Revista En Femenino

La Edith Wharton viajera

Por Fadiris


 

Efectivamente, también hay una literatura de viajes, de igual modo que conservamos ensayos y relatos de célebres escritores sobre ciudades o sitios que les impresionaron en su época. 


Viaje por Francia en cuatro ruedas, Edith Wharton
Tal es el caso de Edith Wharton, escritora americana conocida sobre todo por su novela "La edad de la inocencia". La escritora fue una viajera incansable y en su producción literaria dejó tres libros de viajes: Italian Backgrounds (1905), Viaje por Francia en cuatro ruedas (1908) y In Morocco (1920).
Wharton era una apasionada de Francia y en este libro relata sus variadas excursiones por el territorio francés, que se convertiría en su lugar de residencia.
En mayo de 1906 comienza el viaje por Francia en cuatro ruedas de Edith Wharton, a bordo de un Panhard, en la compañía de su hermano Harry Jones y su marido Teddy. Partieron de París en dirección sudeste, rumbo a Clermont-Ferrand, y después enfilando hacia el norte, en dirección a Bourges y Orleans, hasta volver a la ciudad de la luz. En lo sucesivo, otras escapadas se irían sumando, hacia nuevas rutas, hasta ir volteando todo el perímetro del país.El crítico Percy Lubbock, amigo de la escritora, así la describía en su faceta viajera:
"Con la carretera despejada ante ella, rumbo a un "chispeante país extranjero", su corazón se henchía: estaba en su elemento; no había dicha igual, ni viajero más decidido que Edith cuando emprendía una de sus aventuras de bucanero, con su cargamento de libros, su itinerario perfectamente programado y un compañero que compartía su pasión... Mucho antes de que el motor acelerara su paso, ella se había apoderado de vastos territorios y desentrañado los secretos de sus recovecos; y no solo en lugares célebres y opulentos, sino también en calles y caminos apartados que conducían a ocultos prodigios, tesoros perdidos y altares olvidados... Entraba sin vacilar en la iglesia cerrada, en una galería que ese día no estaba abierta al público, en un palacio en el no se permitían visitas: ¡qué bien conocemos esos lugares, aunque sus acompañantes indefectiblemente nos habríamos contentado con mirar desde afuera! Sin embargo, era recomendable seguir a esta mujer intrépida allí donde te guiara, pues a pesar de su minuciosidad, sabía distinguir y valorar las cosas y no perdía el tiempo en trivialidades; y a pesar de su seriedad, nunca permitía que se consumiera el placer de la aventura, siempre se divertía como si estuviera de vacaciones. Nadie podría pedir una compañera de viaje mejor en el camino a El Dorado."

