Especialistas en enseñanza superior evalúan el impacto del modelo online afianzado durante la pandemia y analizan los cambios que habrá en el sistema universitario una vez que pase la crisis sanitaria. Aseguran que el futuro estará signado por una metodología presencial, virtual e inclusiva.
La educación universitaria fue sacudida por la pandemia de coronavirus, que provocó cambios vertiginosos en la forma de impartir clases y obligó a varias unidades académicas a replantearse la didáctica y la pedagogía. Pasar a la virtualidad de manera repentina representó para docentes y alumnos un cambio de paradigma.
La virtualidad no será algo pasajero. Las universidades nacionales ya piensan en una educación pospandemia en la que estén articuladas las enseñanzas presenciales y digitales. El hecho de que las inscripciones hayan aumentado y que la deserción estudiantil registrara una baja es un factor clave que los establecimientos tienen en cuenta para lo que vendrá.
Sin embargo, hay situaciones que no pudieron ser reemplazadas con la irrupción de lo digital. Por ejemplo, la conectividad aún es complicada en algunas zonas rurales y las prácticas presenciales en carreras como Ingeniería o Medicina todavía son vitales para la preparación de profesionales. Todo esto ya es contemplado por docentes y directivos para la universidad del mañana.
Tiempos de transición
Para Andrés Bursztyn, vicedecano de la Facultad Regional Buenos Aires de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), la virtualidad funcionaba antes como un complemento en la didáctica. Algunas cátedras aprovechaban más los recursos que ofrecía el mundo digital, pero no era el eje central en la forma de dar clases. “Nosotros venimos trabajando hace muchos años con Moodle (un software educativo gratuito), pero era complementario. Las nueve carreras de grado que se cursan en UTN Buenos Aires, que son ingenierías, son netamente presenciales”, explicó Bursztyn.
“Como ya teníamos toda esa disposición a distancia, pudimos adaptarnos rápidamente, todo con cursos de capacitación a los docentes y una fuerte campaña con los estudiantes para que se acostumbren a la dinámica de la virtualidad”, subrayó.
Sin embargo, los 14 mil alumnos que tiene la UTN en Buenos Aires necesitaban una alternativa de calidad para continuar con las clases en condiciones. Zoom representaba un costo muy alto, así que la solución ideal vino de la mano de Google Classroom. “Le habilitamos a todos los estudiantes una cuenta institucional, y con esa cuenta podían acceder a un espacio ilimitado de almacenamiento. Además, les dimos acceso a su propia sala de Meet (una aplicación de videoconferencia gratuita)”, detalló Bursztyn, también director del Departamento de Ingeniería en Sistemas.
Para la Facultad de Educación de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCUYO), no obstante, fue una transición complicada. Su decana, Ana Sisti, admitió que las carreras de esa unidad “no estaban preparadas para la virtualidad”, porque “no todos los docentes teníamos el mismo punto de partida en relación a lo digital y no todos manejábamos los recursos de la misma manera”.
Tras aplazar las clases por dos semanas en el primer cuatrimestre, la Facultad de Educación realizó un relevamiento entre sus 3000 alumnos para saber si contaban con las condiciones como para encarar una cursada virtual. “Tuvimos alrededor de 300 estudiantes a los que les brindamos chip o datos móviles. Algunos accedieron a una beca. Muchos chicos plantearon sus dificultades con los dispositivos, porque su celular era viejo o no tenían computadora, así que les prestamos las netbooks del laboratorio de informática. Y en otros casos los estudiantes nos decían que no podían leer todos los pdfs, así que les acercamos fotocopias”, señaló Sisti.
En la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) “se digitalizó el 100 por ciento del contenido de un día para el otro”, aseguró Magalí Carro Pérez, secretaria Académica del establecimiento.
“Primero vino la etapa de adaptarse y luego la reflexión. Generalmente no es así. Se dio un proceso inverso”, detalló Carro Pérez y añadió: “Si bien se venía venir la situación, de un momento a otro nos tomó de sorpresa. Fue tomar una decisión y rápidamente adaptarse sin saber cuándo iba a pasar esta pandemia”.
