La reflexión de Rocker es sumamente pertinente hoy, cuando aún existen individuos que consideran válida y posible la idea marxista según la cual “todos los asuntos de los hombres deben ser manejados por el gobierno, independientemente de las preferencias individuales” Benjamin Tucker.
Esa idea (que hoy se vuelve profundamente irónica) y que considera que el modo de terminar con los monopolios y privilegios que dan paso a las clases sociales (parafraseando al mismo Tucker) es crear un vasto monopolio controlado por el Estado, donde el gobierno no debe sufrir ninguna competencia, y la tierra, máquinas, y todos los instrumentos de producción deben ser arrebatados de las manos individuales, y hechos propiedad de la colectividad.
Irónica, porque tal como el mismo Marx planteaba “la fuerza política es, en verdad, la fuerza organizada de una clase para la opresión de otra clase”.
Y que mejor ejemplo vivo de esta ironía que la transferencia de poder monárquica, de tercera generación, que en estos tiempos ocurre en un país asiático que dice basarse en esa idea, y la otra transferencia monárquica entre hermanos ocurrida hace algunos años en una isla.
Y ya lo anticipaba Benjamin Tucker en 1886: “independientemente de lo que los Socialistas de Estado puedan reclamar o negar, sus sistema, si se adopta, está condenado, más tarde o más temprano, a terminar en una religión del Estado, a cuya manutención todos deberán contribuir y ante cuyo altar todos deberán postrarse…”
¿Qué tipo de igualitarismo es este? ¿Democracia real, igualdad, libertad, una sociedad sin clases, una fase de transición?
La ironía de Marx entonces se hace más latente, al hablar de su proyecto y si se analiza lo ocurrido: “En lugar de la vieja sociedad burguesa con sus clases y contradicciones de clases, aparece una asociación, en la que el libre desarrollo de cada uno está condicionado por el libre desarrollo de todos”.
No obstante, Bakunin ya había predicho lo que años después Robert Michels llamaría la Ley de Hierro de la Oligarquía: “El Estado pseudopopular, inventado por el señor Marx, no representa, en su esencia, nada más que el gobierno de las masas de arriba a abajo por intermedio de la minoría intelectual, es decir de la más privilegiada, de quien se pretende que comprende y percibe mejor los intereses reales del pueblo que el pueblo mismo”.
Rudolf Rocker tiempo después ratificaba esa predicción: “El experimento del bolcheviquismo en Rusia ha demostrado claramente que por medio de la dictadura se puede llegar al capitalismo de Estado, pero nunca al socialismo. También una sociedad sin propiedad privada puede esclavizar a un pueblo. La dictadura puede suprimir una vieja clase, pero siempre se vera obligada a acudir a una casta gobernante formada por sus propios partidarios, otorgándoles privilegios que el pueblo no posee.”
Trostky también menciona ese proceso: “El aumento del bienestar de las capas dirigentes comienza a sobrepasar sensiblemente al del bienestar de las masas. Mientras que el Estado se enriquece, la sociedad se diferencia”.
Y continuaba: “Por las condiciones de la vida cotidiana, la sociedad soviética actual se divide en una minoría privilegiada que tiene asegurado el porvenir y en una mayoría que vegeta en la miseria, pues la desigualdad de que hablamos produce en los dos polos contrastes marcadísimos. Los productos destinados al consumo de las masas, son, habitualmente y a pesar de sus altos precios, de muy baja calidad”.
Benjamín Tucker no se equivocó al decir en 1886 “La sociedad no estará fundada sobre la garantía del disfrute igualitario de la mayor libertad posible. Tal libertad, en caso de existir, sería muy difícil de ejercer y podría ser suprimida en cualquier momento”.
Por eso, “una de las grandes paradojas de nuestro tiempo: que el poderoso y normalmente indiscutible grito por "igualdad" es conducido por el decididamente anti igualitario objetivo de cabalgar sobre su espalda hacia el cada vez más absoluto poder político, un triunfo que desde luego convertiría a los mismos igualitarios en una elite gobernante en ingresos y en riqueza, así como en poder”. Murray Rothbard.
Lamentablemente, esa paradoja también se produce en nuestras democracias, donde las élites políticas “no parecen tropezar ni un paso en su escalada hacia la riqueza, la fama y el poder. En cambio, invariablemente se regodean en felicitaciones a sí mismos y a sus similares colegas de la elevada moral en la que se han envuelto a sí mismos” Rothbard.
No obstante, es preferible una democracia perfectible que una dictadura monárquica donde como decía Benjamin Tucker “la individualidad gradualmente desaparece y el gobierno o el Estado se convierten en la totalidad”. Sin duda alguna.
Lectura recomendada
- Bakunin Mijail. Estatismo y anarquía.
- Rocker Rudolf. Las ideas absolutistas en el socialismo.
- Rothbard Murray. Igualitarismo y élites.
- Trostky León. La Revolución Traicionada.
- Tucker Benjamin. Socialismo de Estado y anarquismo:
- En qué coinciden y en qué difieren.