Revista Educación

La democracia se entiende gritando, al menos en Francia

Por Siempreenmedio @Siempreblog

La democracia se entiende gritando, al menos en FranciaEstaba paseando por el Boulevard de las Capuchinas, en el centro de París cuando un policía que aparentaba ser un armario de cuatro puertas (de caoba dado el tono oscuro de su piel) puso un cono señalizador en una de las calles perpendiculares. Procedía el agente aquel a ejecutar la orden que le dieron horas antes en la comisaría: cortar aquella calle, a aquella hora.

Yo, mago impresionado e impresionable, asistí perplejo a la escena y a medida que se producía mis ojos amenzaban con salirse de las órbitas, ya que tan pronto el uniformado y atlético agente del orden puso el cono en el suelo, un conductor (un francés cualquiera con la boca por debajo de la nariz como decía un antiguo profesor mío) bajó de su coche y se enfrentó, vociferando como si fuese el auténtico Capitán Haddock, contra el policía.

Los gritos eran tan estentóreos y se articulaban en tal volumen, y tan en francés verdadero, que no entendí ni una sola de las palabras que decía (pero creo que no eran alabanzas a la labor policial). Detrás del energúmeno salio otro de un Audi en trombra. Pensé yo que era amigo del primero e iba a convencerlo de que mejor se callara antes de que el afrogalo le diera tremenda bofetada (u sonido por el tronco de la oreja).

Pero no fue así. Sino al contrario. Los dos franceses iracundos acorralaron al funcionario del orden hasta el punto de que éste, acobardado (con porra, pistola y grilletes al cinto incluso) se retiró hacia el centro del Boulevard para llamar a sus colegas implorándoles ayuda (aunque fuera moral) por la radio.

Quien  les escribe esto recordó que una vez  llamó ‘guindilla‘ en voz baja a un policía local del pueblo (en aquella época denominados guardias) y no sólo pasó algunas horas en el cuartelillo, sino que a la salida del mismo fue objeto de otro control de la Benemérita en el que recibió, digamos, algún cariñoso saludo en forma tactil porque coincidía la detención con su servicio militar obligatorio.

De camino al aeropuerto, este mago impresionado o impresionable, o sea yo mismo, contó la escena al emigrante que conducía el taxi, y aquel le contestó: “Es que en Francia ‘tenemos’ otra forma de ver la democracia”.

Pues vale dije. Y me callé.


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