Revista Educación

La cuña

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Hace unas semanas tuve la oportunidad de esquiar por primera vez, así que sin más procedo a relatar ese primer contacto con la nieve a gran escala, porque después de los visto, lo que cae en Tenerife es como la que se forma en el congelador cuando lo dejas abierto.

Grosso modo, en el tan noble como pijotero deporte del esquí hay tres formas de disminuir la velocidad, a saber, haciendo la cuña, dando giros o cayéndote, que es la que más puse en práctica en estos cuatro días en Los Pirineos. Hay otro aspecto fundamental en el esquí que se repite constantemente y es que tus amigos sean unos godos cabrones y daltónicos que confunden el color de las pistas azules con el rojo y a veces con el negro.

La cuña

Cerler es una de las estaciones de esquí del pirineo aragonés, una realmente bonita, además. Al comienzo de la misma se coge el telesilla, que te deja en una colina desde la que has de descender unos 200 metros por una pista inclinada como si fueras a un guachinche en La Corujera hasta llegar a Cota 2000, una suerte de campo base desde donde a su vez parten el resto de telesillas hacia las diferentes cumbres.

En cualquier aspecto de la vida, cuando uno es novato lo razonable es comenzar poco a poco y, a poder ser, con unas nociones básicas. Pero cuando uno es novato y va a esquiar con dos ceporros como Carlos y Emilio, para quienes los esquíes son prolongaciones de sus piernas, la cosa se pone peluda.

Así que lo lógico es que pasara lo que pasó.

Todos al unísono: “Tú haz la cuña y tírate”. “¿Y ya está?”. “Y ya está”.

El esquí tiene que ser de gilipollas porque esto lo hago yo con la punta del naipe”, pensé, y me lancé colina abajo con la inconsciencia de un niño de 10 años. Yo no lo sabía, pero las leyes del esquí dictan que si echas el cuerpo hacia atrás, aumentas la velocidad; y si te inclinas hacia adelante y reposas el peso sobre las botas, tienes mayor control sobre los esquíes y te permite disminuir la velocidad. Pero por mucho que te aconsejen, el instinto te dice: “échate para atrás, que es mejor caer de culito que de pechito”. Y no.

Así que yo, henchido de chulería, todo para atrás y cuñita. Aquello se empezó a embalar cosa mala. Un par de manotazos al aire, la cuña que no servía para nada y para minimizar daños, me tiro al suelo con delicadeza. Emilio que me alcanza los bastones y los esquíes, me calzo y lo mismo: “Tú haz la cuña y tírate”. “¿Y ya está?”. “Y ya está”.

La cuña

¡Ea!. Tras 20 metros recorridos, tres cuartos de lo mismo, al suelo con la elegancia de Cristiano intentando la ruleta de Zidane. En lo alto de la colina, risitas. “¡Oye!, para mí que la cuña esta no frena, eh…”. “La cuña, tú haz la cuña…”

Tercer intento ya a escasos cien metros de la cafetería de Cota 2000. Mismo resultado y primeras sospechas de que frenar solo con la cuña es como afeitarte sin espuma, se puede, pero acabas hecho un cristo.

Así que cuarto y último intento. Me lanzo pista abajo, hago la cuña de los cojones, recto hacia la cafetería, velocidad, más velocidad, súper velocidad, adelanto a Superman, quita Halcón Milenario que vas pisando huevos, descontrol total, MayDay, puta cuña por qué no frenas, la pared a 10 metros de mí, godos hijueputas, los esquíes que se cruzan, se clavan en la nieve y como si hubiera visto el oro de Moscú delante de mí, aterrizo con toda la cara, los bastones sobre la cabeza, el culo mirándome a los ojos, pierna derecha hacia la izquierda y viceversa. El pencazo padre, primer premio en Humor Amarillo, el hombro a tomar por saco (Ley de Murphy), la boca llena de nieve, el culo lleno de nieve, las verijas llenas de nieve…nieve por todas partes.

Carcajadas en la colina.

Moraleja: Si van a esquiar, no se fíen de sus amigos, con la cuña solo no se frena, hay que hacer más cosas: ¡pagarse un monitor!

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