Revista Cultura y Ocio
Llevaba una semana atascada con un libro, Infelices, de Javier Peña. Entrevistaron al autor en La Ventana, el programa de la SER, y me gustó lo que contaron. Lo cogí de la biblioteca y en una semana no he conseguido pasar de la página 94. Por más que lo he intentado, no ha habido manera. Y aunque no me gusta dejar libros a medias, esta vez he sucumbido a la tentación y he cometido una infidelidad lectora.
El viernes, después de ir con los peques al cuentacuentos de la biblioteca de mi pueblo, mientras elegíamos películas para el fin de semana, este libro me hizo ojitos desde la estantería de novedades y me lo traje a casa. Lo empecé esa misma noche y 24 horas después, ayer por la noche, lo terminé. Fin del atasco lector. La canita al aire ha merecido la pena. Había visto varias reseñas positivas de La dependienta, de Sayaka Murata, y como la literatura japonesa es una de mis muchas asignaturas pendientes, decidí darle una oportunidad. Y no me equivoqué. Ahora voy a intentar explicaros por qué me ha gustado tanto. La protagonista es Keiko Furukura. A sus 36 años (uno más que yo, eso siempre ayuda a empatizar y sentirse identificada), está soltera, es virgen, nunca ha tenido pareja y vive y trabaja en Tokio como dependienta en una konbini, un supermercado abierto 24 horas. Lleva 18 años en el mismo puesto, un trabajo por horas. Nadie entiende que no tenga un trabajo fijo, estable, ni mucho menos entienden que no se haya casado ni haya tenido hijos. Ni el mundo le entiende a ella, ni ella entiende el mundo. Le pasa desde pequeña. Siempre ha sido la rara, la incomprendida, la antisocial, la inmadura. La que no desea ser adulta. Pero ella solo quiere ser normal, ser aceptada por la sociedad, dejar de sentirse un bicho raro y pasarse la vida justificándose, explicándose, engañándose a sí misma y a los demás. ¿Por qué todo el mundo, sus compañeros de trabajo, sus padres, sus hermanas, sus amigas, tienen que meterse en su vida y decirle lo que tiene que hacer? ¿Por qué hay que hacer lo que se espera que hagamos y no lo que nosotros queremos? ¿Por qué hay que cumplir las expectativas de los demás y no las nuestras? De todo esto, que por desgracia a todos nos resulta conocido, habla esta novela corta pero intensa. Y lo hace de una forma hilarante, irreverente, con mucho sentido del humor. Con un estilo fresco y divertido y, al mismo tiempo, tierno y reconfortante. Usando las palabras justas, precisas, logra hacernos sentir muy cómodos en medio de situaciones absurdas y asombrosas que se convierten en normales y hasta en cómicas. Un canto hermoso y delicado, pero al mismo tiempo una crítica dura y certera de la sociedad actual, no solo de Japón, sino de muchos países. La utilización de la mujer únicamente como compañera de un hombre e instrumento de procreación, la búsqueda constante del éxito económico y profesional, esa obligación que nos impone la sociedad de sentirnos realizados en nuestro trabajo. ¿Por qué hay que buscar eso? ¿Por qué no basta con sentirnos cómodos y a gusto con lo que hacemos? Keiko Furukura es una protagonista inconformista que nos enseña que nuestro lugar en el mundo, donde encajamos, está donde somos felices, no donde nos dicta la sociedad. Donde se cumplen nuestras aspiraciones, no las de los demás. Sin una trama como tal, sin grandes giros, sin capítulos, con un estilo fluido, cercano, sencillo, esta novela tan corta se lee casi del tirón, disfrutándola, saboreándola. Una pequeña gran joya que sin duda os recomiendo. Para mí la colección Nefelibata de la editorial Duomo es una apuesta segura. Hasta el momento he leído nueve títulos de esta colección y con todos he disfrutado muchísimo. Mi infidelidad lectora con La dependienta no ha podido ir mejor. Si te interesa el libro puedes encontrarlo aquí.