Hubo un tiempo que fue hermoso. Un tiempo en que River encadenaba títulos, como la exitosa trilogía 1996-97, con Ramón Díaz en el banco. Hoy, en cambio, escuchó la sentencia de Promoción por el bajo promedio en las últimas tres temporadas. Hubo días, también, en los que River apostaba fichas a un DT durante cuatro años, tal como ocurrió con Passarella en su primer ciclo. Ahora, todo es distinto. Desde la segunda mitad de 2008, cinco técnicos ocuparon la silla eléctrica. Un desfile vertiginoso por la puerta de salida.
Hubo años, incluso, en los que sus jugadores franquicia eran la cara de vueltas olímpicas. Hace un rato, nomás, Almeyda fue el rostro de un equipo al borde del abismo. Y hubo décadas, sobre todo, en la que los dirigentes de River firmaban balances con números positivos. José María Aguilar, sin embargo, dejó el club “en coma cuatro”, según repite Passarella. El hombre que, ni siquiera, pudo llevar a este paciente a terapia intensiva. Hubo un tiempo, en definitiva, que fue hermoso para River. Por estas horas, su espeja retrata una postal diferente. Triste. La debable total.