Revista Cultura y Ocio

"La defensa". Novela rusa de Vladimir Nabokov

Publicado el 02 agosto 2021 por Juancarlos53

"Después de una partida de tres horas la cabeza le dolía terriblemente, no entera, sino en partes, en negros cuadrados de dolor, y durante un buen rato no podía encontrar la puerta, que estaba oscurecida por una mancha negra, y no podía recordar las señas de la adorada casa; por fortuna llevaba siempre en el bolsillo la tarjeta postal, doblada en dos, un poco rota por el doblez ("Le esperamos esta noche")".

De Vladimir Nabokov conocía, como la mayoría de los mortales, su "Lolita", perturbadora novela publicada en USA en 1955. El éxito de esta obra, sin duda alguna la que llevó a su autor al Olimpo literario, provocó que editores y lectores comenzasen a interesarse por el resto de su producción. Fue así como las novelas que escribió en ruso empezaron a ser traducidas al francés y al inglés por él mismo que fue trilingüe (ruso, francés e inglés) desde su niñez.

La edición española de "La defensa" que he manejado, la de Anagrama de 1990, es traducción de la que en 1965 apareció publicada por vez primera en lengua inglesa. Es esta de 1965 la que ha traducido al castellano el mexicano Sergio Pitol, magnífico siempre en esta labor y autor reconocido de un buen número de novelas que merecerían más atención por parte de todos.

Esta obra aparece publicada por vez primera el año 1929 en París en una revista literaria editada por emigrados rusos. Pero sería el año siguiente cuando una editorial berlinesa, también dirigida por emigrados rusos, la que la colocaría en el mercado. En ambos caso, naturalmente, la novela iba en lengua rusa, la original en la que el autor la escribió, y apareció con el título "Zaschita Luzhina" ( 'La defensa de Luzhin') referido a una jugada de ajedrez supuestamente inventada por su protagonista, el gran maestro Luzhin. Nabokov en el prólogo que puso a la edición inglesa de 1965 y que se reproduce en la española de 1990 aclara que "Este nombre rima en inglés con 'illusion' (ilusión) si se pronuncia con la 'u' suficientemente abierta". Y allí mismo confiesa que su redacción la inició en la primavera de 1929 en "Le Boulou, un pequeño balneario de los Pirineos Orientales en donde me hallaba cazando mariposas, y la terminé en Berlín ese mismo año".

La novela cuenta la historia de Alexander Ivánovich Luzhin, estrafalario personaje hijo de una aristócrata familia rusa. Su padre es un escritor mediocre que ha escrito cerca de diez libros dirigidos a un público adolescente pensando siempre, dice él, en su hijo Alexander. Desearía el Luzhin escritor que su vástago triunfase en la música y para ello lo matriculará en una buena institución escolar. Sin embargo el joven Luzhin no parece inclinarse por este arte y además en el centro escolar sufre el acoso y las burlas de sus compañeros a propósito de su introvertido carácter y las cualidades literarias del padre que le dedicó uno de sus libros.

Luzhin hijo sale de su letargo vital cuando visitando a una tía suya, amable y vividora, ésta le muestra un tablero de ajedrez y le va dando las nociones básicas del juego. La atracción por el juego milenario se le acrecienta merced a su profesor de Educación Física, Valentinov, que ve en el chico cualidades innatas para el mismo y comienza a entrenarlo y llevarlo a torneos. Por su parte Alexander Ivánovich desde hacía ya tiempo había dejado de asistir al instituto atraído por el deporte ciencia al que sin importarle nada exponía su tía dejándolo solo en la casa mientras ella salía a la calle. El padre al descubrir a quién visita su hijo cuando hace pellas se preocupa seriamente por la estabilidad de su matrimonio.

En un magnífico salto temporal nos encontramos en el capítulo cuarto -son 14 los que conforman todo el relato- con un Luzhin adulto que en ese momento parece estar recuperándose de alguna dolencia en un balneario berlinés. En ese balneario la visión de una ventana, a la que señala con su bastón junto a una bella mujer cuya identidad desconocemos, parece despertar en él una serie de recuerdos que iremos conociendo en los capítulos siguientes. Conocemos al viejo Luzhin que viaja por toda Rusia en pos de su hijo prodigio que gana torneo tras torneo habiéndose convertido ya en consumado maestro del ajedrez. Sabemos por el brazalete negro que porta este anciano que la madre de Luzhin ha fallecido, y cuando este flashback finaliza y regresamos al balneario donde se inició la retrospectiva sabemos por la conversación que mantienen Luzhin y la mujer que lo acompaña que el escritor Luzhin, padre del maestro Luzhin, también ya ha fallecido.

