Revista Economía
El próximo 25 de abril CaixaBank se la juega. Ese día, aparte de celebrarse la junta general de accionistas, donde el consejo no tendrá ningún problema para aprobar todos los puntos del orden de día, también dará a conocer los resultados obtenidos por la entidad durante el primer trimestre de este año. Esa será la verdadera piedra de toque para analistas e inversores.
Los máximos responsables de CaixaBank saben que no se pueden volver a repetir los cifras de 2012, un ejercicio que realmente generó unas pérdidas brutas de 165 millones de euros aunque, gracias al específico sistema de contabilidad nacional y a la deducción por doble imposición de impuestos y plusvalías, se pudo presentar finalmente un beneficio neto de 273 millones que, dividido por el número de acciones (4.450 millones), ofrece un BPA bruto de 6,1 céntimos de euro (en neto, cinco céntimos), insuficiente a todas luces para seguir con la tradicional política de retribución al accionista que, en los últimos ejercicios, ha sido de 23 céntimos de euro por acción.
Apuntar que actualmente el número de acciones ha aumentado algo más en un 1% (hasta un total de 4.489 millones) debido a las ampliaciones de capital del programa dividendo/acción que la entidad puso en marcha en 2011 y que permite a los accionistas cobrar la retribución en títulos en vez de en metálico evitando de esa manera el gravamen fiscal.
La fuerte reconversión que está viviendo el sector financiero español junto a la recesión continuada y el alto nivel de desempleo con la consiguiente reducción del consumo son, sin duda, causas que afectan a la actividad bancaria en nuestro país que ha tenido que afrontar fuertes minusvaloraciones de sus activos. La previsión es que el escenario macroeconómico no mejore en los inmediatos años ya que no se visualiza cuál puede ser el gran sector tractor de la economía española que sea capaz de contratar a dos millones de personas (una tercera parte solamente del volumen de desempleados) en los próximos tres años.
Por lo tanto, el consumo seguirá deprimido y los salarios estancados con tendencia a la baja. En ese contexto, la banca tiene un difícil panorama. CaixaBank, siendo uno de los más importantes players locales, tiene, en ese mismo elemento, una debilidad. Su nula implantación bancaria en el exterior que le hace depender en exceso del ciclo local.
Si en los próximos tiempos no consigue redirigir la cuenta de resultados se verá abocada a un proceso de convergencia con entidades financieras extranjeras que podría pasar por estrechar los lazos con algunas de sus inversiones financieras.
Una opción que sería bien vista por los mercados, por el potencial a escala europea que supondría, podría pasar por un proceso de fusión con el austriaco Erste Bank (donde La Caixa ya posee casi el 10% de su capital, inversión que, a valor de mercado de finales de 2012, representa una cifra algo inferior a los 1.000 millones de euros, cifra similar al coste de adquisición). Este proceso se podría ampliar incluso con otras entidades del continente. En esta circunstancia hay que considerar como candidata a la portuguesa BPI ya que CaixaBank es propietaria del 46% del capital. Se crearía un banco europeo de primer nivel.
Erste Bank tuvo el pasado ejercicio unos beneficios superiores a los 630 millones de euros con unos ingresos de 8.800 millones. Este grupo bancario tiene presencia directa en ocho países del Centro y Este de Europa y, de manera indirecta, en media docena de países más. Cuenta con 50.000 empleados que atienden a 17 millones de clientes. El dividendo de 2012 fue de 40 céntimos de euro por acción, con un payout del 32,6%. CaixaBank por su parte tiene 13 millones de clientes y unos ingresos financieros de casi 8.000 millones.
Otra opción podría pasar por incrementar las relaciones con el Grupo Financiero Inbursa, del mexicano Carlos Slim, donde CaixaBank controla el 20% del capital (valorado en torno a los 3.000 millones de euros, a finales de 2012, aproximadamente el doble del precio de coste).
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