La dermatitis atópica es un conjunto de anomalías y lesiones cutáneas crónicas que aparecen en los individuos atópicos y que además tiene tendencia hereditaria. No es una alergia a ninguna sustancia determinada, por lo que no va a resolverse por realizar pruebas de alergia ni por eliminar alimentos.
Las manifestaciones de de la dermatitis atópica se dividen en tres etapas, que suelen denominarse del lactante, infantil y del adulto. Aunque esta división por etapas es muy útil para describir la enfermedad, la dermatitis atópica puede iniciarse y finalizar a cualquier edad. Las lesiones de la piel en la fase del lactante son las más frecuentes seguidas por las infantiles y por último las del adulto, que son las menos frecuentes.
En el lactante, suele empezar hacia los 5 meses de vida. La localización más habitual es en la cara, respetando las zonas alrededor de los ojos, la nariz, y la boca. Son también frecuentes en el cuero cabelludo, las orejas, el dorso de las manos y las zonas de extensión de las extremidades.
Suelen ser manchitas rojas y edematosas, muchas veces con erosiones, exudación y costras El picor es un síntoma constante.
La infantil, es aquella que se inicia hacia los dos años y con un final entre los 7 años y la pubertad. Las lesiones se observan sobre todo en las flexuras, en especial en los codos y en las rodillas, pero también pueden aparecer en otras zonas. En esta fase encontramos eccemas con vesículas, pero muchas veces con el picor los niños se rascan y estas vesículas se rompen quedando erosiones, con exudación y formación de costras.
Ya después de la pubertad las lesiones son llamadas "del adulto". Las lesiones típicas de la dermatitis atópicas son placas liquenificadas, es decir, la piel se presenta engrosada, con aumento de su reticulado normal. Esto se produce como consecuencia del rascado crónico y es muy frecuente que por encima de ellas aparezcan excoriaciones. Se producen sobre todo en la nuca, el dorso de las manos y los pies, la cara interna de las muñecas y en la zona de extensión de las piernas.
La sequedad de la piel aparece prácticamente siempre, independientemente de la edad. La pitiriasis alba es otro síntoma que puede aparecer, sobre todo en edad escolar. Son manchas blanquecinas, con una fina descamación, en general redondeadas u ovaladas y de varios centímetros de diámetro. No producen picor y predominan sobre todo en cara y en brazos y piernas. Existen otras lesiones de la piel, menos frecuentes, que también pueden aparecer en la dermatitis atópica, como el prurigo, la acrovesiculosis, o la eritrodermia.
Para el tratamiento, es imprescindible evitar todas las circunstancias y elementos que provocan picor, como el calor, sobre todo el producido por aire caliente, la sequedad del ambiente, el contacto con lana, plásticos y en algunos casos otras fibras. El exceso de agua y jabón es perjudicial, pero también lo es la falta de higiene. Es preferible realizar duchas antes que baños, con agua no muy caliente y con gel con un pH más bien ácido. Después de la ducha se debe hidratar bien la piel con cualquier crema emoliente, repitiendo su aplicación durante el día en aquellas zonas más secas.
Se deben evitar irritantes, como el contacto con alimentos ácidos (tomate, cítricos), si es un lactante cambiar frecuentemente el pañal, y aclarar de forma cuidadosa la ropa.
Cuando necesitamos fármacos, son de elección los corticoides, que consiguen controlar la dermatitis en la mayoría de los casos, siendo los más utilizados en niños los de potencia baja y media. Para el picor, son útiles los antihistamínicos, como el Atarax. En los brotes agudos, sobre todo cuando la sobreinfección es evidente, pueden ser necesarios los antibióticos. Los corticoides orales están reservados en casos rebeldes a los tratamientos anteriores y durante periodos cortos.