Revista Comunicación
¿QUÉ VOY A HACER CON MI MARIDO?
data: http://www.imdb.com/title/tt1535438
Antes de ver “¿Qué voy a hacer con mi marido?” (pésima traducción local el “Hope Springs” original, que da una idea totalmente equivocada de la clase de filme que vamos a ver), pude observar en el cine los anuncios de las próximas películas a estrenarse. La torta de promoción la encabezaba el reestreno de “Esperando la carroza”, remixada, con una copia de mejor calidad, en la que podíamos ver las escenas de Antonio Gasalla y el Beto Brandoni haciendo, exactamente, el mismo papel que vienen repitiendo los últimos treinta años. Después vino el aviso de “Casablanca” y luego esta comedia agridulce con las monumentales actuaciones de Tommy Lee Jones y Meryl Streep. Alguien debería avisarles a los productores de “Esperando la carroza” que esa tanda es competencia desleal.
Y empezamos con esa observación, no por casualidad. Lo que hay en “¿Qué voy a hacer con el marido?” es un muy buen guión con una monumental actuación de dos actores que tienen la valentía de tomar nuevos riesgos, de interpretar sus roles, en cada ocasión, de un modo diferente. Es una manera de respetar a los espectadores que pagan una entrada (actitud que hace mucho que el cine argentino perdió) y que es un modo de honrar la profesión de actor.
“¿Qué voy a hacer…?” es una sencilla (engañosamente sencilla) historia: matrimonio con más de treinta años de casados que hace cinco que no se tocan un dedo. Y cuando decimos que no se tocan un dedo es que no se tocan un dedo. Camas separadas, besos olvidados al despedirse por la mañana. Arnold es el típico hombre de negocios del ramo de seguros de Omaha, que come todos los días, su desayuno (huevo y tocino) mientras lee el diario, va a trabajar con traje, camisa y corbata, vuelve, cena, se duerme mirando las clases de golf por TV y se va a dormir. Kay, su esposa, es un accesorio más de la casa. Todo es perfecto, controlado, aséptico, rutinario.
Y esto se ha vuelto totalmente insoportable para Kay.
La película empieza con el intento de Kay de “atraer” a Arnold quien la rechaza sin mucha delicadeza. Así, en una escena antes de los títulos, está planteado el problema: cómo hacer para que el matrimonio de Kay vuelva a ser el matrimonio que era.
Para destrabar el conflicto, Kay fuerza a Arnold a asistir, durante una semana, a una terapia de pareja. Lo lleva a la rastra, utilizando los poderes de persuasión que solamente una mujer puede lograr con un hombre. Y el terapeuta (Steve Carell, en una muy correcta actuación), los lleva a desanudar los hilos que enredaron la relación casi irremediablemente.
Lo interesante del guión de Vanessa Taylor (con pasado en televisión, guionista debutante en cine) es que, con gran economía de recursos (todo se reduce a las charlas de tres personajes), describe como puede pasar que, en las relaciones de pareja, un conflicto, un malentendido, un enojo, puede producir un distanciamiento que el tiempo agrava. El callo formado sobre la cicatriz se endurece, día tras día, y se termina generando una brecha insuperable, un muro que no permite, no sólo no ver al otro, sino recordar siquiera porqué empezó todo.
“¿Qué voy a hacer…?” es un delicado ejercicio de dos actores y ahí hay que ver la mano del director, David Frankel, el que nos regaló las soberbias “Marley y yo” y “El diablo viste a la moda”. Como esas historias, es de la clase de comedia que nos hace reír pero no sólo nos hace reír. Baja línea para dejarnos pensando en ciertas cosas importantes de la vida. En “¿Qué voy a hacer…?” el tema es un matrimonio distanciado por los años que ha perdido el deseo, pérdida no irrecuperable, siempre que todavía haya amor latiendo bajo la superficie.
El trabajo soberbio de Meryl Streep y Tommy Lee Jones es un fuerte aliado del realizador. Se permiten mostrarse en la madurez, con arrugas, con los tics de un matrimonio con varios años encima y decepcionados. La evolución de los personajes, reflejadas en sus expresiones, es un ejemplo de faena actoral. Seguramente Tommy Lee Jones no ganará una nominación al Oscar por este trabajo. Pero es una de sus mejores interpretaciones. Desde el primer Arnold, enojado, lleno de arrugas, furioso, hasta el tipo que recuperó la sonrisa en el final, hay un arco de desmonte de los rencores acumulados. Es un delicado y precioso trabajo.
Arnold, el personaje de Tommy Lee Jones, tiene una interesante construcción. Al principio sospechamos que algo grave ha pasado para que esa pareja esté tan tan fracturada como vemos en los primeros momentos. En la trama, cuando los personajes cuentan cómo se conocieron, vemos que Arnold se ha sentido, desde el comienzo de la relación, en desventaja. Nunca se convenció que alguien como Kay pudiera amarlo. El motivo del distanciamiento fue tan efectivo por esa debilidad subyacente en la autoestima de Arnold. Y la respuesta, como suele suceder en esos casos, es un alejamiento, un enojo, una irritación constante. Cuanto más cara de ogro se pone en el exterior, más debilidad se trata de ocultar en el interior.
Entre mis escenas favoritas, destaco aquel diálogo en el que el terapeuta les pide que recuerden el mejor sexo que hayan tenido. Y ambos coinciden en un tierno momento, cuando Kay estaba embarazada, en la que hacen el amor en la cocina y Arnold se preocupa de ponerle repasadores debajo de la cabeza para que no se golpee con los estantes. La pareja viene de una discusión y ese momento empieza muy tensamente. Pero ellos se aflojan en ese recuerdo. Sonríen, tal vez por primera vez. La escena descripta no es una maratón porno de orgasmos ininterrumpidos. No. Es la descripción de un acto sexual muy tierno, muy cuidadoso, donde el gesto que Kay recuerda, el de protegerla de un golpe, revela algo más que la pulsión sexual. Arnold y Kay se amaban en ese momento, lo suficiente para que en el momento de la pasión, él se tome el tiempo de cuidarla de algún percance.
“¿Qué voy a hacer…?” es una película que uno recomienda especialmente a los matrimonios. Van a comprender mejor que el resto de los espectadores muchos de esos códigos internos que se dan en la convivencia. E identificarse con el drama que afrontan nuestros protagonistas, mucho menos naif que los que algunos apurados puedan juzgar.
Hágame caso: agarre a la colifa de su esposa, arrástrela del brazo y métala en el cine. Si no se pone mimosa después de ver esta película, divórciese: esa mujer no es para usted.
Mañana, las mejores frases.