Revista Sociedad

La economía de la guerra

Publicado el 31 marzo 2013 por El Patíbulo
Economía Crack-del-29

Publicado el 31 marzo, 2013 | por Agustín Linares

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La economía de la guerra

A lo largo de la historia, y en cada una de sus civilizaciones, el Hombre ha practicado la guerra contra sí mismo para procurar su supervivencia, supremacía o entretenimiento. En cuestiones económicas, el ser humano de antaño podía lucrarse del pillaje y saqueo exhaustivo de sus vecinos, si contaba con las huestes necesarias. No tenían una moneda por la que velar, ni un modelo económico avanzado más allá del mero trocar. Su base era la subsistencia de sus familias y, su mejor baza, la agricultura.

Más tarde, apareció la moneda. Hecha de oro en un principio, basada en su patrón después y que acabó por ser una mera referencia consensuada del poder adquisitivo de un país. Una vez superado el trueque, el dinero se convirtió en el modelo de supervivencia del hombre moderno. Para conseguirlo, había que producir, siendo esta la base del floreciente sistema capitalista.

Antiguo Régimen

Desde la misma concepción de tal sistema, existió una fuerza superior, en forma de Corona y, posteriormente, de Gobierno, que decidió regular el bolsillo de su ciudadano, en pos del bienestar del Estado. Este último nunca se limitó a ser el marco donde el librecambio, tal como lo postulara Adam Smith, podía ejercerse sin más control que el de la oferta y la demanda, sino que se dedicó a ubicar entre ambos a la Administración. Fue una forma de controlar a una bestia que suponía, entre otras cosas, ponerle un collar tan estrecho que le apretaba hasta la asfixia y, mediante el cual, podía manejarla casi a placer.

Revolución

Más allá de las lecciones de historia, la humanidad comenzó a experimentar con esta nueva visión global. Si la producción era el motor que movía la economía, una economía interiorista, ¿por qué seguir en la tónica bélica de saqueo al agredido? El puro movimiento de la industria armamentística ocupaba a su población, llenaba sus bolsillos y ganaba guerras. Las grandes superpotencias europeas, a lo largo de los siglos, fueron conscientes de este rentable hecho.

Fue bajo el foco de la primera democracia moderna, los Estados Unidos, donde comenzó a demonizarse tal práctica. Dieron a entender al mundo que guerrear, en ese juego de tronos en el que participaba Europa, suponía un abuso para los derechos humanos.

Primera Guerra Mundial

Varias revoluciones después, instaurado el ideal liberal, EE.UU. se enfrentaba a su primera guerra internacional; la Gran Guerra, en 1917. El lobo, finalmente, probó el sabor de la sangre, aunque fuera para imponer la paz.

La economía estadounidense se relanzó espectacularmente, dando lugar a los que fueron llamados “los felices años 20”, una década en la que la economía interior norteamericana sufrió los peores abusos especuladores en Bolsa. Como resultado, el crac del 29 dio al traste con el crecimiento desmesurado y sin base del nivel de vida del americano medio. Lejos de preguntarse las verdaderas causas de la catástrofe, durante la Gran Depresión el Gobierno de Roosevelt decidió hacerse con el control de la situación. Culpando al librecambio de la crisis, su Administración se propuso intervenir para subsanar el desastre.

Pero, tras una leve recuperación con sus políticas, en 1941 el mismo Roosevelt declaraba la guerra al Eje, tras el ataque sorpresa japonés a Pearl Harbor.

Segunda Guerra Mundial

En cuatro años luchando en la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos consiguió el estímulo económico y la aceleración tecnológica que más de diez años de distintos New Deals habían podido dar de sí. Sin ir más lejos, el presidente Truman dio por finalizada la guerra con dos palabras: Hiroshima y Nagasaki. Dos bombas, la Little Boy y la Fat Man, que significaban el culmen armamentístico de nuestra era y que, a efectos muy prácticos, habían sido un éxito científico promovido no por otra cosa que por la guerra.

Funcionaba. La guerra, funcionaba y, desde el New Deal, los americanos habían confiado su economía al savoir-faire de su Gobierno, que comenzaba a intervenir y a acoger de buen grado las teorías deterministas. Si debían defender los intereses económicos del país, y tras esos intereses estaba una enorme industria armamentística a la que dar trabajo, debían, pues, procurarse la contienda.

Guerra Fría

La situación de Estados Unidos se había reproducido en Europa, mientras los vencidos se recuperaban. No supuso ningún problema para los americanos encontrar una excusa para mantener su máquina de guerra activa ya que, en la otra punta del mapa, la Unión Soviética buscaba lo mismo. Las tensiones se acrecentaron, las amenazas se calentaron y la guerra, que no el conflicto, estuvo servida.

Durante casi toda la mitad del siglo XX, el mundo estuvo dividido en dos bloques: Capitalismo y Comunismo. La presencia del Telón de Acero alentó a las superpotencias a una carrera armamentística para producir más y mejores armas que el enemigo. El choque entre EE.UU. y la URSS nunca se produjo frontalmente, pero durante los años en guerra, hubo conflictos que sirvieron para mantener el fuego de las fundiciones al rojo. La Guerra de Corea, la de Vietnam, la crisis de los misiles en Cuba y Afganistán fueron partícipes de tan prolongado enfrentamiento.

En 1969, el hombre pisó la Luna tras una desenfrenada Carrera Espacial entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Fue, nueva y tristemente, prueba del gran desarrollo científico que arrastra tras de sí la Economía de la Guerra.

Actualidad

La gran industria que se habían procurado los países de Occidente, miraron al Este cuando, en 1973, los principales países árabes que exportaban petróleo, embargaron ingentes cantidades de crudo por el apoyo diplomático a Israel. Esto dio lugar a la mayor crisis energética que se había sufrido hasta entonces, y permitió al hombre reconocer su dependencia al oro negro.

Los intereses económicos de los país por parte del Gobierno llevó a tomar parte en estos países. El ejemplo más sonoro fue la Guerra del Golfo, a principios de los 90. A día de hoy, numerosos frentes siguen abiertos en Oriente Medio.

Cabe decir que, tras tantos conflictos y vidas humanas sesgadas, no solo fue la economía lo que llevó a tales guerras. Siempre hubo un trasfondo ideológico o político que amparaba, tras un líder o una bandera, el derramamiento de sangre. Aunque, según mi forma de ver las cosas, una guerra nunca se podría justificar del todo. Y pese a que un burócrata, en la plenitud de su cargo, firme una declaración formal de guerra, bajo el cobijo del nimio derecho internacional, no me parece más que una pompa y un escudo moral para que la sangre no salpique el papel en el que estampa su sello.

Es la voluntad de defender una industria, por parte de un Estado todopoderoso. Un Estado que debiera ser neutro y garantizar, únicamente, los mayores derechos de la vida humana, pero que, sin embargo, la gestiona como un mero trámite.

Las guerras de religión acabaron cuando se separó Iglesia de Estado. El buen día en que Economía y Estado, por toda esa sangre, todo el sufrimiento, sean separados, quizá lleguemos a ver la paz que tanto anhelamos.



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