La educación de los hijos es una de las principales preocupaciones de las familias empresarias.
La expectativa de mínima consiste en los hijos terminen la escuela secundaria con éxito. Ello constituye, entre otras cosas, una estrategia de contención, para evitar en lo posible las malas compañías, y para que tengan un mínimo de formación cultural, indispensable en el mundo actual.
La mayor parte de los empresarios va más lejos: espera que sus hijos terminen un ciclo de educación terciaria o universitaria, y, en algunos casos, que también obtengan un diploma de posgrado.
Los fundamentos, sin embargo, no son siempre coincidentes.
Las resistencias
- "Tío, vos decís que yo tengo que ir a la Universidad... pero vos entraste a la empresa apenas terminaste el secundario... y nunca más estudiaste".
Para algunos jóvenes, entrar a la empresa familiar es el camino más corto: en lugar de tener que enfrentar el rigor de los estudios (y la frustración de los desaprobados) encuentran en trabajos menores una manera de ocupar su tiempo.
Muchas veces, para justificarse, toman de modelo a sus propios mayores.
- "Los empresarios, en este pueblo, siempre cometemos el mismo error: como nos va bien, mandamos a nuestros hijos a las mejores universidades del mundo, y después, cuando vuelven, ellos creen que van a poder aplicar en las empresas de sus padres algo de lo que aprendieron...y allí empiezan las frustraciones".
En estos casos, la fuente de frustración consiste en no aclarar totalmente el para qué de los estudios, que no está necesariamente ligado a una aplicación inmediata, o total, en la empresa familiiar, sino que se relaciona, fundamentalmente, con instituir un modo de pensar y de esforzarse, cuyas aplicaciones posteriores en la vida son múltiples, aunque no necesariamente para generar cambios en la empresa.
- "A mí no me gusta estudiar, así que, después de hacer un par de intentos en la Universidad, volví a la empresa familiar... y aquí me quiero quedar, y aprender del negocio".
Facilitar el camino a los hijos, tapar sus frustraciones (quizás, después de un fracaso educativo) y utilizar a la empresa familiar como una vía de escape para ello, es una vía rápida, pero ineficiente, dado que quien la recorre, tarde o temprano, evidenciará la frustración, y el arrepentimiento, por no haberse comprometido a fondo con su propio futuro. No se trata tanto de que los jóvenes cursen una carrera, como de que incorporen valores como el esfuerzo, y la humildad: saber que existen terceros (los profesores) con la autoridad suficiente para juzgar su producción, y poder compararse con sus propios compañeros, son instancias que preparan a los jóvenes para su vida laboral y profesional.
Los aportes de la familia empresaria
La familia empresaria tiene muchos recursos para influir en la educación de los jóvenes:
Desde ya, la charla de los jóvenes con sus padres es una herramienta fundamental para su determinación respecto de los estudios.
Hay, además, estrategias disponibles a través del protocolo empresario familiar.
En el protocolo (elprotocolofamiliar.com.ar) es posible establecer algunas normas para inducir la educación de los jóvenes:
Además, a través del Protocolo se establecen las pautas para el funcionamiento del Consejo de Familia, que es el dispositivo que reúne a todos los integrantes de la familia empresaria (trabajen en la empresa, o no).
El Consejo de Familia tiene la atribución de convocar a especialistas para brindar charlas a los miembros de la familia, celebrar reuniones en las que se escuche a cada uno de los familiares, y organizar un sistema de becas que estimule a los jóvenes.
El Consejo de Familia se puede convertir en una presencia permanente para los jóvenes, como una referencia ineludible, que los ayudará a persistir en sus propósitos educativos y no renunciar frente al primer escollo, dado que no se sentirán solos, sino, en definitiva, los portadores del esfuerzo y el compromiso de la familia empresaria.