Revista En Femenino

La diplomática republicana, Isabel Oyarzábal (1878-1974)

Por Sandra @sandraferrerv
La diplomática republicana, Isabel Oyarzábal (1878-1974) Isabel Oyarzábal fue diplomática, escritora, feminista. Hizo pequeñas incursiones en el mundo del teatro, soñó siempre con ser actriz, y cantidata al parlamento en las primeras elecciones en las que se aceptó el sufragio femenino. De padre andaluz y madre escocesa, Isabel creció en un ambiente de libertad en el que su lengua materna le abriría muchas puertas tanto en el mundo de la diplomacia como en el del periodismo. El feminismo y la lucha contra las desigualdades sociales estuvo siempre presente en su ajetreada existencia que la llevó de su Málaga natal a la fría Suecia pasando por la sede de las Naciones Unidas, los Estados Unidos y Canadá y el largo exilio en México. Sus memorias, escritas originariamente en inglés, tardarían setenta años en publicarse en España.

Isabel Oyarzábal Smith nació el 12 de junio de 1878 en Málaga. Su padre, Juan Oyarzábal y Bucelli, era comerciante y de fe católica, mientras que su madre, Ana Smith-Guthrie, veinte años más joven que su marido, era de origen escocés y protestante. A pesar de que Isabel fue educada en el catolicismo, las creencias de su madre compensaron la educación estricta a la que su padre la quiso someter. Desde los siete hasta los catorce años, permaneció interna en el Convento de la Asunción de Málaga donde cursó sus estudios básicos. Los momentos más felices de Isabel eran los veranos, cuando viajaba a la tierra natal de su madre y vivía en un ambiente menos opresivo que en la España de finales del siglo XX. Además de ganar sus primeros jornales como profesora de castellano para algunas familias de Susex, Isabel tuvo el lujo de conocer a mujeres destacadas de su tiempo como la sufragista Eunice Murray o la bailarina Ana Pavlova

Isabel sintió pronto un marcado interés por el teatro gracias a las obras que se representaban en su casa como un entretenimiento típico de la burguesía española de aquellos años. En 1905, Isabel aprovechó la presencia de la actriz María Tubau en Málaga para intentar conseguir que le hiciera una prueba para entrar en su compañía. María Tubau la contrató para que participara en la obra Pepita Tudó. Así que madre e hija, su padre había fallecido, se trasladaron a vivir a Madrid escandalizando a sus familiares más conservadores.Cuatro años después, Isabel se casaba con el hijo de Tubau, Ceferino Palencia, con el que tendría dos hijos y una vida matrimonial no siempre satisfactoria.

Su incursión en el mundo del teatro fue más bien temporal. Mientras actuaba en la compañía de María Tubau, Isabel empezó a ejercer de periodista para publicaciones inglesas como The Standard y Laffan News Bureau. Su conocimiento de la lengua inglesa fue sin duda una ventaja para ella. Además, junto a su hermana Ana y una amiga llamada Raimunda Avecilla publicaron una revista que bajo el nombre de La Dama y la Vida Ilustrada, aglutinaron contenidos dedicados a las mujeres. Isabel también colaboró con cabeceras españolas como Blanco y Negro, El Heraldo, Nuevo Mundo o La Esfera. Cuando años después escribiera su propia columna en el diario madrileño El Sol, titulada Crónicas Femeninas, lo haría firmando como Beatriz Galindo, la gran erudita española del siglo XV.

En 1918 inició su actividad más reivindicativa cuando ingresó en la Asociación Nacional de Mujeres Españolas (ANME) de la que llegaría a ser presidenta. Dos años después participaba en Ginebra en el XII Congreso de la Alianza Internacional para el Sufragio Femenino de la Mujer como Secretaria del Consejo Supremo Feminista de España. 

Isabel Oyarzábal fundó en 1926 junto a María de Maeztu, Victoria Kent y Zenobia Camprubí el Lyceum Club, una sociedad femenina pensada para debatir y compartir ideas que ayudaran a que el sufragio femenino fuera alguna día una realidad en nuestro país. 

En 1930, Isabel fue la única mujer que participó en la Comisión permanente de la Esclavitud en la Sociedad de Naciones. En aquel tiempo, Isabel se acercó al partido socialista en el que ingresó poco después y formó parte de sus listas electorales en las primeras elecciones donde el sufragio femenino se permitió. No llegó a conseguir un escaño en el parlamento pero Isabel continuó con su trabajo incansable por el derecho de los más desfavorecidos. En 1933 conseguí una plaza de inspectora provincial de Trabajo, convirtiéndose en la primera mujer en obtener un puesto de este tipo.

El 23 de octubre de 1936 fue nombrada ministro plenipotenciario en la Legación de España en la capital sueca. Antes de llegar al país escandinavo tuvo el encargo de participar en la Sociedad de Naciones y dar una serie de conferencias en Estados Unidos y Canadá para, finalmente, participar en el congreso del Partido Laborista de Edimburgo. Finalizado este largo periplo, el 4 de enero de 1937 Isabel Oyarzábal se encontraba en Estocolmo para presentar sus credenciales al rey sueco Gustavo V. Convertida en embajadora de la Segunda República, tuvo que permanecer un tiempo en un hotel mientras su predecesor, defensor de las filas franquistas, se resistió a dejar su puesto.

Durante el tiempo que duró su estancia en Suecia, Isabel conoció a otras mujeres de renombre en su tiempo como la novelista ganadora del Novel de Literatura Pearl S. Buck o la socialista y feminista rusa Alexandra Kollontai, de quien escribiría una biografía.

La caída de la Segunda República supuso el exilio de muchos intelectuales y políticos. Isabel no fue una excepción. En 1939, acompañada de su familia, marchó a su exilio mexicano. Nunca volvería a España pues fallecería un año antes que Franco.

A lo largo de su prolija vida, Isabel Oyarzábal escribió un gran número de libros de variado calado. Desde una historia del Traje regional de España, un libro sobre psicología infantil titulado El alma del niño, hasta novelas con tintes autobiográficos como El sembrador sembró su semilla. Sus memorias no se publicaron en España hasta setenta años después de su publicación.

Isabel Oyarzábal fue sin duda una mujer inquieta, incansable, que aprovechó cada minuto, cada día de su vida para hacer todo aquello que la llenaba como persona siempre con la mirada puesta en los demás. 

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