Brecha digital y deserción
Con la pandemia, los tiempos de los alumnos cambiaron. En la UTN, por ejemplo, el perfil de estudiante “es el del trabajador”, sostuvo Bursztyn, y la ventaja con la que cuenta ahora es que puede “optimizar sus tiempos de traslado”, por lo que “termina su jornada laboral a las 18.59 y a las 19 entra a clase”. A partir de este nuevo esquema, las inscripciones aumentaron “un 30 por ciento”.
Bursztyn no habla de deserción, sino de “desgranamiento”: el alumno decide bajar el ritmo de la cursada y, por ende, extiende sus años de carrera. Sin embargo, la educación virtual “ayuda a tener un seguimiento más personalizado y eso aporta a dos aspectos que tienen que ver con el incentivo y la motivación para no desertar”, por lo que –enfatizó– “ese desgranamiento se minimizó”.
En la UNCUYO se maneja otra variable. Sisti detalló que hay estudiantes que viven “donde no hay conectividad, lo que complica mucho pensar que ellos puedan mantenerse en igualdad de condiciones con alguien que tiene los recursos”.
El perfil del estudiante de la Facultad de Educación es distinto al de la UTN. Por lo general, los cursantes del establecimiento mendocino son adultos que a la vez tienen que ocuparse de sus hijos, quienes también están adentrándose en la educación digital, por lo que la disponibilidad de los dispositivos electrónicos no es la misma. No obstante, Sisti reconoció que “la deserción ha sido menor que en otros momentos”, un dato que, sin embargo, es para “tomarlo con pinzas”. Un ejemplo: “Había estudiantes que, porque trabajaban o no llegaban a cursar, decidían no cursar este año y hacerlo en otro. Eso pasa, pero esta vez ha sido menor”.
En la Facultad de Ciencias Exactas de la UNC “fue necesaria una pandemia para cambiar determinadas cuestiones y replantearse el mejor uso de los recursos”, explicó Carro Pérez y coincidió con los educadores de la UTN y la UNCUYO: “No todos nuestros estudiantes tienen las mismas condiciones de recursos o tiempos para hacer su trayecto. Con la virtualidad pueden ir distribuyéndose mejor”.
Puntualizó, además, que la deserción se mantuvo en la transición del secundario al primer año universitario, pero destacó que más alumnos mantuvieron la cursada en los años posteriores: “No son números que nos enorgullecen, pero la deserción no tiene que ver con la virtualidad”.
Mirar al futuro
Lo que dejaron en claro los tres educadores es que los efectos de la pandemia no serán temporales. “Vislumbro un modelo en el que se utilicen los tiempos, los recursos, y el estudiante tenga que ir físicamente cuando valga la pena, como una práctica de laboratorio o un intercambio que no se pueda realizar en la virtualidad. Después, se puede seguir con esta modalidad digital que puede generar muchos beneficios”, reflexionó Bursztyn.
El caso de la UTN fue seguido muy de cerca por Google, y Fernanda Montes de Oca, gerente de Ecosistemas Educativos Hispanoamérica de la empresa, aventuró que en la pospandemia “las universidades probablemente van a querer aplicar un modelo de enseñanza más flexible que se logrará con la tecnología”. “Durante este tiempo, las universidades públicas han hecho uso de nuestras herramientas y han invertido en el desarrollo de estas para acompañar al profesor. Le están dando material y recursos. Esto hace que al final la brecha se disminuya y todos tengan acceso a las mismas herramientas”, evaluó Montes de Oca.
Por su parte, Sisti adhirió a la perspectiva de Bursztyn: “Tenemos que avanzar en una educación bimodal, donde tengamos mucha virtualidad, porque ha facilitado y mejorado la inclusión en muchos casos, pero que también generó una brecha digital. Y para eso hay que pensar una política digital y educativa que contemple estos factores”.
Para Carro Pérez, uno de los grandes retos de la educación en pandemia fue “cómo podíamos acreditar los conocimientos que tenían los estudiantes. La forma más simple es ver cómo se toma un parcial o un coloquio. Es más fácil la presencialidad; la virtualidad fue un desafío”.
De cara al futuro, evaluó que “el gran desafío es que la educación llegue a todos los que la quieran y requieran. Tanto en presencialidad como en virtualidad no logramos en muchos casos llegar a todos los que quieren educación pública. Y ese es nuestro compromiso como sistema”.
Por Ezequiel Bergonzi
Fuente
https://www.pagina12.com.ar/297436-la-educacion-marcada-por-la-pandemia