En los últimos tiempos ha habido una creciente preocupación debido a la posible extinción de uno de los animales domésticos más característicos. En efecto, la población de burros domésticos en Europa ha descendido en un 80% a lo largo del siglo XX, debido a su sustitución por nuevos medios de transporte como camiones, furgonetas… que cumplen la misma función de una manera más eficiente.
Este hipotético devenir del burro, sin embargo, ya habría sido experimentado por los antecesores salvajes de este animal. Si bien en un principio se creía que los asnos domesticados descendían de los onagros, los asnos salvajes asiáticos, lo cierto es que sus ancestros se pueden localizar en el continente africano, principalmente entre las subespecies nubias y somalíes. A día de hoy solo la supervivencia de los asnos salvajes somalíes está confirmada, si bien cerca de la extinción con unos 600 individuos, mientras que la subespecie nubia se encuentra probablemente extinta desde el siglo XX y una tercera subespecie, la del Atlas, desde época romana.
La domesticación del burro puede, por tanto, relacionarse con eventos ocurridos en la parte nororiental de África hace miles de años. La desertificación del Sáhara cambió de manera sustancial la forma de vida de los habitantes de estas regiones, obligándoles, entre otras cosas, a una forma de vida más móvil. En este sentido el burro contaba con ventajas notables frente al ganado, al tratarse de un animal más acostumbrado a terrenos áridos o que necesita menos tiempo para descansar al no ser una especie rumiante.
No debemos pensar, sin embargo, en un único proceso de domesticación, sino que por el contrario la presencia de dos haplogrupos mitocondriales en los modernos burros domésticos nos sugiere que estos animales fueron domesticados en dos ocasiones. Igualmente desde el punto de vista lingüístico las lenguas afroasiáticas tienen diferentes palabras, no relacionadas entre sí, para referirse a este animal, como ayul entre los bereberes, harre entre los etíopes o kuur en otras partes de África.
Fotografía de una burra salvaje somalí con su cría. Esta subespecie, junto con la posiblemente extinta subespecie nubia daría lugar a los burros domésticos (Fotografía de Tim Wilders, 2008)Restos de burros africanos datados sobre el 6500 a.C. y localizados en Yemen incitan a pensar que estos animales, en un estado temprano de domesticación, podrían haber sido transportados a través del Mar Rojo, si bien no hay evidencias tan tempranas de una domesticación generalizada en Oriente Medio.
Un nuevo impulso vendría de un poco más al norte. En Abydos, en la parte media de Egipto, se han hallado esqueletos de burros datados en torno al 3000 a.C. Es bien sabido que los faraones egipcios disfrutaban de la caza de estos animales, por lo que sería plausible, en principio, que estos restos correspondiesen a dichas presas, sobre todo teniendo en cuenta las similitudes morfológicas, que los alejan de los modernos burros domésticos. Sin embargo, las patologías y deformaciones constatadas en los huesos de la espalda demuestran que dichos animales eran usados como bestias de carga.
La importancia de este animal viene también constatada por las fuentes escritas. Por ejemplo un escriba de la cuarta dinastía registra el caso de un terrateniente poseedor de 760 burros y en la sexta dinastía el maestro de las caravanas del faraón, llamado Herkhug, regresó a Egipto con 3000 asnos cargados de ébano, incienso y grano.
Egipto es, por tanto, un centro temprano de domesticación del burro, usado en este caso para el transporte de mercancías, convirtiéndose así en un factor más en la consolidación del estado y la civilización urbana del país del Nilo.
Jeroglífico copiado en un libro de 1878 mostrando a unos pastores egipcios con una manada de burros (Travelers in the Middle East Archive, 1878)A pesar de su valor económico y, a diferencia de otros animales, el burro en el antiguo Egipto no tuvo un papel destacado en la iconografía religiosa, si bien de vez en cuando se encuentran relieves representando a este animal en las tumbas del país.
Su valor no solo residía en sus capacidades para el transporte, sino que la leche de burra fue eventualmente considerada un producto de grandes propiedades medicinales y regenerativas. Efectivamente, el aprecio a este producto, empezado por los egipcios, sería adoptado por los romanos y continuado por las élites europeas por lo menos hasta el siglo XIX, de hecho se dice que Pauline Bonaparte, la hermana de Napoleón solía utilizarlo para el cuidado de la piel.
A partir de Egipto, por tanto, el burro doméstico fue extendiéndose hacia otras regiones. Sobre el 3000 a.C. encontramos también restos en el Levante mediterráneo. En Sumeria eran utilizados como animales de arado o transporte, de hecho en el famoso Estandarte de Ur encontramos la representación de burros tirando de carros.
A partir de aquí el uso de este animal se siguió extendiendo por Eurasia. Por ejemplo sobre principios del segundo milenio a.C. existe evidencia de transporte de mercancías en burro entre Asiria y Anatolia. Durante el primer siglo a.C. el burro llegó a China y, debido a la expansión del Imperio Romano, sería extendido hasta las islas británicas, si bien en Irlanda este animal no sería común hasta fechas tan tardías como mediados del siglo XIX.
A Bay Horse and Two Donkeys, 1773, óleo sobre lienzo de Thomas Roberts. Este cuadro es la primera mención de este animal en la historia irlandesa desde 1642.A partir de la revolución industrial y, en especial con la aparición de vehículos particulares a motor, el papel del burro en la economía ha ido disminuyendo, siendo relegado en los países industrializados a labores de mantenimiento de bosques, turísticas o incluso terapéuticas. Sin embargo en los países en desarrollo, como los del África subsahariana, sigue contando con un papel clave en los entornos agrarios.
BIBLIOGRAFÍA
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