Un programa político tiene que ofrecer alternativas al ciudadano, explicar en qué consisten sus propuestas y del mismo modo, justificar de que forma se van a financiar las mejoras. La reciente formación política,q ue juega con el cabreo generalizado de la gente, más que justificado por otra parte, ofrece alternativas poco concretas, perdidas en generalidades como “que paguen los ricos” o “terminar con la casta”, pero sus planes estrella en lo económico, como crear tres millones y medio de empleos públicos o una renta universal, tienen una base económica más bien pobre. Más Estado es una alternativa posible en aquellos casos en los que el país hace caja; aumentar desproporcionadamente el gasto público hace necesario un incremento de los impuestos que supone terminar por repartir pobreza entre los menos favorecidos. Medidas populistas, como gravar las rentas más altas, supone, en la práctica, unos pocos millones de euros al año para las arcas del Estado, aunque se publicite como el establecimiento de un rasero por arriba, mientras lo que verdaderamente sucedería es la igualdad en la miseria. Un “meme” que circulaba hace escasas fechas por la red lo definía perfectamente: Pablo Iglesias ama tanto a los pobres que va a hacer muchos más.