Conocido desde la Prehistoria, el cobre es un metal muy valorado por su alta resistencia a la corrosión, por su maleabilidad y ductilidad, por ser un buen conductor del calor y por sus propiedades bactericidas. Tradicionalmente, se ha usado para acuñar moneda, hacer objetos ornamentales y, sobre todo, utensilios de cocina.
Aunque es un material caro, sus ventajas en la fabricación de objetos son muy numerosas ya que permite hacer cualquier forma o diseño. En contrapartida, se raya con facilidad y hay que pulirlo con frecuencia para que mantenga su brillo original.
Dejando atrás estos usos tradicionales, el cobre ha saltado a la primera línea en tendencias decorativas por su belleza, simple y llanamente.
Combina muy bien con casi todo pero mis favoritos son la madera, el ladrillo visto y la gama de los blancos. Al ser de un color anaranjado-rojizo, resulta más cálido que otros metales en ambientes decorativos de aire industrial, nórdico o campestre.
Podemos dar un toque de cobre a cualquier estancia: cocinas, baños, salones, despachos, terrazas. Para lograr su máximo efecto decorativo basta con poner una única pieza grande (una lámpara, una bañera, un espejo) o varios pequeños (macetas, cajas o farolillos). Os lo ilustro con algunos ejemplos para el baño y para la terraza...
Créditos de las fotos: 1-4. Ellos; 5. Tom Dixon; 6a. Pinterest; 6b. Éléonore Bridge; 7a. Sköna Hem; 7.b Ballards Designs
PRÓXIMA CITA: OTOÑO EN UNA MACETA (7/10/2014)