Revista Sociedad

La derecha habla, la izquierda calla

Publicado el 04 octubre 2019 por Abel Ros

Esta mañana, Javier Ortega Smith - secretario general de Vox y concejal en Madrid - ha dicho que las mujeres, conocidas como las 13 Rosas: "torturaban, asesinaban y violaban vilmente en las checas de Madrid". Al parecer, según él, en la Guerra Civil todos cometieron errores. Al oír estas palabras, me ha venido a la mente una conversación que, hace años, mantuve en El Capri. A eso de las dos de la madrugada, cuando no quedaba ni un alma por la calle, llegó un señor trajeado con el ABC en la mano. Corría el año 2008, España estaba gobernaba por Zapatero. Y la Ley de Memoria Histórica formaba parte de los foros callejeros. Para los simpatizantes del Pepé, la Ley era un ácido contra las heridas del pasado. Para los del PSOE, un bálsamo para la reconciliación entre hermanos. Aquel señor, como han podido intuir, era afín a la derecha. No sé cómo, me dijo que el relato histórico estaba tergiversado. Según él, nosotros - los rojos - también hicimos de las nuestras en tiempos republicanos.

Este señor, al parecer, era un industrial de las tierras alcoyanas. Se notaba, por su forma de expresarse, que tenía dinero en la cartilla. Hablaba con fuerza, con el cuello erguido y la barriga levantada. No tenía pelos en la lengua. Tanto es así que puso a parir a los "sociópatas", a quienes votamos a ZP. Habló de una supuesta conspiración por los atentados de Atocha. De la desgracia que España estuviera gobernada por Rodríguez Zapatero. Arremetió contra Carrillo, Anguita y todos los comunistas juntos. Tras tomar el cortado, nos echó la mano, "bueno señores, voy a seguir la marcha", nos dijo. Dejó dos euros de propina, arrancó el Mercedes y si te he visto, no me acuerdo. Peter estaba aturdido, se sentía mal porque no le había contestado. Mal, porque no le "había dicho cuatro cosas a la cara". Por callar lo que pensaba sobre Aznar, Rajoy y toda la derecha junta. La izquierda, contestó un señor que se hallaba en el fondo de la barra, casi siempre ha estado callada. Nunca ha hablado claro por su complejo de inferioridad.

La izquierda, nos decía ese señor - de aspecto desaliñado - sale a votar cuando la situación es insostenible. Vota cuando "de tanto tragar ha agotado la saliva". La izquierda calla, maldita sea, porque raras veces ha tenido alegría en los bolsillos. Por ello, por su situación de debilidad social, la derecha siempre ha tenido el monopolio de la osadía. Una osadía por la tranquilidad que supone el colchón del dinero. Movimientos como el 15-M surgen muy de vez en cuando. Surgen, queridísimos camaradas, cuando la situación es insostenible. Surgen cuando el rico progresa a costa del moribundo. Y surgen cuando existe conciencia de clase. Una conciencia de clase que sirvió para la legalización de los sindicatos. Hoy, desgraciadamente, casi no hay conciencia. Hay mucha inconciencia de clase. El individualismo, la defensa del interés local, ha destrozado a la izquierda. No es admisible que hermanos ideológicos no construyan una propuesta de gobierno. Esa grieta de la izquierda, producto de su inconciencia, convierte las elecciones en un eterno retorno. Es necesario que la izquierda recupere su conciencia. La misma que reivindicó Marx en el siglo XIX.


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