Revista Coaching

La Edad del Pesimismo

Por Joseluisp

La Edad del Pesimismo

Últimamente me preocupa el pesimismo que rodea todos los mensajes, actitudes y comunicaciones que recibimos. A raíz de las respuestas que he recibido a la entrada sobre el coeficiente de optimismo he podido comprobar que muchas personas comparten esta preocupación.

Martin Seligman considera que el pesimismo tiene algunas virtudes. Después de todo el pesimismo refuerza nuestro sentido de la realidad, lo que nos permite actuar con exactitud y precisión. De este modo, ciertas dosis de pesimismo pueden ser aconsejables, pues su misión es la de contenernos un poco para no exagerar nuestro optimismo. Nuestro pesimismo nos ayuda a no ser temerarios, pues nos obliga a pensar las cosas dos veces protegiéndonos de tomar decisiones apresuradas y de cometer actos irreflexivos.

Sin embargo Seligman también nos advierte de los peligros del pesimismo. A pesar de que todo nuestro desarrollo personal es el fruto de una tensión creativa entre optimismo y pesimismo, el pesimismo causa depresión y nos hace sentir mal en la medida que nos instala en la tristeza, la pérdida de voluntad, la preocupación y la ansiedad. Tiene una tendencia a impregnarlo todo, lo que nos lleva a no perseverar cuando fracasamos y a mantenernos en la inercia y en la inactividad. Los pesimistas, además, aunque puedan llevar la razón siempre se sienten peor, fracasan más en sus intentos de prosperar, tiran la toalla ante la adversidad y experimentan pérdidas de salud.

Las investigaciones de Seligman centran el origen de nuestro optimismo o de nuestro pesimismo en las pautas explicativas que le damos a toda las adversidad a la que nos enfrentamos. Así, un pesimista considera que todos los sucesos negativos que experimenta tienen una explicación personal (la culpa es mía), permanente (esto será siempre igual) y global (todo lo que haga me saldrá mal).

Sin embargo, la actitud de los optimistas es diferente, pues interpretan de una manera alternativa la adversidad a la que están sometidos. Un optimista considera que todos los eventos negativos tienen una pauta explicativa externa (la culpa no es del todo mía), temporal (es una situación pasajera de la que podré salir adelante) y específica (esto sucede sólo, por ejemplo, con mis compañeros de trabajo).

La buena noticia es que tanto el optimismo como el pesimismo son actitudes aprendidas y susceptibles de ser revisadas y desaprendidas. Piense que su coeficiente de optimismo es sólo el resultado de las pautas que usted utiliza para explicar toda la adversidad a la que se enfrenta. Contiene sólo interpretaciones, creencias fundamentadas o no que pueden ser contrastadas, revisadas y desmontadas. Cuestionar todas estas pautas es un ejercicio apasionante. Ganaría mucho en practicarlo, pues su salud y su felicidad dependen de ello. ¿Se atreve?

NOTAS

Puede obtener más información en la obra de Martin Seligman Learned Optimism. Está publicada en castellano por Debolsillo.


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