Vive el ajedrecista Luzhin en un mundo ajeno a la realidad. Todo en él son estrategias, jugadas pensadas, problemas resueltos, partidas reproducidas mentalmente paso por paso, planteamientos defensivos, análisis retrospectivos de pasos seguidos en la partida, consideraciones diversas sobre ataques decididos o sobre jugadas de distracción que provoquen en el adversario el error o la obnubilación necesaria para asestarle jaque mate con decisión y acierto. Tan sólo una mujer, aquella con la que se encontraba observando esa ventana evocadora en el balneario, le intentará sacar de su adicción al tablero. Ella es la hija de un acaudalado y acomodado matrimonio emigrado ruso afincado en Berlín que no ve con buenos ojos la relación que mantiene su hija con este desaseado y despistado hombre para quien el mundo se reduce a 32 piezas desplazándose por 64 cuadros en movimientos codificados que admiten una infinidad de posibles combinaciones. Pero la fuerza de la juventud es grande y los deseos de los padres de Ella (Nabokov nunca revela el nombre de esta mujer como si esta joven careciese de personalidad propia) no contienen la atracción un tanto rara y peculiar de Ella hacia Luzhin. Y digo rara y peculiar porque entre ambos existe un distanciamiento enorme que se percibe en el lenguaje que utiliza dirigiéndose a él por el apellido, siempre tratándole de usted, y postergando las relaciones íntimas para cuando realizasen el viaje de novios, algo que siempre se dilataba en el tiempo.

A Luzhin este asunto del enamoramiento le preocupa poco en comparación con el que llena toda su cabeza: el enfrentamiento que en breve tendrá con el italiano Turati, máximo exponente del ajedrez del momento. Tal torneo tendrá lugar en Berlín y a él Luzhin dedica todas sus energías. Las aperturas de Turati las conoce al dedillo y tiene estudiadas y establecidas las correspondientes respuestas a las mismas. Todo, pues, parece estar controlado. Sin embargo el día de la partida Turati realiza una salida inesperada que frustra todos los planes de Luzhin. La partida se complica, la defensa ha de ser bien otra, la mente de Luzhin se obnubila, la tensión crece en su interior, el tiempo discurre, la jornada va a acabar, la partida habrá de postergarse hasta el día siguiente, Luzhin no desea tal cosa pero tampoco encuentra la respuesta adecuada, ha de dejar anotada en un papel su próxima jugada, y... en ese momento todo desaparece, todo cambia y el mundo real se impone. Luzhin está seriamente enfermo, una fuerte crisis nerviosa se desata dentro de él, por lo que tendrá que procurar curarse si quiere seguir en este mundo.

No quiero decir nada más de la trama porque si lo hiciese el interés de la lectura quizás se diluyese un poco. No obstante el mismo Nabokov en su imprescindible prólogo (quizás sea mejor leerlo finalizada la novela que no antes) advierte que leer una historia sabiendo su resolución no debiera hacer decrecer el interés por la misma. ¿Por qué insiste el autor en esta idea? Sólo hay una razón y es que Vladimir Nabokov es consciente de que la literatura no reside exclusivamente en la historia que se cuenta sino en la manera empleada para presentarla.

Esta es la gran apuesta que el novelista realiza en esta novela: presentar una historia de amor y ajedrez utilizando para ello efectos y recursos parejos. Quizás por ello sea el flashback uno de los elementos imprescindibles en la estructura de esta narración de manera análoga que el repaso de los movimientos preliminares a la jugada que está por venir es procedimiento esencial en el ajedrez. A este repaso de lo acaecido antes viene a unirse en la historia del protagonista Alexander Ivánovich los traumatizantes sucesos vividos por él durante su niñez y que habría de arrastrar y arrostrar a lo largo de toda su existencia en consonancia con lo sostenido por el psicoanálisis que tanta fuerza había adquirido en los años en que Nabokov se haya escribiendo el relato. La mujer de Luzhin piensa con buen criterio que para curar a su marido de la crisis nerviosa es necesario hacerle olvidar todo lo que en su mente le recuerde el ajedrez. Así Ella, sus padres y el entorno que lo rodea evitarán hasta palabras como peón, torre, rey, caballo o reina por si su sonido pudiera despertar en la mente del ajedrecista su perniciosa afición. Pero no es fácil tal cosa. Un día en un baile organizado por su esposa él topa con un antiguo compañero de clase del instituto de San Petersburgo llamado Petrishchev quien al reconocerlo le hablará de otros chicos de aquellos tiempos como por ejemplo Gromov que lo acosaron con crueldad. Estos nombres despiertan en él otros ( Valentinov, su tía que le enseñó el juego, etc.) que harán que el pasado vuelva a su cabeza. Quizás allí se encuentre la solución, piensa su confundida mente, ha de repasar cuanto ha vivido para dar una oportuna respuesta ("el encuentro con Petrishchev era tan sólo la continuación de algo, y que era necesario profundizar más, volver hacia atrás, y repetir todas las jugadas de su vida desde la enfermedad hasta el baile"). Los procedimientos del ajedrez que le han hecho enfermar, reflexiona, serán paradójicamente la solución. Su adecuada defensa nacerá de la acertada comprensión de todo cuanto ha vivido.

