La delgada línea entre la tozudez y la coherencia
Nos pongamos como nos pongamos, la evolución es un hecho. Se puede discutir como se produce, que la desencadena o cuál es la piedra original a partir de la cual iniciamos la colonización de la tierra, pero nadie puede negar que el ayer no se parece al hoy, y no tiene nada que ver con el mañana.
Pero el mismo hecho de evolucionar, de avanzar el conocimiento de nosotros mismos y de la sociedad ha de partir de valores sólidos, de un sistema ético y moral que pueda dar sustento a la estructura que construiremos a lo largo de nuestra vida. La coherencia en estos principios va a marcar la consistencia, tanto de nuestra vida en su presente, como la evolución de la misma en su futuro. Quizás en el pasado pensábamos de una manera en concreto, pero podemos evolucionar y lo que ayer era imposible e impensable, pasa a ser de natural normalidad. Pero para dar este salto, hemos de pasar por una reflexión que pueda anclar el cambio y no un simple gesto veleta que se mueve al viento de la moda.
Es factible que nazcas y crezcas con unas ideas y estas nunca cambien. Podríamos llamarte persona coherente y consistente, pero a no ser que hayas tenido una educación exquisita y tu maduración como persona sea digna de ser un case study, no es lo más habitual. Lo que les ocurre a la mayoría de las personas es que cambian, a veces por sus propias reflexiones, por la sociedad o simplemente las experiencias vividas ponen tus valores a prueba, y a veces la superan y otras tantas has de buscar explicaciones y pilares diferentes para poder seguir levantándote cada mañana.
Pero ocurre que nuestros valores a veces chocan con la hechos, nuestro punto de vista no puede sustentarse y los datos lo demuestran. Puede ser doloroso el renunciar a una vida con unos principios, pero las evidencias muestran lo contrario. A pesar de que lo que podríamos pensar, no siempre somos capaces de dar este salto y nos inventamos teorías paralelas que protejan nuestra ideología de la realidad, o lo que es peor, ignoramos la realidad y buscamos y fabricamos realidades paralelas para sostener nuestra propia fe, más basado en no querer aceptar que otros tienen razón que en reconocer que nuestros principios están equivocados.
La cuestión se complica cuando en realidad no hay datos que podamos llamar sólidos, sino más bien modas y tendencias que se adoptan si saber a ciencia cierta si son correctas o no. Impulsadas por un famoso, o por un evento, los nuevos conceptos invaden la realidad como las olas en el mar, cada tres años tenemos una distinta para sector, área y categoría social que pueda existir. Así que desde nuestro propio yo estamos luchando contra lo que pensamos que es una moda, porque quizás pueda ser cierto o quizás no, pero al ser aceptado como todos como verdad, nadie ha investigado la certeza del hecho. Y en este punto, tenemos dos opciones, o resistir usando técnicas sacadas del punto anterior, o simplemente dejarnos llevar y perder nuestra coherencia interna.
Con lo que es complicado distinguir cuando estamos siendo tozudos de cuando estamos siendo coherentes.
Película: The Searchers
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