La ducha escocesa altera el agua caliente con la fría y se supone que eso revitaliza el cuerpo. Lo que va bien para el cuerpo no tiene que ir bien a nuestro cerebro. Una ducha escocesa emocional se produce en relaciones interpersonales cuando hay un continuo cambio de experiencias cálidas (cariñosos, positivos) con experiencias frías (distanciamiento, castigos, comentarios hirientes).
No estoy hablando de los conflictos interpersonales que aparecen en las relaciones sanas en las que es natural que haya problemas y se discutan. Con amigos, parejas, compañeros de trabajo, socios, van a haber conflictos, son inevitables, al igual que buenos momentos. Estoy hablando de algo más insidioso y sistemático.
Mientras en una relación social sana los malos momentos van a ser puntuales y aparecerán en situaciones de crisis, dentro de un mar de tranquilidad y buena amistad, la ducha escocesa es todo menos tranquila. No hay tranquilidad ni en los buenos momentos. Y esa es la diferencia. Notaremos que estamos viviendo un carroussel emocional, una especie de montaña rusa que nunca nos va a dejar en situación de tranquilidad.
La ducha escocesa se produce cuando la alternancia de buenos momentos y malos momentos es demasiado contínua, cuando no nos podremos sentir estables y tranquilos en la relación. Notaremos que se alargan los malos momentos como mecanismos para alargar la frialdad de la ducha, o que en los buenos momentos siempre son rotos por un conflicto innecesario. Es uno de los mecanismos de manipulación psíquica más insidiosos porqué el que está recibiéndola puede quedar en una situación de indefensión adquirida, dependencia emocional (luego entraremos) y en un estado de contínua desazón.
Vayamos al mecanismo. La persona que os lo va a aplicar consciente o no (luego entraremos), va a dar al principio muy buenos momentos. Si es una posible pareja os seducirá como nadie, si es un amigo o un compañero de trabajo se va a hacer imprescindible, va a ayudarte, te va a hacer sentir comprendido, etc… Todo eso ayuda a generar oxitocina (hormona que regula los comportamientos prosociales del cerebro y por la que el cerebro siente una gran adicción) que genera un vínculo afectivo con esta persona. Sin ese vínculo la ducha escocesa es inútil, no sufrimos por alguien que no nos importa. Hasta aquí algo normal, nos puede parecer que hemos conocido a alguien muy intenso y que vive la vida a tope, sin complejos. Veremos frescura, interés y eso nos puede gustar.
Pero la ducha escocesa comienza cuando de golpe en los buenos momentos aparecen impactos negativos que nos dejan desarmados sin saber muy bien que los causa. Podemos estar en una cena con esta persona y muchos amigos y recibir un comentario de esta persona que nos trastoque la cena, pueden pegarnos una bronca civilizada para que corrijamos un comportamiento o aplicarnos correctivos por comportamientos que consideramos de lo más normal y por el que nadie nunca se había quejado. Podemos encontrar que la confianza con esa persona de golpe desaparece de forma puntual sin entender muy bien en base a que. Pueden aparecer broncas camufladas de consejos para que nos comportemos de manera que a esta persona querría. Cuando eso ocurre liberamos cortisol, hormona del estress, que no le gusta nada a nuestro cerebro. El cerebro quiere librarse del cortisol y volver a la situación anterior donde estaba dopado de oxitocina.
Después del evento negativo, vuelve a haber momentos de calidez y cariño. Nos vuelven a sorprender. Ese compañero de trabajo vuelve a ser solícito, ese amigo vuelve a mostrar ser nuestra alma gemela, esa pareja vuelve a elevarnos a los cielos. Hasta aquí nada anormal, puede que la causa del primer arranque de ducha fría fuera por algún motivo irracional o injusto, pero ¿quien no ha tenido un mal día o una mala semana?. Como somos empáticos y comprensivos asumiremos que esta persona ha tenido un mal momento y no se lo tendremos en cuenta, incluso borraremos de nuestra memoria ese suceso.
El problema es si este ciclo se repite de forma contínua y al final las causas parecen en muchos casos irracionales. Entonces estamos en una situación donde, consciente o inconscientemente, nos están aplicando la ducha escocesa. Este mecanismo aplicado con el tiempo va a hacer efectos destructivos a nuestro cerebro. El cerebro, como el de un yonqui, nos va a estar pidiendo que evitemos los momentos malos aún a costa de nosotros mismos y nuestros propios intereses y que busquemos el premio de los buenos. Nos bloqueará ante otros inputs positivos que nos den terceros ya que lo que nuestro cerebro quiere salir de la situación de estress antes de poder disfrutar de otros inputs.
El ciclo repetitivo de cortisol-oxitocina, nos vuelve dependientes emocionales como podemos volvernos adictos a cualquier sustancia. En situaciones ya avanzadas, cuando estamos enfangados en estos ciclos, también nos genera indefensión aprendida, ya no nos defenderemos de determinados comportamientos porqué temeremos generar la reacción negativa y la ducha fría.
De esa situación no hay otra que escapar. El cerebro nos va a engañar, nos hará que no busquemos el conflicto ni nos atrevamos a alejarnos de quien nos hace esa ducha porqué desea como un loco la dosis de oxitocina que viene después de todo mal momento. Aquí hay que hacer caso al cuerpo. El cuerpo siente una desazón, un malestar, el cortisol es una hormona de estress que presente de forma contínua en el cuerpo en grandes dosis nos va a causar problemas de salud, dormiremos mal, tendremos ataques de ansiedad, estaremos más cansados. El cuerpo nos va a decir lo que nuestro cerebro no quiere oir. Aunque nuestro cerebro nos intente engañar (es un yonqui buscando su recompensa), nuestras emociones no lo harán. Nos sentiremos tristes y no sabremos porqué, nos encontraremos inquietos, incapaces de tener momentos tranquilos y no sabremos porqué. Si estamos en esa situación y sospechamos que tenemos cierta dependencia emocional con alguien y con ese alguien tenemos ciclos de dulzura y sufrimiento, seguramente estaremos sufriendo una ducha escocesa.
También nos ha de importar poco para decidir salir de esta situación si la persona que nos produce la ducha escocesa lo hace consciente o inconscientemente. Si lo hace conscientemente es una persona con rasgos psicopáticos de la que debemos huir. Nadie hace sufrir a otro conscientemente de forma sistemática sin sentir sufrimiento él mismo. Y si lo hace de forma inconsciente es que carece de la empatía emocional suficiente para darse cuenta del daño que hace a terceros y terminaremos con una relación tóxica al dejarla. No deja de ser un comportamiento de manipulación y maltrato. Consciente o inconsciente, nadie tiene derecho a maltratarnos y dejarnos en indefensión.
Quien hace esta ducha escocesa lo enmascarará de “lo hago por tu bien, para que corrijas estos comportamientos” o “estoy en un mal momento”, o peor te tirará en cara “no me entiendes y por eso actúo así” o negará que esté haciéndolo. No hay excusa, no hay nada que justifique un comportamiento de este tipo sostenido en el tiempo. Pero aunque lo hubiera, los efectos que tiene en tu psique son tan desastrosos que ninguna relación vale la pena que tengamos problemas de salud mental por mantenerla.