No es la política, sino la educación la institución más podrida de nuestra civilización, aunque los políticos sean los principales culpables, junto con los enseñantes, de su inmenso deterioro. Lo que debería servir para hacernos mas humanos, está sirviendo en realidad para acabar con nuestra humanidad. La educación está al servicio del poder y de las grandes empresas. Los políticos se cargan de oprobio porque existe la voluntad de que la educación sirva para tener a la persona dormida, para que forme parte del rebaño. Los que gobiernan el mundo, ya sea dando la cara o desde la trastienda, saben que es mas fácil dominar a borregos mal educados e incapaces de pensar que a ciudadanos pensantes y libres. En consecuencia, con la complicidad o con el miedo de los enseñantes, están convirtiendo la educación en una fábrica de esclavos.
La gente no se da cuenta de que la educación no funciona ni contribuye a que el mundo sea mejor, sino para todo lo contrario. Las universidades, las escuelas, los medios de comunicación y el mal ejemplo de los líderes de opinión conducen al rebaño hacia la envidia, la intolerancia, la violencia, la falta de respeto y el desprecio a los demás. Los valores se hunden ante el aplauso o el silencio cómplice de los que han sido elegidos por el pueblo para elevar el nivel de la ciudadanía y conducirlos hacia la libertad y el autogobierno. El mundo está gobernado por demasiados miserables y su obra es un cataclismo para la civilización. La educación cumple su función deshumanizadora como si fuera un ácido, pero no nos damos cuenta.
Estos pensamientos los proclama a los cuatro vientos el humanista chileno y psiquiatra Claudio Naranjo, cuya tesis de que el mundo solo cambiará a través de la educación se está abriendo paso entre los intelectuales y expertos del planeta.
La verdadera función de la educación, cuenta el psiquiatra, debería servir para elevarnos y crecer, para ir más allá de lo que somos. “En una escuela ideal -explica Naranjo- acompañaríamos los procesos de aprendizaje, fomentaríamos la creatividad y ayudaríamos a los niños a saber, sin la presión de las clasificaciones. Los exámenes son trabajo, no educación. Se enseña a los niños a pasar exámenes que no sirven para nada y no son útiles en la vida”.
La transformación, por tanto, no vendrá de manos de un cambio político, del que Naranjo no se fía. “Estoy en una época de mi vida en que estoy tirando la toalla respecto al cambio de las instituciones”, reconoce el psiquiatra. “No creo que se pueda ya hablar con las autoridades, con los que supuestamente tienen poder. Creo que la educación cambiará, si es que cambia, porque cambian los individuos”.
En España, el drama de la educación es sobrecogedor y es la gran culpable, quizás mas que los mismos políticos, de que el país se haya convertido en una cloaca corrupta, injusta e indecente. Las universidades y escuelas, dominadas por los políticos y mal regentadas por enseñantes sometidos, se han convertido en fábricas de mediocres acobardados y de esclavos sin capacidad de pensar y de ser libres. Los centros españoles producen demasiadas victimas del fracaso escolar y demasiados mediocres y esclavos que no tienen otra salida que vivir de los subsidios, justo lo que desean los políticos, cuyo sueño es el de convertirse en repartidores de limosnas a una población dependiente, torpe, impotente y sin capacidad de exigir sus derechos humanos básicos, constantemente violados desde el poder.
Los enseñantes critican el bajo nivel de la educación, pero pocos de ellos piden perdón por su cobardía y sometimiento sin resistencia a los designios del poder, Muchos de ellos han traicionado su vocación, se han dejado reprimir la libertad de cátedra y han permanecido pasivos mientras los gobiernos alteraban y empobrecían los programas educativos y acababan con la disciplina y el esfuerzo, contribuyendo así a la sucia tarea de formar imbéciles y a futuros adultos indefensos y aborregados.
Las reflexiones de Naranjo son inquietantes. Refiriéndose a la necesidad de hacer avanzar el mundo hacia una sociedad mas justa, decente y limpia, afirma: “La educación debería ser la institución que liderara este cambio, debería estar a la cabeza, pero es la más obsoleta".