Victoria Rodríguez Gil
90 páginas
Septem Ediciones
Web de la autora
Argumento:
La ciencia ha reducido la memoria a la fórmula R = e − t / S, que define la curva del olvido por la relación matemática que existe entre la intensidad de un recuerdo y el tiempo transcurrido. Para los protagonistas de este libro, las cosas no son tan simples.
¿Se puede recordar el futuro? ¿Guardamos memoria de lo que no ha ocurrido? ¿Elegimos lo que se evoca? ¿Duelen los recuerdos, aunque sean ajenos?
Los diez cuentos reunidos en La curva del olvido plantean preguntas tan inquietantes como éstas, pero no todas las respuestas se diluyen en una solución de ochenta gramos de memoria por cada veinte de olvido.
Las ecuaciones no ayudan a sobrevivir al pasado, aún menos al futuro. Para lograrlo es necesario, a veces, renunciar a la memoria y a la cordura. Y la salvación no siempre está garantizada
Comentario:
La obra es una recopilación de diez relatos de extensión breve, que tienen como leit motiv la memoria y sus fallos, el olvido, etc, haciendo honor al título. Se agradece la coherencia del conjunto, en el cual se ven diferentes facetas o perspectivas del tema. Lo que más destaca es la factura técnica y la prosa de las que hace gala la autora, quien, realizando un tour de force bastante encomiable, trata de dar a cada relato un tono y un estilo diferentes (cartas, informes médicos, etc), incluso voces en tiempos verbales diversos (primera persona, tercera). Eso demuestra un gran dominio de los recursos lingüísticos, muy por encima de lo que se suele ver, y mucho más en noveles, y sobre todo, un intento de ir más allá en cuanto a narración, no quedándose en la mera anécdota argumental y buscando una experiencia estética, que, no obstante, no resulta recargada, sentimental en exceso ni empalagosa, sino fría y racional, rigurosa.
La prosa está muy ajustada el contenido, es rica en vocabulario y matices, aunque hay relatos que destacan sobre los otros. Si tuviera que poner una pega sería el final abrupto de alguna de las historias o el que se prime el virtuosismo técnico sobre la historia. Al menos a mí me ha costado entender el significado de alguno de los relatos, o quizás esperaba algo más. Esta apreciación no empaña la valoración general de la obra, que como digo, está muy bien escrita y planificada. Curiosamente, la memoria aparece varias veces vinculada al amor, y, lo que es más lógico, a la identidad y como afecta a la personalidad (y a la persona) la falta de ella.
Como muestra, la que para mí es una de las mejores piezas "RECORDAR PERJUDICA GRAVEMENTE LA SALUD...", un relato realmente notable donde el lenguaje empleado, el vocabulario y las relaciones con boleros y demás, crean una gran ambientación, y un personaje picaresco, el Flaco, que bien podría ser, español o iberoamericano, protagonista él mismo de algún bolero de desenlace trágico. Técnicamente está muy bien cuajado, aunque el final patine un poco.
Leocadia lo aireaba cada noche, no se le fueran a anquilosar los músculos, los del contento y los de pugilista, que breves, sí, pero alguno tenía; y lo exhibía por restaurantes y clubes, donde se ufanaba de llevar del brazo al joven más gallardo y que mejor cantaba los boleros. En más de una ocasión se encontró rodeado de embelesadas matronas que disfrutaban de su escaso repertorio como si en él se juntara todo el elenco del mismísimo Teatro Real
En resumen, una breve obra compuesta por relatos que requieren una lectura reposada y atenta, pero en absoluto aburrida, sobre un tema en el que se asienta buena parte de nuestra esencia humana, redactada de un modo muy logrado, y más para ser una opera prima.
Más fragmentos:
Se me olvidó olvidarte. Ya sabes cómo soy, un día cogí el tren a Zamora para visitar a mi hermana y me bajé en León sin tener idea de por qué estaba allí. A ella ya no le extrañan mis ausencias. La primera vez que la olvidé tenía diez años. Le dije que me esperase en el coche mientras enviaba un paquete en Correos y al salir me fui a casa en metro sin recordar que la había dejado aparcada en doble fila en la Plaza de Cibeles. Juró que no me volvería a hablar cuando los rescaté horas más tarde, a ella de la comisaría y al coche, del depósito municipal.Así son las cosas desde siempre. Me han dicho que tengo no sé qué región del cerebro yerma como la estepa castellana, que mis sinapsis no se excitan convenientemente, que mi hipocampo, en realidad, más parece un hipogrifo, y que todo es psicosomático y borro aquello que no me interesa recordar.
