Para mí disciplina no significa hacer algo aunque no lo quieras hacer. Esta me parece una postura extremista y desgastante; es un acto de autoritarismo que termina siendo contraproducente. Puede que funcione en otros campos, pero cuando hablamos de disciplina en el arte tenemos que equilibrar la racionalidad y la irracionalidad en nosotros mismos. La emoción y el intelecto.
Para mí disciplina en el arte significa hacer un esfuerzo por crear las condiciones necesarias para que la creatividad pueda florecer.
Levantarme temprano, despejar mi mente, sentarme frente al computador y evitar distraerme demasiado, no ser tan estricto ni tan permisivo. Se trata de crear el ambiente ideal, no de ser un esclavo propio y arruinar la experiencia de la creación artística forzándome a hacer algo que no quiero. Es como si en terapia se forzara a los clientes a abrirse. De eso no se trata. No se trata de exprimir el producto y ya. No se trata sólo de escribir el libro, pintar el cuadro, grabar la escena. Se trata de algo más grande: de vivir la experiencia espiritual del arte. Se trata de gozar del proceso y por experiencia sé que escribir es un proceso complejo que puede verse arruinado si me impongo reglas absurdas.
Si no quiero escribir entonces no escribo. No me voy a forzar, pero me aseguraré de haber hecho lo posible por ponerme en una posición agradable para comenzar a teclear. Adoro el sonido que producen las teclas, adoro el aire de la mañana, adoro sentirme inspirado, adoro la libertad. No se trata de sufrir, sino de pensar qué es lo mejor para mí. Disciplina, no abuso de poder. Escuchar, no imponer. Ser amable conmigo. Respetarme y respetar la escritura. De eso se trata todo, de buscar esa experiencia espiritual-trascendental que es el arte para mí. No voy a manchar mi pasión con una actitud neurótica. Voy a ser responsable para que así encuentre el tiempo y lugar para lograr mis objetivos.
Disciplina en el arte para mí significa respeto y responsabilidad por el arte y el artista. Ambos por igual.