Revista Cultura y Ocio

La decisión de Sophie (William Styron)

Publicado el 20 febrero 2015 por Elpajaroverde
¿Con cuántas personas nos cruzaremos a lo largo de nuestras vidas? ¿Cientos, miles, millones? ¿Cuántas de ellas dejarán su impresión en nosotros y cuántas otras se diluirán por los caprichosos recovecos de nuestra memoria? ¿Cuántas quizás entrarán y saldrán a su antojo, física o imaginariamente? ¿De cuántas que apenas suponen un instante en nuestras vidas habremos imaginado qué hay detrás de una sonrisa, de una mirada melancólica, de un simple gesto que ha captado nuestra atención? ¿Nunca habéis jugado a imaginar vidas ajenas, pajaritos, a inventarlas? Inventar vidas, ¿acaso no consiste en eso en parte el trabajo de un escritor? Tal vez todos nosotros llevemos dentro un escritor en potencia, pero sólo los más audaces y visionarios son capaces de regar esas vidas inventadas y hacerlas crecer anulando las auténticas, y enredarlas y trenzarlas hasta engendrar con ellas monstruos de novelas. "La decisión de Sophie" es uno de esos monstruos.

La decisión de Sophie (William Styron)

Portada de La decisión de Sophie

Un jovencísimo William Styron se muda a una casa de huéspedes en Brooklyn. Pretende embarcarse en la aventura de escribir la que será su primera novela. Corre el año 1947. El mundo se recupera de seis años de conflictos bélicos y de la mayor vergüenza de la humanidad. Conoce allí a una mujer, joven aunque varios años mayor que él. Es rubia, hermosa, polaca y católica. El tatuaje en su brazo delata su paso por algún campo de concentración. El dolor en su mirada y los intentos por recuperar su frágil salud lo confirman. Styron entabla conversación con ella en alguna ocasión, muchas veces en francés, pues la mujer apenas habla inglés. Nunca charlan del pasado, el escritor en ciernes no quiere indagar, prefiere respetar el dolor o tal vez se crea incapaz de manejarse con él. Conoce también a otro huésped, un hombre, pareja de la mujer. Cuando William Styron se muda de la pensión la mujer no se halla presente. Así, sin despedirse siquiera, termina el cruce casual de las vidas de estas dos o tres personas (incluyamos también a la pareja de la mujer), o al menos así lo considera el escritor en aquel momento. Poco podía imaginar entonces, que casi un cuarto de siglo después, la mujer volvería a visitarlo. Volverá en un sueño, y con su visita onírica lo sacará del bache de inspiración literaria en que se halla sumido. Dejará interrumpida la novela que estaba intentando continuar y comenzará a escribir la que será una de sus obras más conocidas.
Stingo. Es este el apelativo con el que Styron era conocido en su juventud y también es el nombre elegido para encarnar a uno de los protagonistas y también narrador de "La decisión de Sophie". Stingo nos narra sus vivencias como recién llegado a Nueva York desde el sur del país. Stingo, ese personaje en el que no se sabe dónde termina lo autobiográfico y donde empieza lo ficticio. Cuántas veces me he descubierto en la fracasada por imposible tarea de discernir lo verídico de lo inventado, lo adornado de lo real. Stingo puede resultar petulante y pretencioso, especialmente al principio. Arrogancia de la juventud, supongo, aunque el estilo narrativo de Styron tampoco ayuda. Me ha recordado este autor a Javier Marías (sí, ya sé que lo correcto sería decir que Marías me recuerda a Styron, pero yo he leído antes al madrileño que al estadounidense, qué queréis que haga), por sus frases interminables, por su recurso ilimitado de vocablos, por ese andarse por las ramas y parecer no llegar nunca al meollo. Ay, pajaritos, cómo si las ramas no perteneciesen todas al mismo árbol, pero necesitamos a alguien que vuele más alto que nosotros para que lo vea y nos lo haga ver.

La decisión de Sophie (William Styron)

Flute. Fotografía de Khairil Zhafri

Detecto también una fina ironía en la forma de escribir del autor, o la imagino tal vez. Me sonroja descubrirme sonriendo ante algún episodio acontecido por Stingo, como si no creyera posible encontrar algo cómico en un libro destinado a desvelarnos el horror más cruel e inimaginable, como si no me permitiera reír por miedo a que la risa se helara y se convirtiera en mueca al descubrir a la vuelta de página y a traición el dolor más punzante y atroz. Qué acto de benevolencia, qué grande, ramas más ligeras entre las más pesadas, como descanso, para tomar fuerzas, para poder enfrentarnos a ese tronco grueso, fuerte y duro pero sustentado por raíces podridas.

La decisión de Sophie (William Styron)

