epígrafes de actividades artísticas: hay epígrafes para directores de cine, ayudantes de dirección, actores de cine y teatro, bailarines, artistas de circo y hasta para ‘apuntadores y regidores’. Hay distintos epígrafes para rejoneadores, jefes de cuadrillas cómicas y similares, árbitros de espectáculos deportivos o boxeadores. Pero de escritores ni rastro. Con ese singular sentido del humor de Hacienda, hay un epígrafe para un grupo que engloba ‘Humoristas, caricatos, excéntricos, charlistas, recitadores, ilusionistas, etcétera.’ Ser de profesión ‘excéntrico’ parece interesante, habría que ver dónde dan el título. Pero por extravagante que parezca ser profesionalmente ‘excéntrico’, aún lo es más ser escritor, que ni existe…
“Finalmente, le preguntamos a una amable funcionaria dónde ha de anotarse un escritor en este país para que se sepa que existe: ‘Ha de ir en el grupo 86.1’, que corresponde a ‘Pintores, escultores, ceramistas, artesanos, grabadores y artistas similares’. ¿Y eso?, le preguntamos. ‘¡Es un cajón de sastre: aquí va desde un tertuliano de Sálvame al escultor de la Sagrada Familia’, nos contesta. ¿Cajón de sastre o desastre? Montoro sólo se acuerda de los escritores para quitar a los autores jubilados cuatro duros de derechos de autor si cometen la tropelía de seguir escribiendo, pensando o creando. En este país la Cultura se la toman por el pito del sereno”.