Título original:
La danza de la realidad
Año:
2013
Fecha de estreno:
26 de Septiembre de 2014
Duración:
130 min
País:
Chile y Francia
Director:
Alejandro Jodorowsky
Reparto:
Brontis Jodorowsky, Pamela Flores, Jeremías Herskovits, Alejandro Jodorowsky, Andrés Cox, Bastian Bodenhöfer
Distribuidora:
Karma Films
Tras casi un cuarto de siglo, Alejandro Jodorowsky vuelve a ponerse detrás de las cámaras para adaptar su autobiografía, La danza de la realidad. El film se estrenó en Cannes el año pasado, demostrando que su realizador mantiene el respeto y admiración de buena parte del público cinéfilo, a pesar de su ausencia durante el siglo XXI. Jodorowsky es uno de esos directores que o amas u odias y me temo que yo me encuentro más en el segundo bando, pero La danza de la realidad es bastante diferente a cualquier película suya que haya visto. Aunque mantiene el tono surrealista, no está tan desbocado como en los trabajos que le convirtieron en un director de culto, pero esto no significa que la imaginación haya dejado de jugar un papel primordial.
El abuelo de Alejandro fue expulsado de Rusia y emigró a Chile, razón por la que la familia Jodorowsky no tenía raíces en la sociedad en la que vivía. Ese desarraigo se entiende a la perfección por las máscaras con las que Jodorowsky retrata a la sociedad en la que se crió, creando una masa prácticamente homogénea y uniforme, carente de interés y distanciada del pequeño Alejandro. La sociedad que se muestra, comparada con otras películas de Jodorowsky, es muy ordinaria, ya que no hay tantos personajes extravagantes como los que suelen copar sus films. Así no nos distanciamos tanto de lo que ocurre en el contexto social de los personajes, un aspecto algo descuidado en sus otros films, en este caso ese realtivo realismo es necesario porque si no no se podría vislumbrar aquello que rodeaba a Alejandro.
Aparte del rechazo que sufre el niño ante el resto de sus compañeros, por su tez pálida y otras diferencias físicas, es importante la influencia que tienen su padre y su madre en su desarrollo. El papel del padre es el que más evoluciona en la historia, es una figura muy autoritaria que mantiene a Alejandro en un anhelo continuo por el amor y la atención paterna. Mientras que la dulzura de la madre contrasta con ese papel, pero a la vez es un personaje sumiso al padre, dejando a Alejandro exento de un referente equilibrado, lo que provocó que su único refugio fuera su yo futuro, es decir, su imaginación. Su padre, Jaime, se va humanizando a medida que avanza la película y es útil para reflejar la opresión que vivía la sociedad chilena en la época. Jaime sufre una crisis de identidad, propia de la gente sin raíces, que no sabe a qué unirse para sentirse parte de una comunidad, en un principio no entiende la vida más allá de unos férreos ideales impuestos. La trama de este personaje se acaba desarrollando en exceso y parece que Alejandro está buscando una forma de justificar la manera en que su padre le trataba de pequeño, pasando de una figura paterna inflexible a una más vulnerable que se asemeja a la sensibilidad propia de Alejandro.
Es un interesante ejercicio de ‘autobiopic’, porque me parece insólito ver cómo un director reflexiona sobre su infancia en una película. La unión de imaginación y realidad define el sello de Jodorowsky, también presente en La danza de la realidad, pero este es su film más fácil de seguir, aunque no se le puede clasificar en ningún momento como simple. Además de mostrar el bagaje que tiene la niñez en el futuro también se reflexiona sobre la búsqueda de una sociedad en la que integrarse. Pero lo más interesante es poder comprender aspectos presentes en otras películas de Jodorowsky gracias a este retrato de su propia infancia, como la obsesión sexual asociada a su padre y que se puede ver en todas sus películas o el ambiente circense, que sobre todo destaca en Santa sangre y en el comienzo de La montaña sagrada. A pesar de estos aspectos positivos, los ridículos momentos musicales y la extensión de las tramas acaban provocando que cueste mantener el interés en la historia, que va desvariando sin un objetivo aparente.
6/10