El islote de Perejil ha permitido comprobar que el actual peso de España en el conjunto internacional no es mayor que el de Marruecos, nación que obtuvo apoyo de la Liga Árabe y que, gracias a Francia, la UE trata casi como un miembro más.
Y mientras el mediador Colin Powell definía Perejil como isla norteafricana, Ceuta y Melilla entraban en el arbitraje internacional para su entrega a Marruecos, tarde o temprano.
España no es una superpotencia, recibe bofetadas de los más poderosos, y también de los menos, que dicen sentirse maltratados por su soberbia.
Pero, aparte de su potencia económica solamente media, su geografía europea y su extensión canaria, hay otras razones para las abundantes decepciones:
1.- España no maneja un lobby internacional favorable, porque cuando paga a políticos y periodistas extranjeros, enseguida se descubre, al contrario de lo que ocurre con otras naciones competidoras.
2.- Carece de una colonia poderosa en EEUU que fuerce la política de Washington a su favor, como hacen irlandeses, italianos y hasta polacos, y está perdiendo el tradicional apoyo latinoamericano.
3.- Fuera de la UE es poco visible: por ejemplo, un país como Suecia, con casi cinco veces menos habitantes, tiene muchos más diplomáticos: por cada funcionario español, hay proporcionalmente diez suecos por todo el mundo favoreciendo a su país.
En esta situación, el peso internacional de España es muy limitado, aunque el Gobierno predique lo contrario.
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