Revista Economía

La degradación de moneda

Publicado el 27 septiembre 2013 por Insignificantius

El arte de degradar la moneda es tan antiguo que podría considerarse ya una tradición. Hace miles de años, un dirigente griego (no recuerdo exactamente su nombre, si tenéis interés os lo facilitaré) que había contraído grandes deudas con su pueblo (deuda pública) emitió un edicto que obligaba a todos los ciudadanos a entregar su dinero al estado.
Una vez que tuvo todas las monedas, las troqueló de nuevo y donde ponía 1, puso un dos. De este modo, dobló la cantidad de dinero del país (oferta monetaria) y pagó sus deudas a los ciudadanos.Sin embargo, esta ¿astuta? jugada no salió gratis. De la noche a la mañana, los precios se duplicaron de modo que el pueblo perdió dos veces, una cuando cobró sin cobrar la deuda que su dirigente tenía con ellos y, otra, cuando vio cómo el nivel de vida se situaba en el doble merced a una inflación galopante.
Desde entonces, varias veces los dirigentes, emperadores romanos, reyes, etc… han rebajado los contenidos de plata y oro de las monedas para poder aumentar la oferta monetaria. Como resultado de esta actuación, tal y como dice la Ley de Gresham, la moneda mala acaba expulsando de la circulación a la buena (que es atesorada), de forma que lo que acaba circulando era la moneda basura.
Hoy día los dirigentes se lo han montado mejor. En primer lugar porque nada del dinero que circula tiene un valor intrínseco. El valor del dinero Fiat o dinero de papel, reside en la creencia de todos de que dicho dinero tiene valor y, además, del monopolio que tienen los gobiernos para imprimirlo.
Ya no hace falta limar las moneda y devolverlas a circulación, ahora basta con imprimir papelitos para rebajar el valor del dinero que los ciudadanos tienen en el bolsillo. De este modo, el robo perpetrado por el estado a sus ciudadanos se realiza de la forma más eficiente posible.
De hecho, se estima que la diarrea de dólares perpetrada por la reserva federal sólo ha beneficiado al 1% más rico de la población, un porcentaje cuya riqueza se valora en activos, no en dinero. Este patrimonio se revaloriza con la inflación y el aumento de la oferta monetaria mientras que, quien posee su riqueza en dinero, ve cómo con cada pulsación del botón de la impresora, pierde poder adquisitivo.
Nada nuevo bajo el sol... otra vez.

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