Aunque actualmente se reconoce que la depresión infantil existe y es un problema muy extendido, todavía hay personas que no alcanzan a concebir que un niño pueda tener pensamientos suicidas o depresivos.
Muchos niños cursan por un episodio depresivo por varias razones: violencia en el hogar, pérdida de un ser querido, algún episodio traumático que marca sus vidas.
Los pequeños que sufren abuso sexual tienden a la depresión, y esta se acentúa cuando nadie les cree ni trata de ayudarlos.
Los niños y niñas trans también sufren cuadros similares, provocados por la angustia que les provoca la presión social a la que se ven sometidos en edades tan tempranas.
Pequeños que viven una constante violencia también se ven afectados, ya sea que ellos mismos sean golpeados o que presencien la agresión hacia sus progenitores. Estos niños aprenden que ningún lugar es seguro para ellos, ni siquiera su propio hogar, lo cual hace que desarrollen angustia y ansiedad que a la larga desembocan en depresión y, en caso de no atenderse, pueden llegar al suicidio.
No debemos cometer el error de pensar que un niño no puede deprimirse. Los adultos a veces creen que la vida de un niño es fácil; pero hay muchos tipos de niños, no todos tienen los privilegios y la vida cómoda que observamos en televisión.
La infancia del mundo pasa por vidas extremadamente difíciles: guerra, pobreza, matrimonios forzados, deserción escolar, bullying, discriminación, etc., y con la reciente oleada antiniños de Europa, incluso los niños privilegiados del occidente la pueden pasar muy mal.
Recuerdo el caso de una niña de 12 años. Había sido abusada sexualmente por un familiar desde los 7 años, además su padre la golpeaba todos los días y su madre era cruel con ella llamándola estorbo. No es de extrañarse que al llegar a la pubertad intentara colgarse. Fue su madre quien descubrió aquella escena e intervino; pero no lo único que atinó a hacer fue ¡darle un discurso sobre lo hermosa que era la vida!. Sin tratamiento y bajo escenario, la niña intentó nuevamente quitarse la vida, esta vez ingiriendo pastillas.
Los adultos a veces pareciera que no comprenden lo dura que es la vida para un niño, y muchas veces las palabras de la gente mayor no coincide con la dura realidad de los infantes.
Si reconocemos que la infancia no es ese estado paradisíaco que nos pintan los cuentos, y hablamos de lo difícil que puede ser vivir en el infierno que es nuestro mundo, entonces no nos será tan complicado entender que la depresión infantil existe y por lo tanto debe ser atendida como tantas otras enfermedades y con prioridad, tal como lo marcan los derechos de los niños y las niñas.
#10x10challenge Día 2, nota 6.