El cartel conmemorativo del 11 de septiembre, tercer centenario de la toma de Barcelona por los Borbón y la pérdida de la casa de Austria, preludio del referéndum independentista del 9 de noviembre, es gracioso por chusco, resulta un homenaje a Madrid, incluso al Real Madrid.
Anunciado con gran prosopopeya patriótica por el consejero de Presidencia y portavoz de la Generalidad, Francesc Homs, es una señera que tiene como barras rojas la imagen de las llamativas torres que se alzan sobre la antigua ciudad deportiva del Real Madrid.
Tres de las barras son, exactamente, copia de tres de esos edificios, de momento los más altos de España y nuevo icono de Madrid. La cuarta barra funde la última torre y el obelisco que levantó el arquitecto Santiago Calatrava en la cercana Plaza de Castilla.
El gran mensaje independentista para conmemorar aquella guerra civil en la que los Borbón se impusieron a los Habsburgo resulta así un inocente homenaje a la siempre detestada capital.
Aunque quizás el creador del emblema del nuevo independentismo es buen conocedor de la historia de España y sabe que Madrid y buena parte del país estaban, como Cataluña, a favor del pretendiente perdedor, Carlos de Austria.
Los nobles catalanes luchaban como tantos otros nobles españoles para mantener –los castellanos recuperar-- privilegios medievales que el Borbón rechazaba influido por las primeras ideas de la Ilustración francesa, plasmadas enseguida por su hijo Carlos III.
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