 
La personalidad viajera de Edith destacaba por su combinación de la exploración o la búsqueda de lo desconocido -en sentido preferente a los caminos trillados-, con el placer del conocimiento histórico y estético. Su idea de viajar tenía otro romanticismo, partía de detalles y circunstancias que también eran relevantes y que convivían en su mente junto a la imaginación, una actitud muy diferente a la que presenta la industria del turismo actual.
Edith Wharton
La edición de Plaza Janés de Viaje por Francia en cuatro ruedas comienza con una instructiva e interesante introducción de Mary Suzanne Schriber, que da paso a la oratoria entusiasta, e irónica a ratos, de Edith Wharton.
La primera frase ya denota entusiasmo, expresión de una época que alababa las virtudes de los coches frente a otros medios de transporte más antiguos. Dice Edith: "El automóvil ha devuelto el romanticismo a los viajes". Y no pierde razón, a pesar del tiempo, cuando explica que es el medio más adaptable a la necesidad de movimiento de las personas.
"Al liberarnos de las coacciones y las conexiones de los trenes, de la esclavitud a unos horarios fijos y al camino trillado, de la obligación de acercarse a un pueblo cruzando una zona fea y desolada creada por el propio ferrocarril, nos ha restituido el asombro, la aventura y la novedad que alegraba el camino de nuestros antepasados postillones. Entre los grandes placeres recuperados, el mayor es la dicha de pillar a un pueblo por sorpresa, de acercarse furtivamente a él por caminos secundarios y no cartografiados y descubrir inesperadamente un aspecto íntimo de su pasado, una silueta oculta durante medio siglo o más tras la fea máscara de los terraplenes de las vías férreas o de la mole de hierro de una estación. ¡Por fin recuperamos esos pueblos, los pueblos escondidos por los que suspirábamos desde las ventanillas del tren!"
Con este mismo entusiasmo, la escritora nos irá relatando sus recorridos por toda Francia, de Boulogne a Amiens pasando por su Catedral; Beauvais y su catedral sin nave, el Kubla Kan de la arquitectura, y también la Catedral de Ruan, donde hace un pormenorizado análisis de las narices de las figuras de los cardenales; luego de Ruan a Fontainebleau; a continuación el Loira y el Indre; la agradable estancia en Nohant, la tierra de George Sand y el paseo por Vichy en dirección a Clermont; después Auvernia con sus iglesias y paisajes; y como último recorrido de la primera parte, el realizado de Royat a Bourges.
Edith Wharton
La segunda parte se inicia con el trayecto de París a Poitiers, con breves impresiones de los castillos del camino, y otra vez Nohant, pero con más detalle de la casa de George Sand, y demás pueblos de los contornos; para luego seguir de Poitiers hacia los Pirineos, pasando por Burdeos y bordeando la ribera del Garona, hasta llegar a Lourdes, donde distingue entre la ciudad de montaña pintoresca y feudal que nadie describe ni visita y el aire comercial que rodea el santuario de la virgen, y después continuar en dirección a Argelès y Saint-Savin entre historia y leyendas, y para acabar la ruta, enlazar con Saint-Bertrand-de-Comminges; y entonces trazar un nuevo recorrido de los Pirineos a la Provenza, pasando por Toulouse, Albi y Carcassonne, hasta llegar a Nîmes, que elogia por su valioso núcleo de ruinas grecorromanas, sin dejar de hacer alusión a detalles como los castillos de Beaucaire y Tarascon, o las ciudades de Uzès y Saint-Remy y la ciudad romana de Glanum, y otros tantos puntos de interés, como Aix-en-Provence, Saint-Maximim, Aviñón y Orange; y por último, aprovechar el camino de regreso, del Ródano al Sena, para visitar Valence, Tournon, Vienne, la iglesia de Brou, Dijon, Vézelay, Auxerre y Sens hacia Fontainebleau.
La tercera y última parte es una crónica breve e integrada que se titula "Una excursión al nordeste". Saliendo de París, la ruta prosigue entre nuevos pueblos, en dirección a Meaux, visitando de camino el pueblo de Braisne, luego Reims y Coucy, que compara con Carcassonne, y más adelante Noyon y Saint-Quentin. No faltaría Laon, la gran ciudad catedralicia del nordeste y según la autora, una de las ciudades de montaña más majestuosas de Francia, y a continuación Soissons, una antigua ciudad llena de reminiscencias romanas y merovingias. De vuelta a París, la ruta pasa por visitar la ciudad de Senlis, menospreciada por las guías de viaje, y el pueblo de Saint-Leu, donde yacen los escombros de una abadía cluniacense del siglo XI.
Viaje por Francia en cuatro ruedas es la mirada personal de Edith Wharton sobre sus excursiones en la Francia de su época. Salvando las distancias temporales, sus comparaciones, descripciones y visiones particulares pueden resultarnos más válidas que cualquier información comercial que nos pueden vender sobre algunos sitios. Su entusiasmo, su cultura de viajes y su manera de conocer mundo animan al lector y a todos aquellos de espíritu aventurero, que les gusta descubrir nuevos parajes y realmente tienen una sensibilidad propia que escapa a los discursos de las guías turísticas. Eso sí, no estamos ante un mapa detallado ni un viaje programado, seguramente Edith ha preferido dejar riendas sueltas al viajero para que este también puede crear su trayecto independiente, su viaje imaginado, y solamente muestra su opinión, no impone ni elimina... En definitiva, y como dice la autora, "la mente es una página en blanco donde la ciudad escribirá su nombre". Nada tan reconfortante como compartir una afición y a la vez, ser conscientes de que cada quien conserva su propio cuaderno de viajes.


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