La colección de cuentos que acabo de terminar no me ha parecido mala. Tendría problemas para juzgarlo un libro memorable, pero entiendo que puede ser leído sin vergüenza. Se trata (aún no lo he dicho) del volumen La difícil convivencia, y su autor es el cordobés Rafael Narbona, que fue secretario de Armando Palacio Valdés y de los hermanos Álvarez Quintero. En la Wikipedia, no sé bien por qué razón, etiquetan este libro como “novela”, sin serlo en modo alguno.
Dentro de los mejores relatos que contiene el tomo destacaría “El lugar vacío”, en el que nos habla de un famoso médico que se retira a vivir en la soledad absoluta, tras verse imposibilitado para curar a su esposa paralítica; o la “Historia de un perro vagabundo”, con la que reconozco haberme emocionado; o con “Dulce intimidad”, donde hay soberbios destellos estilísticos del escritor. Pero también (seamos justos) se encuentran entre sus páginas algunos otros relatos, como “Epifanía sin Reyes” o “Aire puro”, a los que resulta más piadoso no adherir ningún adjetivo calificativo.
He subrayado algunas frases en el volumen, y me gustaría compartirlas aquí, por juzgarlas interesantes: “No hay adulación que no cueste dinero. En la selva civilizada todo tiene un precio; todo se cotiza”. “Hacerse temer en un buen sistema para hacerse respetar”. “En la ciudad, los hombres defienden sus ideas, su conducta o sus privilegios en una lucha a muerte, pero sin sangre, sin disparos, sino taimadamente, entre sonrisas, frases amables y hábiles negativas”. “Esa compenetración espiritual que hace compatible la amistad y el amor es tan difícil que apenas se da en la vida”. “Hablar con alguien es fácil; dialogar, no”. “No se le puede exigir demasiado a la vida ni a las personas”. “Entregarnos con absoluta generosidad a alguien supone un riesgo”.