Revista Cine
Clarke y Kubrick ya nos avisaron de ello en su día: a veces las creaciones humanas son incontrolables, se independizan de sus presuntos padres, a quienes deberían servir, y empiezan a tomar sus propias e incontrolables decisiones, cuan monstruo de Frankenstein desatado. Digo esto porque esta es la impresión que tengo acerca de las fuerzas económicas que se han ido desatando en las últimas décadas. La ciencia económica, con su jerga incomprensible, decía tener controlados los fundamentos de la prosperidad, pero en realidad se estaban engañando a sí mismos. La maraña de regulaciones, desregulaciones, globalización e informatización de la economía ha provocado un monstruo al que nadie sabe como calmar, ni siquiera los que presuntamente se aprovechan de su errático comportamiento.
Hubo un momento, después de la quiebra de Lehman Brothers, allá por el ya lejano 2008, en el que nuestros amados dirigentes (¿qué es lo que dirigen, si los acontecimientos les pillan siempre con el pie cambiado?) hablaron de reformar el capitalismo, de que el Estado tomara de nuevo las riendas de la economía, pero en lugar de eso, decidieron seguir alimentando al monstruo, endeudando al Estado con tal de calmar la insaciable hambre de dinero de los bancos.
Ahora ¿quién sabe como desactivar a Hal 9000? ¿alguien se atreverá a hacerlo? ¿Cómo es posible que nadie sepa a ciencia cierta hacia donde nos dirigimos? Yo quitaría a nuestros políticos el título de dirigentes y les pondría el de expectantes.