«Chen Qingyang me confesó que cada vez que hacíamos el amor era una tortura para ella. Deseaba gritar, abrazarme y besarme desenfrenadamente, pero se negaba a dejarse arrastrar por aquel sentimiento. Había decidido que nunca amaría a nadie.»
Escapo de los calores -me escondo, más bien- recluido en casa con lecturas variadas a mi alcance. Una de ellas ha sido ésta que recomendaba a principios de año mi amigo Francisco en su blog "Un lector indiscreto". Así que desde aquí agradezco a Francisco su recomendación.He disfrutado mucho leyendo las confesiones que el protagonista de la novela debe de hacer a sus reeducadores culturales durante el tiempo que pasó en una brigada de trabajo en una provincia fronteriza china. Sucedió en la llamada Revolución Cultural que asoló China durante los diez últimos años que estuvo bajo la implacable férula del caudillo Mao Zedong. Son confesiones referidas a las actividades sexuales desarrolladas por él, Wang Er , con Chen Quingyang, médico de la Granja de Reeducación en la que como tantos otros universitarios ambos habían sido confinados dentro de las campañas de reeducación establecidas en el país a lo largo de los años 1966 a 1976.
Si nos atenemos a lo que el narrador protagonista cuenta, tanto él como la médico con la que intimó coincidieron un tiempo en la Granja de trabajo a la que fueron conducidos a fin de convertirlos en "juventud educada" en los valores marxistas; valores que en opinión de los dirigentes del momento los jóvenes chinos estaban perdiendo. El propio autor, Wang Xiaobo, sufrió en carne propia esta política durante los años 1968 a 1970 siendo enviado a Yunnan Farm, el mismo centro donde suceden los hechos de la historia que se relata. Tenía en ese momento Xiaobo 16 años y estaba a punto de ingresar en la Universidad. Es precisamente la experiencia vivida durante estos dos años de estancia en el centro de reeducación la que le sirve de inspiración para "La edad de oro". Pero, insiste el autor, la historia que cuenta en La edad de oro no es la de su experiencia autobiográfica.
El reencuentro casual del narrador con Chen Quingyang «en la feria de Año Nuevo del parque Longtanhu de Pekín», veinte años después de los meses durante los que estuvieron relacionados, es el detonante para que Wang Er, relate en primera persona la experiencia vivida. Wang Er sufría de fuertes dolores lumbares debido a que había sido enviado por su jefe de brigada a plantar arroz, actividad que le exigía estar constantemente con el espinazo doblado en una posición muy forzada para su estatura de 1'90 metros. Por este motivo visitó a la médico de la Brigada 15, o sea a Chen Quingyang. Más tarde ella lo visitaría a él en su brigada, la número 14. Lo que comenzó siendo sólo una relación profesional y de mera amistad derivó casi sin darse ellos cuenta en una relación sexual. Aunque hubo momentos en que los dos jóvenes escapaban de la Granja llegando a pasar varios meses fuera de ella, siempre decidían regresar para evitar represalias mayores que les imposibilitaran salir de la misma y retomar su vida de estudiantes.
Para lograr salir de estas Brigadas de trabajo, dice en un momento de la novela el narrador, «el Grupo de Seguridad Popular nos obligó a seguir escribiendo la confesión. Tuvimos mala suerte, pues justo en aquel momento se había iniciado en todo el país un nuevo movimiento político y alguien había decidido denunciarnos.» Se les acusará de haber salido del país y ser espías extranjeros. Como tal cosa se demostró enseguida ser falsa, los del Grupo de Seguridad les exigen que escriban una autoconfesión acusándose de algo, por ejemplo de haber mantenido relaciones sexuales, lo que por contra sí era verdad pese a que ellos en principio lo negasen.
El sexo en La edad de oro, dice en el epilogo a la misma Miguel Sala Montero, traductor de la novela «juega un papel protagonista. En palabras del autor: "No lo hice (incluir escenas de sexo) por polemizar o resultar intencionadamente vulgar, sino como una forma de recuperar la memoria de aquellos años. Todos saben que las décadas de los sesenta y los setenta en China fueron una época 'asexual'"».
Es, pues, la mostración desinhibida del sexo una manera de criticar políticamente el sistema que durante cerca de 30 años dirigió China con puño de hierro. A la muerte de Mao Zedong en 1976 el país comenzaría un proceso de apertura socioeconómica que lo llevaría con el paso de los años a convertirse en una potencia mundial. Al tiempo que los ciudadanos prosperaban económicamente el Estado abrió algo la mano en el terreno cultural lo que literariamente hablando dio lugar a una serie de autores como Mo Yan [en este blog he reseñado sus novelas La vida y la muerte me están desgastando y Las baladas del ajo], Xinran Xue [en el blog reseñé hace poco Nacer mujer en China (Las voces silenciadas)] o Wang Xiaobo, quienes sin hacer mucho hierro cuestionan la política ejecutada y representada por la Banda de los Cuatro y critican muchos de los excesos a los que un equivocado celo ideológico condujo el inmenso país. Sólo he citado autores que he leído pero es evidente que en China fueron -lo son actualmente- muchas las voces que se levantaron contra los abusos del pasado. Pero no hay que engañarse: es mucha la represión y el control cultural que sufren actualmente los intelectuales en China.
Muy importante me ha parecido la libertad con la que la mujer se muestra en esta breve novela. Chen Quingyang al principio aparece muy preocupada por la opinión de golfa que sobre ella se tenía en la Granja:
«Para ser una golfa hay que acostarse con los hombres de otras y yo no me he acostado con nadie desde que mi marido entró en la cárcel hace ya más de un año; y antes tampoco. Por eso, no entiendo por qué todos me llaman golfa.»Ella tras mantener durante meses relaciones íntimas con Wang Er jamás sintió que estuviese cometiendo ninguna falta, ningún delito, pues el sexo para ella no tenía nada de malo. Se lo reconocerá al narrador en ese encuentro póstumo en Pekín veinte años después de los hechos acaecidos en la Granja de reeducación:
«Aquella también fue su edad de oro. Aunque todos decían que era una golfa, Chen Qingyang nunca se sintió realmente culpable. Me reí. Según ella nos unía una gran amistad y lo que hacíamos no podía ser considerado pecado»
Sí, también para ella aquella fue su edad de oro, igual que lo fue para el narrador como él mismo lo declara en un momento de la novela. Y es que ser un joven de 21 años y poder tener sexo libremente consentido con una mujer joven de 23 es vivir un momento magnífico, quizás el mejor momento de la existencia. Y, claro, también así lo sintió ella aunque quizás por su educación, su condición femenina o lo que fuera reprimiese más su entrega que él . Sin embargo y contra todo pronóstico sería la confesión que ella escribió la que al fin y a la postre sirvió para que el comandante del campo decidiese ponerlos en libertad. ¿Qué confesó Chen Quingyang? ¿Por qué las múltiples confesiones escritas por Wang Er pese a ser escritor no sirvieron para lograr su libertad? Leyendo, leyendo, se alcanza a conocer el motivo; sólo os puedo decir que es un motivo muy hermoso, muy bello. Ya os enteraréis.
Nota:La edad de oro de Wang Xiaobo es uno de los tres títulos que he elegido para cumplir el Reto Serendipia Recomienda 2022.