Nadie entiende por qué las calles de España no están llenas de ciudadanos decentes pidiendo la cárcel para los chorizos o la dimisión de un Zapatero que conduce al país hacia el precipicio. El gran problema de España es que está llena de cobardes.
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En tiempos de Federico II de Prusia, si un rico violaba a una mujer y era denunciado por el esposo o los amigos de ella, quedaba eximido de toda culpa si entregaba a la víctima la ridícula suma de dos mil augustarios, mientras gritaba: ¡Viva el emperador y gracias a Dios". Desde aquellas leyes absolutistas, dictadas para favorecer a los ricos, algunas cosas han cambiado en Europa, aunque menos de lo que se cree, pero lo que no ha cambiado es la voluntad decidida de los poderosos a utilizar todos los medios a su alcance para dominar e imponer su voluntad.
La democracia nace como resultado de la lucha del pueblo contra los abusos del absolutismo monárquico y los privilegios de la nobleza y el clero. Es un alzamiento del pueblo contra las injusticias, diferencias y privilegios que los poderosos disfrutaron a lo largo de la historia. La democracia, desde el punto de vista histórico, no es otra cosa que la materialización de la lucha de la gente contra los privilegios de los poderosos. Dicho de otro modo: la democracia es el resultado de las luchas por la libertad que han tenido lugar en la Historia. En el presente, la democracia sólo se entiende como un sistema ideado para doblegar el poder del Estado y de las castas que se han enquistado en él, apoderándose de sus recursos y resortes.
La democracia, en estos inicios del siglo XXI, no se entiende ni existe sin una lucha ciudadana contra el establecimiento de cualquier tipo de relación de dominio. La rebelión contra el poder, sobre todo cuando éste es inmoral, corrupto y abusivo, es una condición fundamental de la democracia.
En la España actual, ser demócratas implica oponerse a los privilegios de "la casta" política, a la corrupción y a un gobierno que no se ruboriza cuando legisla y gobierna contra la voluntad de las mayorías, como ha hecho Zapatero con el Estatuto de Cataluña, con la ampliación de la Ley del Aborto, al negar la existencia de la crisis y al subir los impuestos. Si la democracia es rebeldía contra el poder, abuchear y criticar sin piedad a Zapatero y a los partidos corruptos, como hace a diario Voto en Blanco, es practicar la democracia con toda pureza y mérito.
Democracia es destituir a José Bono si no es capaz de justificar su inmensa riqueza o desacreditar a Rajoy y a la cúpula del PP que el caso Gürtel. Aunque esa corrupción no haya servido para financiar al partido, como ellos afirman, sí ha servido para prostituir la democracia y para que altos cargos del partido se enriquezcan ilegalmente, traicionando la confianza y la fe de los ciudadanos. Democracia es salir a las calles para gritarle "Chorizos" a los políticos que han aprendido a convivir con la corrupción y el abuso. Ningún ciudadano que se tenga por demócrata debería asistir a actos públicos presididos por políticos de dudosa ética.
Algunos lectores de este blog y muchos demócratas se formulan, preocupados, la siguiente pregunta: ¿Para qué sirve la crítica al poder?
Yo les digo que la crítica es vital para la democracia y esencial para el ejercicio de la ciudadanía. Es la puerta de entrada a la regeneración y el paso previo necesario para cualquier crecimiento o reforma del sistema. La crítica debilita, primero, al poder; dificulta los abusos y pone en ridículo al corrupto y al canalla. Sólo cuando el poder se siente débil, es capaz de asumir las reformas y cambios necesarios.
Vivimos tiempos totalitarios. La acumulación de capital se ha convertido en el fin último y en el parámetro en función del cual se diseñan las políticas, se dictan las leyes y se organiza el sistema. Cuando esto ocurre, cuando el fin de la política no es el bien común sino el provecho y el beneficio de los poderosos, entonces está justificado hablar de totalitarismo.
No se puede ser demócrata sin, al mismo tiempo, ser rebelde. No es cierto que el poder sea invulnerable e invencible porque es frágil y asustadizo cuando se le hace frente desde la ciudadanía. Existen muchas armas para combatirlo y un demócrata auténtico está obligado a utilizarlas. No basta con leer blogs críticos y difundir ideas críticas. Hay otras muchas formas de oponerse al abuso y a la injusticia, como el boicot y las manifestaciones. Nadie entiende por qué las calles de España no están llenas de ciudadanos decentes pidiendo la cárcel para los chorizos o la dimisión de un Zapatero que conduce al país hacia el precipicio. El gran problema de España es que está llena de cobardes.
En nuestros tiempos presentes hay cuatro tipos de ciudadanos: los "gladiadores", inquietos y luchadores, demócratas siempre críticos y en busca del bien común, la justicia y otros valores básicos, los "espectadores", que se limitan a contemplar el espectáculo, siempre dominados por el miedo, al que llaman prudencia, los "ausentes", gente que simplemente pasa de todo, y los "fanáticos", tipos sin ideología ni principios, que se venden al mejor postor y que sólo buscan su propio interés, aunque se vistan de fanatismo y aparenten participar en la Historia.
Este blog, que ha elegido el nombre de "Voto en Blanco" porque ese voto es un símbolo del rechazo a la política degradada y mendaz, pretende ser una escuela de "gladiadores".
Francisco Rubiales