Revista Cultura y Ocio

La desaparición del submarino "c-5" (capítulo iv. la teoría del hundimiento a causa de averías)

Por Benito Sacaluga


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La teoría del hundimiento a causa de averías


Conviene recordar, según se indica en el Capítulo I, que el ‘C-5’ nada más llegar a Bilbao (30/08/36) entró en dique en los Astilleros Euskalduna y fue revisado minuciosamente en busca de alguna consecuencia de su varada frente a Tarifa o el posterior choque con el ‘C-1’. También que tras su incidente con el destructor ‘Velasco’ fue revisado en Portugalete y reparados a satisfacción los desperfectos detectados. 
El "C-5" cargando torpedos
En relación con lo anterior, hemos de decir que la decisión, el cumplimiento de la orden de salida al mar de los buques de guerra puede no ser atendida por sus comandantes. En el caso de que, si por cualquier causa, el submarino no estuviese en condiciones de navegar con seguridad, su comandante lo habría puesto en conocimiento de sus jefes y la salida no se habría producido, menos aún tratándose de Lara y Dorda, partidario de los sublevados, para el que la inmovilización del submarino era un objetivo a cumplir.
Durante toda la guerra fueron muy numerosos los casos de amarre de buques en Cartagena y Mahón, promovidos estos por sus comandantes, de escaso o nulo republicanismo o partidarios de los sublevados, alegando averías. Unas averías, la inmensa mayoría de ellas, de fácil solución por la dotación de a bordo, sin necesidad de dejar fuera de servicio el buque, tal y como informó y denunció en varias ocasiones ante el Ministerio de Marina el Jefe de los Servicios de Inspección de Máquinas de la Flota.
Los submarinos de la Clase ‘C’, con una cota máxima de inmersión de 80 metros, entraron en servicio entre 1928 y 1930. El ‘C-5’ lo hizo concretamente el 16 de Abril de 1930, y su única actividad hasta 1936 consistió en maniobras, viajes de instrucción en el Mediterráneo y un par de cruceros por el Atlántico europeo. En julio de 1936 el ‘C-5’ tan solo contaba con poco más de 6 años de antigüedad, es por tanto razonable afirmar que se encontraba en buenas condiciones cuando comenzó la guerra.
Es también razonable pensar que una avería imprevista en el submarino pudiera ser solucionada sin problemas por su dotación técnica, compuesta por cuatro Maquinistas, dos Auxiliares de Máquinas, tres Auxiliares de Electricidad y Torpedos, cuatro Cabos de Electricidad, dos Cabos de Fogoneros y tres Fogoneros Preferentes, que en su conjunto representaban el 45 % de la dotación del buque. Otro caso sería si la avería o averías fueran graves como consecuencia del ataque de un buque o avión enemigo, proyectiles o cargas de profundidad, afectando a motores, al casco y/o a los sistemas de inmersión, lastres, timones de buceo, etc., desperfectos estos que en ocasiones y dependiendo de su gravedad eran prácticamente imposibles de reparar por la dotación.
En cualquier caso, si queremos valorar como causa del hundimiento la aparición de una avería espontánea e irreparable, no causada por un ataque enemigo, debemos aceptar que cuando ésta se produjo el submarino navegaba en inmersión y no pudo emerger. Lo ideal en un escenario de guerra -si el comandante no aprecia peligro- es que los submarinos emerjan de noche para recargar baterías navegando en superficie y que durante el día lo hagan sumergidos a cota periscópica, a no ser que la presencia de un buque enemigo aconseje la inmersión a una profundidad más segura. 
Navegar de día en superficie, completamente visibles, sería una negligencia grave de su comandante, a no ser que exista una o varias averías que desaconsejen la inmersión o que el comandante quiera delatar su presencia al enemigo, posibilidad que podríamos considerar como muy factible en el caso de Lara y Dorda. 
Suponiendo que el ‘C-5’ navegara de día en superficie, bien por decisión del comandante o bien por averías, en esta forma de navegación es obligado pensar que el ‘C-5’ pudo detectar de forma visual la presencia y/o amenaza real de un buque de guerra enemigo y que a pesar de las posibles averías, si es que las había, tuvo que proceder a una inmersión rápida. 
Seetakt  FuMG38G
Por otro lado el buque de guerra enemigo solo podía detectar al ‘C-5’ con su radar o de forma visual, solo posible en ambos casos si el submarino navegaba en superficie. Sabemos que  las características de los radares "Seetakt", el primer radar naval en entrar en servicio, que montaban entonces los buques alemanes, con un alcance de hasta 10 millas náuticas, era valido únicamente para detecciones en la superficie, por tanto impedían la localización de un submarino en inmersión ni siquiera cuando estuviese a cota periscópica.
Benito Sacaluga

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