Revista Opinión

La Donación de Constantino: el engaño medieval del que la Iglesia sigue viviendo

Publicado el 20 noviembre 2013 por Felipe Alcalde @ALCALDEArt

La Donación de Constantino: el engaño medieval del que la Iglesia sigue viviendo

El Papa Silvestre I y Constantino I. Fresco del S. XIII

El documento falsificado que más rentabilidad ha aportado a la Iglesia Católica es el decreto conocido como La Donación de Constantino -Constitutum Constantini o Privilegium Sanctae Romanae Ecclesiae-, fechado -que no datado- el 30 de marzo del año 315.
En este texto, que se presentó como redactado por el propio Constantino; además de relatar su proceso de conversión por obra del papa Silvestre -absolutamente falso, pues Silvestre murió dos años antes de que Constantino fuese bautizado, en su lecho de muerte-, el emperador dejó sentado que "tanto más cuanto que nuestro poder imperial es terrenal, venimos en decretar que su santísima Iglesia romana será venerada y reverenciada y que la sagrada sede del bienaventurado Pedro será gloriosamente exaltada aun por encima de nuestro imperio y su trono terreno [...]. Dicha sede regirá las cuatro principales de Antioquia, Alejandría, Constantinopla y Jerusalén, del mismo modo que a todas las Iglesias de Dios de todo el mundo [...]. Finalmente, hacemos saber que transferimos a Silvestre, papa universal, nuestro palacio así como todas las provincias, palacios y distritos de la ciudad de Roma e Italia como asimismo de las regiones de occidente".

La Donación de Constantino: el engaño medieval del que la Iglesia sigue viviendo

El papa Esteban II

Esta criminal falsificación, fue elaborada por orden del papa Esteban II (752-757) y empleada por éste para forzar la alianza militar del rey franco Pipino y de su Hijo Carlomagno con la Iglesia. Una vez terminada la guerra, Pipino transfirió a la Iglesia católica todas las tierras que "por derecho" le pertenecían, de acuerdo a lo estipulado en la Donación de Constantino.
Mediante esta estratégica estafa, la Iglesia católica acumuló tal riqueza y poder, que aún hoy vive de las rentas de este magno engaño.
Eso sí, el tiempo lo legitima todo; incluso los más infames delitos.
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