Madrid. Principios de los noventa
Esto ya era otra historia
Puede que corriese el año 1993. Era otoño, eso seguro, cuando en la madrugada de un sábado una chica salió del interior de una casa okupa, en el barrio madrileño de Vicálvaro. No sabemos lo que le esperaba allí fuera, y ella tampoco debía saberlo. Por eso no volvió.En esos años, la música heavy había dejado de ser el entretenimiento que buscaban los adolescentes en las emisoras, o mejor dicho, ya no sólo era eso. Entonces, el movimiento heavy se había ramificado hacia corrientes más subterráneas, que ya no sólo dependían de los locutores más carismáticos. Las nuevas tendencias, más minoritarias, más extremas, venían servidas por pequeñas emisoras que costaba trabajo sintonizar, por modestos fanzines que nos hablaban de grupos musicales desconocidos, que a menudo facilitaban un apartado de correos donde contactar.
En pocos años, se fraguó una escena underground, beneficiada por el boca-oreja, y era bastante frecuente encontrar conciertos en casas okupa, como el Ateneo Libertario de Villaverde, o Minuesa. Recuerdo un concierto especialmente memorable en el Ateneo Libertario. Compartían el cartel Fermento, Sacrophobia, Estertor y Postmortem. Creo recordar que fue el 25 de enero de 1992. Escuchando grupos así, uno tenía la sensación de que bandas como Van Halen, Obús o Helloween hacían música para muñecas Barbie. Esto ya era otra historia.
aún no he dado con la historia completa
Madrid se convirtió de la noche a la mañana en un hervidero para el thrash y el death metal. No tardarían en llegar más grupos como Avulsed, Haemorraghe o Denak. Muchos de estos metaleros encontraban la inspiración para su música en la mitología nórdica, el estudio del satanismo, la crónica negra o la literatura esotérica, entendida en un sentido amplio. Algunos simpatizantes del movimiento eran vegetarianos y se identificaban con la extrema izquierda (si hago caso de las leyendas urbanas, algunos acabaron militando en Izquierda Castellana).
Recuerdo que en aquellos años me entrevisté, entre otros músicos, con Luisma, guitarrista de Avulsed, que después fundaría Haemorraghe. Esa entrevista se publicó en Cólico Miserere, el fanzine que escribíamos varios amigos de la Facultad de Ciencias de la Información: Javier de Agustín, Víctor Núñez Fernández, Javier Díez Ena... y otros amigos como Francis Díaz. Como decía, en esa entrevista, Luisma me comentaba que la grabación de su primera maqueta se retrasó porque a Toni, el batería, le habían roto la mandíbula en una pelea.
También por aquellos años se estrenó una película que nos interesó a todos los que, de una u otra manera, estábamos emparentados con el movimiento: Henry, retrato de un asesino. En Madrid sólo la proyectaban en un cine, además en versión original, y era un cine que se encontraba en la Plaza de España, junto a la Plaza de los Cubos, que era el punto de encuentro de los neonazis por aquel entonces, tan tumultuosos, siempre a la espera de soltar puños. También a veces puños americanos. No faltaron batallas campales entre rapados y chavales de pelo largo. Incluso, si hago caso una vez más de las leyendas urbanas, daré por cierto el rumor de que a un amigo de la época le rociaron el brazo con ácido.
Respecto a aquella chica que salió de la casa okupa, fue una de las noticias que más me impresionaron entonces. No tardó en ser encontrada muerta, en un descampado de la zona. Y después de un breve reportaje en televisión, la prensa se olvidó del tema. El caso es que aún no me he conseguido enterar de la historia completa. Por eso sigue siendo un misterio para mí. Porqué murió, quién acabó con su vida, a qué se hubiera dedicado aquella adolescente si hubiera seguido viva, cómo sonreía o caminaba. Ya han pasado bastantes años desde entonces, y la pérdida de esa joven a la que no llegué a conocer sigue siendo un misterio.
David G. Panadero