rafauniversidad:
Paco Tomás, que me regala otra vez las palabras precisas para ir un poco más allá. Gracias, viejo. A tu salud Philip, que no pudimos alegrarte lo suficiente.
Originalmente publicado en musaquontas:
Siempre sucede igual. No ha cambiado tanto el discurso desde que encontraron el cuerpo de Marilyn Monroe en su habitación, junto a un frasco vacío de pastillas para dormir. Y aquello fue en 1962. Luego nos llegaron las historias mal cerradas de Judy Garland, Janis Joplin, Jim Morrison, Whitney Houston, Amy Winehouse, Heath Ledger, River Phoenix, Brittany Murphy, Enrique Urquijo, Antonio Flores,… Y las palabras que pronuncia esta sociedad son siempre las mismas: la droga mata.
Y aunque noto que la gente tiene un discurso implacable cuando se habla de heroína, cocaína, lsd, e incluso con el hachís y la marihuana, veo más condescendencia cuando las protagonistas son las pastillas para dormir, los antidepresivos, toda esa colección de drogas recetadas y, de alguna manera, legalizadas. Pero no es mi intención hacer aquí una columna sobre ese asunto. Lo que me interesa, y me preocupa, de ese discurso social del que hablaba al principio es otra cosa.
El caso más reciente lo tenemos con la inesperada despedida del grandioso actor Philip Seymour Hoffman. La sociedad, de un modo natural, casi por inercia, se posiciona. Cuando la muerte no se debe a una ‘larga enfermedad’ y descubrimos la supuesta ‘imprudencia’, destilamos una moralina que pretende tener un fin aleccionador. Y en mi afán por rizar el rizo pienso en lo injusto que resulta ese discurso, cargando toda la responsabilidad en la víctima, el último eslabón de la cadena, e ignorando la posible responsabilidad social que todos, en mayor o menor medida, adquirimos al vivir en comunidad.
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