Revista Salud y Bienestar
Mi parte favorita de Harry Potter, el aprendiz de brujo, es ésa en la que visita por primera vez las tiendas de magia del callejón Diagón para comprar su material escolar: libros de diferentes disciplinas, un caldero para pócimas con diferentes ingredientes, un par de túnicas, una lechuza y una varita mágica.
Leí este libro mientras estaba en primero de carrera; la escena me recordó a aquella que había vivido recientemente en la que los estudiantes de Medicina teníamos que comprar nuestro material médico por primera vez: una bata blanca, un estetoscopio y un atlas de anatomía humana.
A mí, la bata me la bordó mi madre; el estetoscopio lo heredé de mi abuelo y el atlas tuve que comprarlo.
Recuerdo haber visitado la librería el primer viernes de facultad, después de haber terminado las clases, junto con dos compañeros a los que acababa de conocer. La tienda era pequeña, con el suelo de madera, y estaba llena de otros estudiantes de Medicina que, como yo, consultaban los diferentes atlas para elegir cuál era el que se adaptaba más a las explicaciones del profesor.
Aquel día compré mi primer libro de Medicina y aprendí una importante lección: que este tipo de libros eran caros y que una mala elección del libro adecuado dolía no sólo en el corazón, sino también en el bolsillo. Mi atlas costó más de 30.000 pesetas del año 2000. Afortunadamente, no me equivoqué al elegirlo.
Sin embargo, habría sido fácil que me hubiese equivocado. De pie, confuso ante un mostrador, con otros estudiantes detrás de mí esperando impacientes su turno y sin conocer bien aún cómo estudiar Anatomía, podría haber optado finalmente un libro equivocado.
Diez años después, continúo necesitando libros y éstos siguen siendo caros. Sin embargo, hoy existen métodos de compra alternativos y bastante más seguros. Elegí mi libro de Otorrinolaringología Quirúrgica entre varios disponibles y consulté sus capítulos de muestra gratuíta en Google Books. Me convenció el contenido y consulté su disponibilidad a José Mateos, un conocido librero médico introducido en redes sociales.
Le pregunté a través de Twitter algunas dudas sobre el contenido del libro, su transporte y las opciones de pago. Eran las diez de la noche. A la una de la madrugada y desde mi propio ordenador, llegamos a un acuerdo y, cuarenta horas exactas después, encontré una caja en mi salón.
El libro es maravilloso.
Foto: Hoy, al llegar a casa.