Conversando con una amiga me comentaba que, pese a que ella tiene un horario de trabajo agotador, se siente satisfecha del tiempo que comparte con sus hijos porque ya se sabe: «es mejor la calidad que la cantidad». Pero ¿es eso cierto? ¿Son capaces los niños de entender que papá o mamá jugarán con ellos solamente media hora al día pero con toda la calidad del mundo? Y durante esa hora ¿será papá/mamá capaz de concentrarse al cien por ciento en el pequeño y no coger el móvil o consultar el mail?
Son falacias. Cuentos chinos. La calidad es un atributo elemental para muchas otras cosas pero, en lo que respecta a tiempo en familia, la cantidad puede ser una característica mucho más valorada por los niños. Lo ideal, claro está, es que los atributos se fusionen: tiempo+calidad+cantidad.
Entiendo que cuando tenemos que salir a ganarnos el pan de cada día no resulta fácil aplicar la fórmula mágica. En muchos casos resulta imposible. Los políticos ponen de su parte, pero tampoco es que se esfuercen demasiado. Dejar de trabajar no es una alternativa, no solo por factor económico, que pesa bastante, sino también por el desarrollo profesional de papá/mamá.
La solución existe, pero exigiría un cambio de mentalidad en los políticos, en los patrones y, sobre todo, en todos esos machistas que aún vagan por el mundo pensando que criar y educar a un hijo es cosa de mujeres. La verdadera conciliación llegará cuando padres y madres se comprometan de verdad con el hogar. Cuando pedir un permiso en el trabajo para llevar a los niños al pediatra no sea labor exclusiva de la mujer. Cuando TODOS nos involucremos a favor de los pequeños para que tengan una infancia memorable.
Tal vez deberíamos tomar el ejemplo de Tobias Billstrom, ministro de Inmigración de Suecia, que optó por llevar a su bebé de 9 meses a una reunión de trabajo en el Consejo de Ministros de la Unión Europea con el único objetivo de «pasar más tiempo con ella».