Los humanos muchas veces nos encontramos superados por las adversidades y las dificultades que la vida nos pone en el camino. Depresiones y ansiedades por no poder conseguir lo que nos hemos propuesto están a la orden del día y nos causan gran desasosiego, sin embargo, si mirásemos a nuestro alrededor y dejáramos de mirarnos tanto el ombligo, nos daríamos cuenta que realmente nos quejamos de vicio. Y si no que se lo digan a un pequeño pez de las islas Hawaii: el Oopu Alamoo.
El Oopu Alamoo ( Lentipes concolor) es un pequeño pez de la familia de los gobios que es endémico de las Islas Hawaii y tiene su hábitat a caballo entre las profundidades marinas y las aguas dulces de los ríos que avenan dichas islas del Pacífico. Su tamaño no excede los 7 centímetros de largo de los machos y los 6 centímetros de las hembras, aunque conociendo sus hábitos, lo extraordinario es que todavía exista alguno. Y no, no es que se los coman o el hombre acabe con ellos -que también- sino que ellos solitos se bastan y sobran para complicarse la existencia de mala forma.
Estos pequeños peces tienen la peculiaridad de que, debajo de la cabeza, poseen una especie de ventosa originada a partir de dos aletas ventrales fusionadas que les sirve para aferrarse a las rocas y no ser arrastrados por las corrientes del agua de los ríos. Hasta aquí todo normal, ya que hay muchos tipos de peces que utilizan técnicas similares, pero es que nuestro oopu lo utiliza para un trabajo curioso: para trepar cascadas.
En un río, las aguas de zonas más altas, por inaccesibles, acostumbran a ser las que menos depredadores y menos competencia por el alimento poseen. Si encima, hay un salto de agua en medio de la corriente, el hecho de encontrar otro pez que pueda comerte se reduce mucho. Es en este caso que, los minúsculos oopus alamoo no dudan un instante y, aprovechando la fuerza de succión de su ventosa, comienzan a trepar por la cascada pasito a pasito, intentando evitar el grueso de la corriente y las zonas sin agua.
Lo extraordinario de estos titanes con agallas es que, no es que remonten cascadas de un par o tres de metros, sino que llegan a remontar cascadas de más de 100 metros de altura -caso de las cascadas Akaka- e incluso de más de 300 metros de altura -caso de las cascadas Hi'Ilawe-, lo cual es absolutamente demencial, y más si tenemos en cuenta que, para un animal de este tamaño, es como si para nosotros nos tocase subir a pulso una pared de más de 7 kilómetros de altura. Si, encima, tiene la mala suerte de dar un paso en falso y le falla la ventosa, la caída libre ha de ser mortal de necesidad. A pesar de las gotas como bombas que les caen encima y que solo llegan los más fuertes, los pequeños oopus se dirigen hacia la parte de arriba con total decisión.
Una vez arriba, los peces se encuentran con remansos de aguas más tranquilas, donde alimentarse y reproducirse con total tranquilidad o... con la tranquilidad que da saber que los huevos, una vez eclosionados, volverán a bajar cascada abajo hasta llegar al mar, donde podrán llegar a los 1000 metros de profundidad y se desarrollarán para volver al río y volver a subir por las impresionantes paredes rocosas en un eterno ciclo. Ciclo eterno que deja a cualquier vicisitud por la que nos preocupemos en una mera anécdota, ya que aquello por lo que ha de luchar cada día el pequeño oopus alamoo, sí que es una auténtica cuesta arriba...
...¡y vaya cuestas arriba!