Elena nunca entendió por qué siempre me negué a mirar los folletos que cada mes de junio, con perseverancia digna de mejores causas, brotaban por las mesas y nos inundaban de mares azules y blancos hoteles. Me quiso durante dos años, los mismos durante los que trató de llevarme a la playa, a cualquiera, a todas; del norte, del sur y hasta del trópico. Y aún no sé si se fue porque se le acabó el amor o la paciencia.Quizás fue entonces cuando empecé a atarme los cordones de los zapatos tan fuerte que a veces se partían; a entallarme la ropa de tal forma que ni un vendaval alcanzaba mi piel y a tensar las sábanas, de noche, hasta el punto de no poder moverme en ellas.
Habla la autora: Victoria Rodríguez Gil
¿Cuál fue tu intención al escribir esta obra? ¿Qué mensaje has querido transmitir con ella?
Mi intención al escribir este libro era la de preguntarme cuánto hay de real y cuánto de inventado en nuestras vidas ya que, según los expertos, los recuerdos no siempre son como los evocamos, tendemos a alterarlos con el tiempo, a mejorarlos e incluso, a empeorarlos o adornarlos. Quizás por mi edad (51), la memoria empieza a ser más que una herramienta, una parte importante de mi identidad a la que me espanta tener que renunciar (tengo varios casos de Alzhéimer en la familia). También es una excusa para analizar las dificultades en las relaciones personales. Creo que no trataba de enviar ningún mensaje consciente, sólo el de preguntarme el porqué de complicarnos tanto la vida.
¿En que se diferencia de otras del mismo estilo, género o temática?
Me gustaría pensar que mi libro difiere de otros volúmenes de cuentos que abordan las relaciones personales (al fin y al cabo, es el principal tema literario, creo) en un estilo que pretende ser directo y variado, pero muy accesible (soy periodista, la legibilidad me importa mucho) y en ofrecer más preguntas que respuestas, que nos haga recapacitar, pero siempre contando una historia, narrando, que es lo que me gusta hacer, y tratando de no aburrir.
¿Cuál sería tu público lector? ¿A quién se lo recomendarías? ¿A quién no?
Creo que mi público lector serían hombres o mujeres de una cierta edad, no adolescentes quiero decir, porque para los más jóvenes creo que mis cuentos resultarían demasiado escépticos y tal vez faltos de interés temático. Los veo más dirigidos a personas con un cierto bagaje vital, quizás como mis propios personajes, asombrados por la realidad en la que creen vivir, pero que quizás no sea tan real. Aquellos que se lo cuestionan todo.
¿Tienes algo que comentar, objetar, aclarar o matizar al respecto de esta reseña? Defiende tu obra de la malvada criticona.
No tengo nada que objetar a tu reseña, te lo digo en serio. Sólo faltaría más. Sé que soy novata en la narrativa, quizás lo bueno que destacas se debe a mis más de 20 años de actividad periodística, que es un sistema óptimo para depurar el estilo y eliminar muletillas y ñoñeces (lo que más odio) Mi única defensa es que he tratado de escribir, en cuanto al continente, lo mejor posible, huyendo de modismos, frases hechas y comparaciones manidas, y respecto al contenido, desde las tripas, tanto que ahora que el libro está al alcance de cualquiera, siento un cierto pudor que no me esperaba. Es una suerte que los lectores ignoren cuánto hay de verdad y cuánto de ficción en una obra narrativa.
Autora:
Victoria R. Gil
(Oviedo, 1962). Periodista, ha trabajado en radio, prensa diaria y revistas, si bien la mayor parte de su actividad profesional se desarrolló en el desaparecido diario La Voz de Asturias. Ha publicado, como coautora, la biografía José Antonio Coto. Una vida dedicada a la empresa y a Asturias (Club Asturiano de la Innovación, Gijón, 2006) y la antología de relatos PervertiDos (Traspiés, 2012).
Escribe la bitácora Fundida en Negro y colabora en el blog colectivo de reseñas literarias La Tormenta en un Vaso