Revista Ciencia

La doble paradoja de la agricultura ecológica

Por F.guiral - S.pérez

Retomo los artículos de mi blog tras el descanso vacacional, más largo de lo que tenía previsto, con un tema distinto al del repaso de comienzos de curso que tenía previsto inicialmente.

El motivo, un interesantísimo debate que he tenido ocasión de seguir en una lista de distribución de noticias de temática agroalimentaria en la que participo en torno a la agricultura. La chispa la encendió un artículo publicado hace ya unos días por Cultura Biotec que afirmaba que en un estudio publicado en Francia los alimentos ecológicos casi doblaban en precio a los convencionales.

Sin necesidad de cruzar la frontera, tras leer todos los comentarios, me asomé al mostrador de un supermercado cercano a mi casa … sólo por curiosidad. Un kilo de limones (es decir, aproximadamente cuatro limones)… cuatro euros. Dos kilos de limones convencionales, unos dos euros. Medio kilo de zanahorias ecológicas… prácticamente dos euros. Dos kilos de zanahorias normales y corrientes… algo menos de dos euros.

No es cierto que no me pueda permitir gastarme cuatro euros en cuatro limones. Simplemente prefiero destinar esos recursos a que mi familia tome zumo de naranja natural todas las mañanas, pescado fresco, melocotones de Calanda (los mejores del mundo a mi entender) y aceite virgen extra del Bajo Aragón, todos ellos productos de mi tierra. Es decir, prefiero pagar denominación de origen a denominación ecológica. Son mis hábitos de consumo. Ni mejores ni peores que los del príncipe Carlos de Inglaterra u otros consumidores de productos ecológicos. Simplemente distintos.

La doble paradoja de la agricultura ecológica

Resulta paradójico (paradoja número 1) que algunos defensores/representantes de la agricultura ecológica, lleven tan mal la realidad real de que los productos ecológicos son más caros que los convencionales, cuando en  otros sectores ésta es una característica supone un claro valor añadido al producto que se comercializa. No hay más que hojear cualquier revista de moda para encontrar unas páginas dedicadas a las tendencias eco-bio , que se ha convertido  en lo más “cool” del momento. También es un hecho que la mayoría de los supermercados ecológicos se encuentran en las zonas acomodadas de las grandes ciudades, como Madrid y Barcelona.

Y yo me pregunto, ¿qué tiene de malo que los alimentos ecológicos sean asociados a las clases sociales que tienen un mayor poder adquisitivo? Nada, si no fuera porque este hecho se contradice con el discurso de igualdad social, defensa de los desfavorecidos y anticapitalismo que en ocasiones va asociado a este tipo de agricultura. (paradoja número 2). A lo mejor el problema llega cuando se quiere hacer ideología de la tecnología y de los modelos agrícolas.

Corresponde a la agricultura ecológica, si quiere desligarse de esta aura elitista que la rodea hoy en día, buscar alternativas reales a esta diferencia de precios con los productos convencionales. La idea de la venta directa por Internet, o la creación de pequeñas cooperativas que abastezcan a su zona de influencia promocionando los productos locales me parecen magníficas alternativas de un modelo de agricultura al que yo siempre he visto mucho futuro, he de dejar claro.

Para dar ejemplo la acelga de la foto, cultivada de forma ecológica en la jardinera de mi terraza, simplemente por falta de tiempo, cierto es. Pero también que mi hijo mayor no dejó de regarla hasta que creció y se convirtió en materia prima de un delicioso puré. Y es que, lo que se cultiva y cocina con cariño, sea ecológico o convencional, no defrauda nunca.  

PD: Un reciente informe científico publicado en Time daba mejores propiedades organolépticas (sabor, olor…) a los alimentos ecológicos. Eso sí… si se comían a oscuras. La vista también cumple su función en temas gastronómicos, parece ser.


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