Muchos internacionales pasaron por el área de educación de Mesa Grande, venidos de varias partes del mundo. Yo sólo conocí a algunos: Sabina, Hans, Pilar, Carmencita, Johanna, Katarina, Clara, David. A otros no los conocí en persona, pero mucha gente me habló de ellos: Cristof, María, Kris, etc.
En el área de educación trabajábamos con los maestros populares, ayudándolos a preparar las clases y a mejorar su propia formación. Había dos niveles: primaria y adultos. Y después se añadió el nivel de kínder. En primaria se daba desde 1º hasta 6º grados. Y si al terminar 6º alguien quería seguir estudiando, tenía que repetir otra vez 6º o apuntarse a la Escuela Técnica. En adultos había 4 grados: alfabetización, post-alfabetización y dos de avanzado.
Los internacionales nos reuníamos todos los días con los maestros y maestras populares en los "Centros de educación" para preparar las clases del día siguiente. El tiempo que estuve en Mesa Grande me tocó trabajar en el nivel de adultos y, como las clases se daban por la tarde, me reunía con los maestros populares por la mañana en el Centro de educación del campamento 5. Había algunos maestros mayores, pero la mayoría eran cipotes o cipotas jovencitas, pero listos y con muchas ganas de aprender y de enseñar. Recuerdo que cada uno llevaba un bolsoncito de tela donde cargaba las libretas y cartillas. Los días calientes nos asábamos debajo de los techos de lámina y nos resbalaban goterones de sudor por la cara, pero eran peores los días que hacía temporal porque nos helábamos de frío y a cada rato nos andábamos soplando las manos para que no se quedaran entumecidas.
La primera hora, hasta el receso, la dedicábamos a preparar las clases y ver cómo se iba a enseñar. El método que se utilizaba con los adultos era el de la palabra generadora. Por ejemplo, con la palabra REFUGIADO se estudiaban las 5 vocales, con la palabra CHAMPA se estudiaba la letra "ch". La "ch" con la "a" daba "cha", con la "e" "che", etc., y se escribían palabras que tuvieran esa letra: chula, chimol, chumpe, chero...
Después del receso le dedicábamos otras dos horas a dar clases de lengua, de matemáticas, de historia o de ciencias naturales para que los maestros y maestras populares mejorasen su nivel.
Gracias a la Educación Popular muchos adultos aprendieron a leer y escribir en los campamentos, ya que en El Salvador no habían tenido oportunidad de hacerlo por la dureza de la vida y la necesidad de trabajar desde que eran niños. Y, por supuesto, casi el 100% de la población infantil estaba escolarizada en las escuelitas. Los niños iban casi todos descalzos y las niñas con yinas, llevaban las ropas rotas, llenas de remiendos, y estaban delgados como alambres pero con las pancitas abultadas a causa de los parásitos. Aquellos niños son hoy en día hombres y mujeres adultos, con sus estudios, muchos han cursado bachillerato o incluso una carrera universitaria. Y todo esto no hubiera sido posible si en Mesa Grande no se hubiera organizado la Educación Popular.
Guardo un recuerdo hermoso de aquellos tiempos en el campamento, a pesar de estar viendo cada día la dureza de la vida y las dificultades y amenazas por las que pasaban los refugiados. Pero creo que al final valió la pena el trabajo. Por eso, desde estas líneas, les mando mis felicitaciones a aquellos maestros y maestras populares que hicieron posible el increíble logro de educar a toda una generación.