Aunque me guste volar libre con mi escoba, a diario vivo en el centro de una gran ciudad. Cada mañana la gente se arrastra aún medio dormida hacia sus puestos de trabajo y cada uno avanza absorto en sus propios pensamientos. Por eso me llamó la atención una mujer que, al contrario de los demás, permanecía quieta en un esquina. Parecía pendiente de lo que los demás pensaran de ella, de si la veían o no. Estaba en la puerta de un banco, indecisa.
Yo estaba parada en un paso de peatones y el semáforo en rojo me permitía seguir observándola a una distancia prudencial. Iba sencilla, pero bien arreglada: vaqueros, blusa, chaqueta, bailarinas y un bolso negro que se colocaba cruzado.
Justo cuando el semáforo se puso en verde y comencé a cruzar la calle hacia ella, me pareció como si se produjera un destello de decisión. Cerró los ojos y se dejó caer en una silla plegable en la que yo, pendiente de ella, no había reparado. Se quedó encogida, mirando al suelo, concentrada en un cartel que había desplegado. Creo que ni siquiera pestañeaba, como queriendo aprenderse la frase que había escrito… o mejor, como queriendo que la tierra la tragase, borrar ese momento, desaparecer.
Según pasaba leí la frase que había escrito: “Pido para dar de comer a mi hijo.”
Seguí viéndola varios días, en el mismo lugar, con la misma ropa, y la misma actitud de profunda vergüenza y desespero.
Pero una mañana la escena cambió. Según llegaba a su altura para continuar con nuestra representación cotidiana, se le acercó un hombre sonriente. Al llegar a ella se agachó para que sus ojos quedaran a la altura de la mujer que cada vez más encogida, no había logrado desaparecer. La saludó cordialmente:
- Buenos días, señora.
Ella no pudo sino esbozar una pequeña sonrisa que se perdió en la debilidad de una mueca aturdida.
- ¿Sabe limpiar? – Continuó el hombre.
No pude ver, ni escuchar más sin resultar indiscreta. Me alejé de ahí sonriendo de corazón. Deseando que ese hombre supusiera al menos un respiro para la mujer y su hijo. Agradecida porque aún existan personas dispuestas a ayudar a los demás a sentirse eso, personas.
Al día siguiente la mujer ya no estaba.
Desde aquí les deseo lo mejor; a ella, a su hijo, al hombre que le ofreció ayuda y a todas las personas que cada día aportan su granito de arena para construir un mundo mejor.
Nosotras seguimos en nuestro propósito de cambiar el mundo con el poder de la sonrisa. Ya sabes que tienes una cita este fin de semana conmigo y el Universo Amanda. Sí, los días 13 y 14 de Junio, en la Feria de Economía Solidaria en Matadero, Madrid.
¡No nos faltes! Te esperamos, #amanderos.
Amanda, a 9 de Junio de 2015.
PD: Te agradeceremos también que divulgues este evento entre todas las personas a las que quieras ayudar a ser un poquito más felices. ¡Gracias!