T.O.: La Disparition de Stephanie Mailer
Editorial: Alfaguara, 2018
Traducción: María Teresa Gallego Urrutia y Amaya García Gallego
Una conversación entre la periodista Stephanie Mailer yJesse Rosenberg, un policía a punto de jubilarse, hace que se reabra un caso de asesinato ocurrido veinte años atrás, bajo la sospecha de que no se halló al verdadero culpable.
"La desaparición de Stephanie Mailer" se antoja una novela desmedida, irreflexiva, demasiado extensa, en la que el autor pone demasiado de todo, desde personajes a tramas o a giros más o menos sorprendentes, lo que ocasiona un ritmo irregular, lleno de altibajos de interés muy marcados.
Gran parte de la historia se ocupa del cuádruple crimen ocurrido casi dos décadas atrás, centrada tanto en la investigación realizada en la actualidad como en los flashbacks que relatan cómo se llevó el caso entonces. Estas incursiones en el pasado, además de irrumpir de forma abrupta son innecesarias, al menos tan desarrolladas, y se agradecería un resumen mucho más conciso, que aligeraría tanto la lectura como el número de páginas.
La narración hace especial hincapié en la vida de uno de los protagonistas, Jesse Rosenberg, y en lo que sucedió con su novia, Natasha (de tal previsibilidad que sorprende la cantidad de páginas que se le dedican, tanto a tratar de hacer que parezca un misterio como a evitar decirlo), sin que ni así se consiga despertar empatía o simpatía por Jesse, ni por cualquiera de los innumerables personajes que desfilan por la novela con el único afán aparente de evitar que se averigüe quién hizo qué, o no, o por qué.
Y es que hay multitud de personajes con punto de vista, desde policías y sospechosos hasta otros que no tienen implicación con los asesinatos pero gozan igualmente de su correspondiente punto de vista, ya sea en tercera o primera persona, con largos capítulos en los que relatan sus vidas, sin el menor interés y, lo que es peor, sin afectar a la trama principal. Quizá sí, a veces, tienen que ver con la parte metaliteraria, metida casi por la fuerza para que el autor, como en "La verdad sobre el caso Harry Quebert", suelte sus reflexiones sobre literatura y crítica, tan superficiales como tópicas, aunque en algunos momentos funcionen.
Los capítulos relacionados con la obra de teatro "La noche negra", su autor, Harvey Kirky los intentos de representarla (lleva años de ensayos para elegir el reparto...) o los deMeta Ostrovski y sus contradicciones quizá sean delos más curiosos de la novela:
"-Desde ayer me tiene obsesionado una idea; me apetece presentarme a la audición de La noche negra. -Y ¿por qué no? -¡Porque es imposible! ¡Soy crítico literario y crítico de teatro! No puedo ser ni escritor, ni intérprete. -Creo que me he perdido, Meta... -¡Hombre, Steven, esfuércese un poquito, por Dios! Explíqueme por qué milagro un crítico de teatro iba a poder actuar en una obra. ¿Se imagina qué pasaría si los críticos literarios se pusieran a escribir y los escritores se hicieran críticos literarios? ¿Se imagina a Don DeLillo escribiendo en The New Yorker una crítica de la última obra de David Mamet? ¿Se imagina qué habría pasado si Pollock hubiera hecho la crítica de la última exposición de Rothko en The New York Times? ¿Se imagina a Jeff Koons desmenuzando la última creación de Damien Hirst en The Washington Post? ¿Puede concebir que Spielberg escriba la crítica de lo último de Coppola en Los Angeles Times? "No vayan a ver esa porquería. Es una abominación." A todo el mundo le parecería, con razón, escandaloso y falto de objetividad. No se puede hacer la crítica de un arte que se ejerce. Bergdorf, captando el derrotero intelectual de Ostrovski, le comentó entonces: -Técnicamente, Meta, usted ya no es crítico, puesto que lo he despedido."
La redacción, sin personalidad destacable, demasiado sencilla y convencional, incluso superficial, acompañada de un texto que parece el de un borrador en el que el autor pone casi todo lo que se le ocurre, antes de decidir lo que resulta útil y necesario y eliminar lo superfluo, contribuyen a inflar una novela excesiva en todos los aspecto, desde el mencionado número de páginas al de personajes y subtramas, algo que también parece tener como finalidad enredar tanto los hechos que resulte imposible deducir todo lo sucedido, tanto en el pasado como en el presente.
Afortunadamente, pese a las vueltas que da el autor a lo sucedido tanto en 1994 como en 2013, tiene el suficiente oficio como para lograr que no se pierda de vista quién es quién y su papel (en caso de tenerlo) en la historia, lo que permite adelantarse a los protagonistas en varias ocasiones, pese a lo "tramposo" de algunas situaciones, como el repentino romance sorpresa que se cuenta al final.
En resumen, "La desaparición de Stephanie Mailer" es una novela irregular, a veces entretenida y otras exasperante, excesiva, con solo algunos momentos de interés. Puede interesar a incondicionales del autor o a quienes les gusten los "sorprendentes" giros argumentales (aunque sean a costa de la verosimilitud de la historia).
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