Mi hijo lleva escolarizado con este, siete cursos en el sistema de educación especial.
¿Es lo que esperaba?
No.
¿Que me hubiera gustado otro tipo de educación para él?
Por supuesto.
Pero en su momento y dadas sus condiciones era la alternativa -que no la respuesta-.
Con el tiempo todo ha ido encajando, y hemos ido entendiendo que era (y es) lo que necesitaba, al menos en la base.
Le gusta el colegio. Más bien le gusta la rutina que implica y envuelve un día de colegio.
Y nosotros nos sentimos tranquilos sabiendo que lo dejamos en las mejores manos.
Los principios de curso son anhelados de una manera enfermiza. Aún me sigo cuestionando la pertinencia de que en este sitema educativo se pauten vacaciones como en el ordinario. No estoy de acuerdo porque las necesidades de estos niños son diferentes, pero ese debate lo dejaremos para otro momento...
Puedo compartiros cómo nos ha funcionado el sistema a nosotros en Madrid.
Veréis...
Siempre ha comenzado el primer día de clase dando la bienvenida a su autobús y a sus monitores, con el comedor en pleno funcionamiento, como no puede ser de otro modo siendo como es un elemento educativo más en educación especial.
Clases de 4-5 alumnos, su maestr@, su auxiliar permanente en el aula, a veces incluso dos o tres cuando llegaban alumnos de prácticas.
Sesiones de logopedia, fisioterapia, psicólogo, deporte, psicomotricidad, piscina...
Jornadas repartidas en una fantástica estructura horaria trabajando rutinas, horarios, comunicación, higiene, control de esfínteres, motricidad, con estimulación cognitiva, sensorial...
Revisiones médicas, excursiones, reuniones individuales y de equipo, tres mínimas al año, con todos los profesionales implicados.
Informes de evaluación que parecían tesinas, de cada profesional, explicando y desarrollando conceptos, competencias, habilidades, proyectos...
Dentro de lo que supone este sistema educativo, mi hijo ha recibido la mejor de las atenciones. Han sido familia para nosotros, y aún hoy, tres años después, seguimos en contacto y me ayudan en este complicado y no elegido camino.
Esto, todo esto, no es una educación especial de élite, ni exclusiva. No. Es lo que debe ser y es.
Lo que NO debe ser es comenzar el curso sin ruta ni comedor.
No contar con auxiliares suficientes.
Cubrir esas necesidades con planes de empleo o bolsas de trabajo temporales.
Contar con una cuarta parte de los especialistas que se necesitarían según la ratio del centro.
No poder ofrecer servicios por falta de personal.
Proporcionar notas Estandarizadas, como si de una escuela infantil se tratara.
Rotar profesorado en función de las bolsas de interinos anualmente.
Contar con personal de servicio y administrativo fabuloso que lucha contra paredes y montañas.
Con profesores abiertos y entusiasmados que al final no pueden derrotar un sistema desgastado, desmotivado, lento e irrespetuoso con la diversidad.
Esto no es hipotético. Esto lo he vivido.
Y No.
Esa no es la educación especial que quiero.
A ver para cuándo, la sociedad, la administración entiende de una vez que las necesidades de estos niños no son caprichosas ni aleatorias. Que los recursos son demasiado escasos para que, además, lleguen tarde y mal.
Que las licitaciones de comedor y rutas escolares no pueden, ni deben gestionarse en septiembre, por el amor de Dios, ¡en septiembre!
Que no se puede llegar a octubre a medio gas.
Que no son ciudadanos de segunda.
Son niños, adolescentes que no pueden quejarse porque la mayoría carecen de voz. ¿Y entonces qué? ¿Esperamos pacientemente a ver cómo son tratados como ciudadanos de segunda?
No señores, esta no es la educación especial que quiero.
(Agradezco que, cualquier opinión que tengas la compartas en los comentarios. De ella nos enriquecemos todos, porque el aprendizaje viene de contrastar diferentes puntos de vista. GRACIAS)
Revista En Femenino
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