Respecto a lo anterior y en un alarde humorístico -y no es el único presente en el libro- el autor cuando presenta esta narración dice que en todos los prólogos que ha escrito para las ediciones inglesas de sus novelas rusas siempre ha querido "dirigir unas cuantas palabras de aliento a los representantes de Viena [...] Tanto analistas como analizados disfrutarán, o al menos eso espero, con ciertos detalles del tratamiento al que Luzhin es sometido después de su crisis nerviosa (como la insinuación terapéutica de que un jugador de ajedrez ve a su madre en su propia reina y a su padre en el rey contrario)". Este no es el único rasgo de humor inteligente que muestra Vladimir Nabokov en esta novela. Son numerosas las referencias al frío ruso y también berlinés. Y muchas veces las realiza a través de inteligentes imágenes literarias cargadas de sentido humorístico: ""Desde una tienda de máquinas tragaperras les llegó el sonido de una cancioncilla, hasta que alguien cerró la puerta para que la música no se resfriara." o ""era tal el frío que ni siquiera los estudiantes querían patinar. En los parques yacían los pajaritos con el pecho abultado y las patas al aire. El impotente mercurio, bajo la influencia del medio, bajaba cada vez más. Hasta los osos polares del zoológico encontraban que la dirección se había excedido."

Me ha parecido de lo más interesante el contexto social en que se ubica el relato: el mundo de emigrados forzosos o voluntarios rusos que escaparon del zarismo o/y de los bolcheviques para salvaguardar sus bienes o salvar sus vidas ("Vasili Vasilievich, tímido, majestuoso, puro de corazón, con una barba rubia y zapatos de fieltro propios de un anciano. Durante el zarismo había sido desterrado a Siberia y luego al extranjero, de donde volvió en 1917 a tiempo para dar un vistazo a la revolución antes de ser nuevamente desterrado, en esa ocasión por los bolcheviques"). Son en su mayoría aristócratas y nuevos ricos representantes de la burguesía como los padres de la mujer de Luzhin. Característica de este grupo social es su emprendimiento y amplia cultura que viene a chocar con las grandes lagunas en este campo de Luzhin que junto a su abandono corporal y de vestuario su suegra critica con razonamientos propios de quienes quieren darse un tono del que carecen. Y es que Luzhin, alter ego del propio escritor, no necesita aparentar, él es claro y diáfano, aunque viva en un mundo paralelo conceptual y abstracto propio del juego que lo tiene materialmente abducido. Luzhin como el propio Nabokov y Vera, su esposa, es enemigo de lo que en ruso se denomina (la cotidianidad y sus insignificantes ocupaciones) que le ofrece Ella para curar su adicción: hace falta comprar un abrigo nuevo, el bizcocho no ha tenido el éxito que merecía, es necesario limpiar la tumba del padre, hay que pasar por el dentista, etc.

Vladimir Nabokov además de consumado novelista era crítico literario, especialista en mariposas y ajedrecista consumado. Todas estas habilidades las exhibe en esta novela. La de entomólogo la muestra de pasada en el mismo prólogo cuando dice que comenzó a escribir esta novela "en la primavera de 1929 en Le Boulou, un pequeño balneario de los Pirineos Orientales en donde me hallaba cazando mariposas, y la terminé en Berlín ese mismo año", la de crítico literario en las andanadas que lanza allí mismo a ese gremio que él conoce tan bien ("me gustaría ahorrar tiempo y esfuerzo a los críticos poco imaginativos -y, en general, a las personas que mueven los labios mientras leen y de quienes no puede esperarse que se enfrenten a una novela sin diálogos cuando su argumento puede saberse gracias al prólogo-") y en las muchísimas referencias a títulos y autores que aparecen esparcidas a lo largo y ancho de la narración:

  • "los libros de su progenitor eran tan aburridos como El músico ciego de Korolenko o La fragata Palas de Goncharov. El gran volumen de Pushkin con el retrato de un muchacho de labios abultados y cabellera ensortijada en la portada nunca había sido abierto."
  • " -He andado de una librería a otra -suspiró la hija-; quería leer sin demora a Julio Verne y las novelas de Sherlock Holmes. Por lo que he advertido, nunca ha leído a Tolstoi. [...] Le gustó Anna Karenina, especialmente las páginas sobre las elecciones del Comité Regional y la cena ofrecida por Oblonski.".
"La institutriz y el ama de llaves descendieron pausadamente del segundo vehículo, la una por la izquierda, la otra por la derecha. El padre se quitó los guantes. La madre, levantándose el velo, vigilaba al mozo de estación de pecho abombado que se encargaba de recoger las mantas de viaje. Un repentino viento sacudió las crines de los caballos e hinchó las mangas color carmesí del cochero."

"Luzhin se quedó dormido en el automóvil; los reflejos de una luz blanquecina se abrieron en forma de abanico, dándole vida a su rostro, y la tenue sombra de su nariz describió lentos círculos sobre su mejilla y su labio superior, y luego se hizo de nuevo la oscuridad hasta que pasó otra ráfaga de luz, acariciando al pasar la mano de Luzhin, que pareció introducirse en un bolsillo oscuro tan pronto como regresó a la oscuridad."

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