Cualquier disparate es posible
Lo que está sucediendo actualmente en Cataluña es de traca, sobrepasa todos los límites de la razón, puesto que los que claman por la segregación utilizan argumentaciones contrarias a la lógica y, por tanto, objetivamente falsas; mucho más perturbador y preocupante es que hayan contagiado sus desvaríos a tantos y que tantos estén dispuestos a tragarse su esperpéntico argumentario. Asimismo descoloca el hecho de que los medios de comunicación de allí asuman el pensamiento oficial de modo tan sumiso y acrítico (‘la pela es…’). Por ejemplo, un razonamiento que usan habitualmente quienes todo lo ven a través de las gafas desintegradoras es el de que la democracia está antes y por encima de la ley; sin embargo, la realidad indica, por un lado, que ir a votar no es el único requisito para que pueda hablarse de democracia, sino que su existencia es imposible sin el respeto a las normas (si uno se cree con derecho a quebrar una regla del juego no puede exigir a otros que no quiebren otras); y por otra parte, la ley que regula la votación, o sea, la ley electoral que señala cómo, cuándo, dónde, quién…, tiene que estar escrita antes de la cita con las urnas, o sea, la ley va antes; además, no se pueden someter a referéndum propuestas ilegales. Parecen cosas evidentes, pero existen criaturas que se niegan a quitarse aquellas gafas y, por tanto, a ver la evidencia. Otro dislate usado por líderes y seguidores de la separación es el desprecio y la repulsa que manifiestan hacia la Constitución (materializándolo a veces de un modo tan pueril como la quema pública de ejemplares), sin entender que los cargos públicos están donde están gracias a ella, y que ella es la que les permite a todos la libertad para manifestar lo que quieran.Luego está lo del juicio al ex presidente Más y algunos de sus segundos. El caso es que este hombre dice en su defensa que desconocía estar conculcando la ley, que no tenía ni idea de las posibles repercusiones y que, en todo caso, nadie le avisó…. Es curioso cómo personas con eso que llaman exceso de personalidad (como la mayoría de los políticos) se presentan a sí mismos, cuando se ven en apuros, como tontos que no se enteraban de nada, como peleles a los que todo el mundo en su partido y en su gobierno se la estaba pegando sin que nadie les diera aviso. Y para completar el dislate va el tribunal y afirma en su sentencia que no hay malversación de caudales públicos, a pesar de que es incuestionable que el tipo gastó dinero público para fines partidistas; y que tampoco cabe la prevaricación, lo que quiere decir que los jueces asumen como cierto que el pobre chaval obró contra la ley sin saberlo, sin malas intenciones. ¿Es o no es desternillante la postura del imputado? ¿Y la conclusión del tribunal?
Y detrás de todo este tragicómico asunto late lo del ex-honorable que, patriota él, se enriqueció a costa de los catalanes (saqueo de Banca Catalana) y, demostrando un enorme amor por su tierra, evadió todo lo que pudo porque, evidentemente, eso era lo mejor para Cataluña. Sí, amaba tanto a su terruño que pensó que lo mejor era privarle de todos los fondos posibles, y también era conveniente para la patria chica proteger a sus vástagos para que no tuvieran problema a la hora de imitar sus prácticas y multiplicarlas. Aquí también resulta dudosa la acción de quienes no han hecho nada para impedir que sus retoños sigan llevando a cabo ‘sospechosas’ y abundantes operaciones monetarias como si no hubiera pasado nada. ¿No hay algo grotesco en toda esta historia?
En fin, el caso es que por más evidencias que se pongan encima de la mesa, los fanáticos de la idea separatista que siguen tras tan cuestionables líderes van a tirar para adelante sin querer ver la realidad. Así, parte de la población catalana no tiene para nada en cuenta el hecho de que, desde fuera y desde dentro, se les esté demostrando que los que dirigen el cotarro saben que jamás alcanzarán lo que prometen, puesto que el objetivo que les han garantizado es tan imposible como la vida en el sol; es decir, siguen huyendo hacia delante a sabiendas de que jamás alcanzarán la zanahoria. Además, los que acuden masivamente a las manifestaciones con banderas desmembradoras parecen olvidarse de que los máximos adalides de la idea tienen los armarios llenos de cadáveres (económicos, fiscales, políticos…) y parecen sentirse muy a gusto en medio del escenario.
Aunque reiterativo, es necesario recordar la falsedad más grande, que es la creencia de que Cataluña es sólo de los catalanes, cuando la realidad es que todos los españoles son dueños de toda España.
Donde sí encajaría Más a la perfección sería en Los Simpsons.
CARLOS DEL RIEGO