A veces veo algo, me arriba un chispazo a la mirada, algo que debía de andar por ahí, replegado, y que, de repente, parece venir como si rozase una epifanía, y me digo: «vaya, eso es muy de Juanan».
Porque la poesía de Juan Andrés García Román no viene de un talento poético entendido como una voluntad de estilo -- es la poesía de quien está viendo de otro modo, internándose en otras parcelas de lo visible.
Se diría que la realidad tiene una «dimensión Juan Andrés», igual que hay estados de la materia que sólo se perciben con rayos gamma o en proyectos experimentales que suelen esconderse, no sé por qué, en el interior de montañas suizas (la extraña connivencia de toblerones y neutrinos).
Quién sabe, quizá lo que ocurra después del Juicio o del Big Bang contrario sea eso: la liberación del ojo, la interminable hora del recreo para esa dimensión replegada.