Osito. Fotografía de Hernan Gonzalez

En el primer encuentro con los otros dos protagonistas de esta novela Stingo asiste sin querer a una fuerte discusión entre ellos. Nathan arremete verbalmente contra Sophie de forma cruel y despiadada, sin tregua, sin cuartel. Sí, pajaritos, adivináis bien. Nathan y Sophie son la pareja que Styron conoció en la casa de huéspedes en la que vivió en su juventud. Contra todo pronóstico, a la mañana siguiente Stingo se reencuentra con una en este caso acaramelada pareja y comienza a forjarse una fuerte amistad entre los tres. Stingo no puede evitar dejarse fascinar por la atrayente y magnética personalidad de Nathan, así como tampoco puede evitar caer rendido y enamorado ante la bella y adorable Sophie. Sophie, tan pura, y tan llena de secretos. Nathan, encantador, culto y generoso, pero con una bomba de relojería en su interior siempre a punto de estallar.
A diferencia del Stingo real, el Stingo de la novela sí tendrá oportunidad de conocer el pasado de Sophie a través de los episodios que esta decide ir contándole. Os comentaba que era él el elegido para llevarnos en primera persona por esta novela, pero gracias a sus conversaciones con la joven polaca se nos concede también el privilegio de escuchar la voz de Sophie. Asistimos para ello a un completo cambio de registro por parte del escritor norteamericano, que recurre a una prosa pura y fresca, casi lírica. Si lo primero que enamoró a Stingo de Sophie fue cierta parte de su anatomía, la primera vez que oigo su voz yo no puedo evitar enamorarme de ese alma pura y cristalina que me muestra, así como tampoco soy capaz de eludir el traslado a ese Cracovia de cuento de su infancia que nos narra.
Pero pierdo esa voz, pajaritos. A medida que Sophie se va sincerando con Stingo se me va cayendo la venda. Se van descubriendo mentiras, se van desvelando secretos, y esa infantil inocencia da paso a una mujer torturada por la culpa y la pena más absolutas. No, no culpéis a Sophie por el engaño, tampoco a Stingo, por no contárnoslo antes. Al fin y al cabo, ¿quién es Stingo? ¿Un personaje? ¿El yo joven del autor? ¿El narrador? No, pajaritos, Stingo no es más que un mero instrumento que Styron usa para llevarnos a dónde él quiere justo cuando quiere. El autor estadounidense es uno de esos escritores a los que les gusta jugar con el lector (¡¡bien!!) y además es un gran jugador, de los que nos la cuela sin que nos enteremos. Su novela es un gran tablero de ajedrez y nosotros somos simples peones que mueve a su antojo.

La decisión de Sophie (William Styron)

vinyl. Fotografía de assillo

En España celebramos los Santos Inocentes el 28 de diciembre pero en muchos países lo hacen el primer día de abril. El 1 de abril de 1943 Sophie llega a Auschwitz ignorante de la perversa y macabra broma que le tiene preparada el destino. Allí, en el andén de una estación de tren, tendrá que enfrentarse a la terrible decisión a la que hace alusión el título de esta novela. Cara o cruz. Elija lo que elija pierde. Y ahí se nos cae la venda por completo y comenzamos a ver, comenzamos a comprender. Comprendemos la culpa de Sophie. Comprendemos que algo en ella se paró, se rompió para siempre. Comprendemos el significado de la palabra irreversibilidad. Comprendemos que Sophie es una muerta en vida. Comprendemos su relación con Nathan, dos seres rotos que tal vez juntos puedan acoplar sus fragmentos y quizás por un instante jugar a que pueden olvidar. Y cuando leemos el final de esta monstruo de novela, comprendemos también que no podía acabar de otra manera.
"Como concluye Rubenstein, "los campos de concentración constituían, pues, una amenaza mucho mayor para el futuro humano de lo que lo habrían sido si sólo se hubiesen destinado al asesinato en masa. Un centro de exterminio sólo puede producir cadáveres; una sociedad de dominación total crea un mundo de muertos vivientes..."
Como dijo Sophie, "muchos de ellos, si hubieran sabido lo que tendrían que sufrir, habrían preferido el gas enseguida"."
Hacía varios años que aspiraba a leer este libro pero se me resistía. Era un sí pero no. Hay títulos y autores que me inspiran respeto aunque auguro que este va a ser un año de quitarme muchos complejos lectores. Sophie nunca sabrá qué habría pasado de haber optado por la otra alternativa. Estéril duda, otra forma más de atormentarse, la suerte ya estaba echada. Se torturará reviviendo una y otra vez ese instante decisivo en ese lugar y fecha que lleva grabados a fuego. Ese es su verdadero tatuaje, el que lleva en el alma, no en el brazo. Yo, sin embargo, aquí y ahora, puedo afirmar sin atisbo de duda, que mi decisión de leer "La decisión de Sophie" en este momento, no ha podido ser más acertada.  

La decisión de Sophie (William Styron)

Línea de ferrocarril. Fotografía de Sebastián Rebolledo


Ficha del libro:
Título: La decisión de Sophie
Autor: William Styron
Editorial: Belacqua
Año de publicación: 2008 (1980)
Nº de páginas: 896 

"La decisión de Sophie": música y cine


"La decisión de Sophie" es una de las novelas más conocidas del escritor estadounidense William Styron y supuso todo un éxito internacional tras su publicación en 1979. Fue premiada con el National Book Award en 1980. Dos años después y bajo la dirección de Alan J. Pakula se filmó la versión cinematográfica de la novela que recibió cinco nominaciones a los Premios Óscar, incluído el de mejor actriz, con el que se alzó Meryl Streep por su interpretación de Sophie.
La música clásica está presente a lo largo de toda esta novela. Muchos son los discos escuchados por Nathan y Sophie en la habitación de esta, muchas son las obras citadas, muchos los momentos claves en la vida de Sophie unidos en su memoria a una sonata o una sinfonía en particular. Casi podría hablarse de una banda sonora de esta novela. Y no ha podido dejar de maravillarme esa contraposición que hace el autor entre la belleza de la música y el horror narrado en sus páginas, así como tampoco ha dejado nunca de sorprenderme la íntima relación que tuvo el nazismo con la música clásica. Ni siquiera la música tuvo el poder de amansar a esas fieras que escribieron una de las páginas más oscuras y detestables de nuestra Historia.
Una de las obras citadas en la novela es el primer movimiento de la sexta sinfonía de Beethoven, conocida como la sinfonía Pastoral por estar inspirada en la naturaleza. Naturaleza, fuente de vida y muerte, otra gran contradicción, o no. Por ello, y como homenaje a Sophie, que cuando la vuelve a escuchar no puede evitar conmoverse hasta las lágrimas, no podía terminar esta entrada de otra manera. ¡¡Música, maestro!!

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